martes, junio 28, 2011

Con la mirada en Londres




De lejos, la vida de Yuri Alvear, la mejor judoka de este país, refleja medallas de oro, viajes, reconocimiento. De cerca salta lo que hay detrás: sacrificios, rompimientos.



Por Santiago Cruz Hoyos
Reportero de El País


Y algunos dicen que “tan chévere” la vida que llevás, Yuri. Que tan chévere eso de tomarse la foto y salir en el periódico y hablar por la radio y la televisión. Que tan chévere eso del paseo, eso de viajar a cada rato y con todos los gastos pagos, y a países tan lejanos como Holanda, donde quedaste campeona mundial de judo en el 2009, o China, donde quedaste séptima en los Olímpicos de Beijing, o en Isla Margarita, donde perdiste contra María Rojas el día de tu cumpleaños, 29 de marzo, y eso te dolió en el alma, o ahora, que estás en Brasil y justo hoy, domingo, tenés un combate por el Grand Slam de Río de Janeiro. “Tan chévere” tu vida, dicen.

Yuri, es que ¿quién no quisiera levantarse un día y encontrarse con la noticia de que un alcalde va a regalarle una casa? ¿Quién no quisiera eso? El alcalde que te donó la casa por tus logros deportivos fue William Darío Sicahá, hace seis años, y está ubicada en el municipio donde naciste hace 25: Jamundí.


Tan chévere tu vida, dicen, porque esa casa que queda en el barrio El Portal del Jordán, que era pequeñita, de 2 cuartos, ya la has remodelado, ya le hiciste otras dos alcobas, ya tiene balcón, gracias al judo.


Y esa casa, cuenta tu mamá, doña Miriam Orejuela, es el regalo más hermoso, más significativo, que le has dado. Porque siempre le das regalos. Siempre, cuando ella cumple años, el 5 de mayo, la invitás a almorzar y le das un detalle. Pero lo de la casa fue tremendo para doña Miriam, para don Arnoy, tu papá, para tu hermano mayor, Harvey.


Con ellos vivís aún Yury, con ellos viviste una infancia en el barrio Belalcázar que, según lo recuerda tu mamá, fue dura y cercada por la pobreza. Ella, para dar un dato, cuenta que trabajaba lavando ropa en casas ajenas. Pero ahora no. Doña Miriam ya no trabaja y eso es gracias a vos, Yuri. Tu papá sí sigue trabajando. Intenté hablar con él, pero sigue en lo suyo, como maestro de construcción, y no estaba en casa, esa en donde, debajo de las gradas, cuenta doña Miriam, tenés tus medallas y trofeos.


Tu mamá opina que ya son muchos. Y sí: fuiste campeona panamericana; suramericana; centroamericana; ganaste los dos Juegos Bolivarianos a los que has asistido; lograste una medalla de oro en los Suramericanos de Medellín 2010; desde 2001 sos Selección Valle, Selección Colombia, y has sido campeona nacional desde 2005; recibiste el Terraco de Oro que entrega Indervalle a los deportistas destacados; Acord y Coldeportes te llegaron a declarar la mejor deportista del país y lo dicho: campeona mundial 2009 en Rotterdam.


Para vencer en ese mundial le ganaste en la final a la hoy número dos del ranking mundial, la húngara Annet Meszaros.

Fue un combate reñido. Empezaste, en el primer minuto, ganando por un punto muy alto, y eso hizo que la húngara se te viniera encima, para igualar. Pero te hiciste a la idea de que no llevabas nada, ningún punto. Y Meszaros bajó el ímpetu, se fue cansando. Y al final le ganaste por el punto completo, ‘Ippon’, que se logra cuando se derriba al rival y cae completamente sobre su espalda. También lo dan si se logra inmovilizar al adversario por más de 25 segundos, o si se rinde golpeando dos veces o más el ‘tatami’, que es el área donde se compite.


Celebraste con mesura, Yuri, y eso que ese es el triunfo más grande que ha tenido este país en la historia del judo. El más grande, hasta ahora.


Porque tenés la mirada puesta en los Olímpicos de Londres del próximo año. Y te los querés ganar. Porque sos así, Yuri. Te gusta ganar siempre, así sea en el entrenamiento que en este momento estás realizando en el Coliseo El Pueblo. Estás vestida de azul de pies a cabeza y sudás a cántaros en este gimnasio que se llama Susumo Takahashi, en honor al fundador del judo en el Valle del Cauca. El gimnasio está decorado con algunos cuadros que tienen una foto tuya celebrando la medalla de oro en el mundial.


Ahora intentás vencer a Adiela Álvarez, tu contrincante en esta práctica que hace parte de la preparación a la meta cumbre, esos Olímpicos 2012 en Londres.


Al certamen, el más importante del mundo del deporte, sólo van los 14 primeros del ranking mundial. Y estás de 11, Yuri. Estás clasificada.


Y eso que en el año pasado estuviste por fuera de las competencias que dan puntos para el ranking. Fue por una lesión, y sin embargo te mantuviste en los primeros 14 puestos.


La lesión fue grave: rompimiento del cruzado anterior de la rodilla izquierda. Sucedió en un entrenamiento, cuando hiciste un giro sobre la rodilla. No, no sentiste dolor. Sólo una molestia al estirar la pierna. Pero fuiste donde el médico y te dieron la noticia.


Y qué decir de hace 20 días. Fue un jueves y por lo que te pasó, pensaste en no volver a judo. Es que, cuando te reventaron el labio accidentalmente con un cabezazo, te asustaste. Por la sangre que salía a chorros. Por la vanidad de mujer: ¡pensaste que ibas a quedar boquinche!


Ya después, en el taxi rumbo a la clínica, te calmaste. Ya la herida iba cerrando. Ya ni se nota. Está claro que no vas a dejar el judo. Es tu vida. Tu sueño, contaste, es ser entrenadora de judokas.


Entonces, Yuri, la gente dice que tan “chévere” que es tu vida porque no conocen que detrás de los viajes, de las fotos en los periódicos, del reconocimiento, hay una historia de sacrificios continuos, de lesiones, de rompimientos. No saben eso.


Muchos no tienen ni idea, por ejemplo, del día en que tuviste que vestirte con el uniforme de Jamundí, llegar a la discoteca Pirámide a las 12:00 de la noche, y pedirle, junto con algunas de tus compañeras, ayuda económica a la gente que estaba de rumba. La ayuda era para viajar a una competencia, y en la discoteca viste a amigos tuyos, y te dio pena que te vieran en esas, pero seguiste firme.


También vendiste empanadas, bonos. Una vez hiciste todo eso porque tú y dos judokas necesitaban dinero para comprar tiquetes y viajar a una competición. Qué vaina: la plata sólo alcanzó para dos pasajes y te tuviste que quedar en Jamundí.


Cualquiera no se aguanta eso. Cualquiera que le pase tira la toalla y dice no más.


Ahora, lo de los entrenos. Todos los días trabajás a doble jornada. Muy temprano, a las 7:00 a.m. con tu preparador físico, Wilson Canizales. Al mediodía, de 12:30 p.m. a 3:00 p.m., con el profesor Luis Antonio Torres, en el Coliseo El Pueblo.


Y eso, además de duro, además de que se tiene que tener una disciplina forjada para aguantarlo, se vuelve rutina. Vos misma lo decís: tenés que repetir mil veces una técnica, mil veces, para que en la competencia salga bien una sola vez. Pero lo hacés. Te entregás al judo 24 horas. Porque la tenés clara: sabés que si mucho, podrás pelear hasta los 34 años, que es la edad máxima en la que ha peleado una judoka. Sabes que la vida del deportista es muy corta. Sabes entonces que tenés que aprovechar este cuarto de hora.


Por eso lo del amor. Explicás que es difícil que alguien entienda que tu prioridad es el deporte. Y que a veces llegás tan cansada a la casa que no querés salir, ni hablar, que sólo querés dormir. Una vez, entonces, te separaste. Pero ahora, ahora, andás enamorada. Contás que Hans Viveros, tu novio, entiende eso, que estés cansada, que tengás que viajar. A lo mejor conoce un secreto: la única manera de conservar a una mujer es dejarla libre.


Entonces Yuri sí, te tomás la foto, te dan premios, te llaman para entrevistas, ganás dinero y se dice ¡ah, tan “chévere”! Pero detrás está el sudor, la dieta, el ejercicio. el trabajo. El trabajo Yuri, y la constancia para mantener el brillo, los resultados.


Por los resultados sos considerada deportista élite. Por los resultados el Comité Olímpico te paga un sueldo, Indervalle otro. Además, tenés una beca, la de Solidaridad Olímpica, que otorgan los comités olímpicos de cada país a los deportistas destacados. Por esa beca es que podés viajar a las competencias que escojás, con todo pago. El trabajo, el sacrificio, entonces, mantiene eso que se refleja a lo lejos: el éxito.


Debe estar feliz el profesor Ruperto Guauña. En las entrevistas siempre lo mencionás. Fue él quien te abrió las puertas del judo. Tenías 14 años, estabas cansada de practicar deportes que no tenían respaldo dirigencial como el voleibol, el atletismo, el waterpolo, y fue cuado apareció el ‘profe’, montó un programa en el colegio Liceo Técnico Comercial en el que la idea era que los alumnos que practicaran deportes en su tiempo libre quedaban exonerados de algunos trabajos académicos, te inscribiste, el ‘profe’ te habló del judo porque él es entrenador en Jamundí, y empezó la historia de victorias.


Pero querés más, Yuri. Te hiciste una promesa: ganar muchas medallas para este país. Y entre esas está una que tenés en la mira hace rato: Londrés 2012. Por ahora, guerrera, mucha suerte en ese combate de hoy en Brasil, que sumés otra victoria.











No hay comentarios.: