martes, febrero 12, 2013

Desempleados Fútbol Club


El equipo de futbolistas sin contrato de Acolfutpro que viene de ser campeón en Perú nos recuerda una vieja sentencia: el fútbol es un oficio ingrato, sin memoria. Crónica de una práctica.


Por Santiago Cruz Hoyos
Reportero de El País

Aquí no hay recogebolas. Aquí el balón a veces se desborda de la cancha hacia un matorral y el jugador que hace el saque de banda debe ir por él sorteando la maleza, no importa que en el pasado haya salido campeón, jugado en un equipo grande, llamado figura.

Aquí tampoco hay nadie que corra hacia los jugadores para llevarles agua. Si estás cansado, si querés refrescarte, debés ir hasta la nevera portátil que se ubica al borde del campo, no interesa que estés en el otro extremo.

No hay piscina para relajarse después del entreno, ni decenas de periodistas que buscan entrevistas o aficionados tras autógrafos. Apenas un ave que vuela sobre la cancha como persiguiendo el balón.

Viéndolo de lejos, el equipo de futbolistas colombianos desempleados que acaba de ser campeón del torneo Fifpro América en Perú parece un espejo de la vida, de lo efímero de la gloria, una metáfora de la cotidianidad de los hombres o lo que Clint Eastwood llama curvas del destino. Hoy tenés un contrato generoso, hoy sos goleador, hoy sos campeón, hoy estás tranquilo, hoy en un estadio corean tu nombre pero mañana, quién sabe.

El fútbol es el deporte más bello del mundo, pero también, sin duda, uno de los oficios más ingratos, traicioneros. No tiene memoria.

II

Es miércoles. El equipo de futbolistas colombianos desempleados entrena. Lo hace sagradamente de lunes a viernes, desde las 8:00 de la mañana hasta pasadas las 10:00, en La Troja.

La cancha, ubicada a la salida del sur de Cali, es un gran campo sin un solo centímetro de sombra. Para un sedentario, pararse y solo mirar por dos horas es, también, una forma de entrenar, fundirse, tostarse.

El técnico Jorge Cruz tiene su rostro embadurnado de bloqueador solar. También lleva una pañoleta sobre la nuca, una gorra. El trabajo aquí, se explica, es muy duro, muy serio. “Entrenamos como cualquier club profesional”.

En febrero de 2012, la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales, Acolfutpro, decidió crear un equipo que solo fuera conformado por jugadores sin contrato como una manera de que mantuvieran la forma física, el nivel futbolístico.

Aunque se escogió a Cali como sede por ser la capital de una de las regiones con mayor número de futbolistas, la idea es crear el equipo en otras ciudades y que los jugadores sin contrato mantengan intacta la esperanza de volver a trabajar.

En casi un año de prácticas, por cierto, son 25 los jugadores que se entrenaron aquí y que después fueron contratados por los equipos de Colombia y el extranjero.

El profesor Jorge Cruz enumera algunos: Juan Carlos Escobar, Donald Millán, José Mera, Gabriel Antero, Félix García. “La tira es larga”, dice.

Enseguida sonríe. El técnico, en este punto, luce como un hombre feliz. Más que el dinero (el cuerpo técnico recibe salario, los jugadores no) está aquí para realizar una labor social por el fútbol. Que algún muchacho se vaya, por fin, a jugar con contrato, es un motivo de fiesta en este equipo que no interviene en las negociaciones, no cobra por pases ni por los entrenamientos, no tiene ánimo de lucro.

Si estar sin empleo es un infierno, entonces, el equipo de futbolistas sin contrato es una suerte de purgatorio, de paso mejor, para volver al cielo.

III 


Se llama Fifpro. Es la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales. La integran 50 asociaciones de jugadores de todo el mundo, 40.000 deportistas.

Desde 2005, la organización realiza un campeonato de jugadores libres, desempleados. Primero en Europa. Desde hace dos años, también, en Suramérica.

El primer campeón fue Brasil. El segundo, Chile. En la versión 2013 del torneo, realizado en Perú en enero, Colombia participaba por primera vez. Fue campeón.

El profesor Jorge Cruz vuelve a reír. Recuerda. El torneo se disputó en apenas dos días. En el primer día de competencias se jugaron dos partidos. Colombia enfrentó a Argentina, en la mañana. Empató a un gol.

En la tarde jugó contra Uruguay. En los primeros minutos se perdía 2-0. Al final Colombia remontó, ganó 4-2.

Al siguiente día, en la final, se enfrentó al local. Colombia era un equipo ofensivo. Los peruanos, entonces, decidieron defenderse. Empataron, se fueron a penales.

En vez de cinco, como se acostumbra, en este torneo se realizaban tres lanzamientos. Juan Carlos Mosquera, el portero de Colombia, ex Atlético Huila, atajó dos. Colombia no falló, superó a asociaciones de futbolistas con décadas de historia como la argentina, que tiene casi 300 jugadores sin contrato para armar una selección, la brasilera, la uruguaya.

Ganar en Perú, piensa Jorge Cruz, piensa el preparador físico José Ariel Caicedo, confirma una teoría: los jugadores que integran este equipo tienen el nivel para integrar cualquier club del fútbol colombiano o del exterior.

Johnny Ríos, por ejemplo, fue elegido como el mejor central del torneo Fifpro. Está entre los cinco jugadores que fueron escogidos por un empresario para ubicarlos en el fútbol internacional, exactamente en la liga de Estados Unidos o en la peruana: Johan Arango (volante, hermano de Paulo César Arango, jugador de América), el mediocampista Jerry Ortiz, el delantero Arvey Mosquera y el volante y lateral Daniel Montoya.

IV


La práctica continúa. Algunos jugadores hacen trabajo físico con el profesor José Ariel Caicedo. Otros realizan un trabajo futbolístico con el técnico Jorge Cruz. Los delanteros atacan la defensa.

Jugando, los futbolistas se ríen, se abrazan, hacen chistes. Un túnel estilo Riquelme a Yepes en ese famoso clásico Boca-River desata los silbidos bufones del grupo, las carcajadas, incluso de la misma víctima.

El balón, se piensa, los hace olvidar por un rato de lo que viven. El balón y este equipo son terapia contra el desempleo.

Germán Caicedo, exfutbolista, coordinador del grupo, lo había dicho hace un momento: más allá de la táctica y lo físico, el cuerpo técnico se ha convertido en un apoyo sicológico para los muchachos.

Les hablan, a algunos, de los errores que se cometieron para estar sin trabajo, de la importancia de la disciplina, de la vida corta del futbolista. Les hablan, también, de la paciencia, la constancia necesaria en las prácticas, de que la vuelta a los partidos oficiales es posible solo estando en un buen nivel.

Y la esperanza se mantiene. Jimmy Asprilla, 32 años, lateral, adelanta conversaciones con clubes para volver a jugar, lo mismo que Leonardo Mina Polo, ‘el tiburón’, delantero.

El atacante Hávinson Escobar, por su parte, podría ir a Venezuela y el lateral John Álex Cano tiene acercamientos con equipos de la Primera A aunque no descarta jugar en la B, ojalá en América, “mi casa”.

Todos, incluido el cuerpo técnico, coinciden en que son unos agradecidos con este equipo que les da la oportunidad de entrenar, jugar partidos amistosos, mantenerse activos, en vez de estar en casa viendo televisión, subiendo de peso, alejándose del fútbol. El grupo es un esfuerzo colectivo para soportar, unidos, eso de no tener trabajo.

Para un futbolista aquello supone una angustia aún mayor que para otros profesionales. Nunca dejás de ser médico, nunca dejás de ser periodista, nunca dejás de ser arquitecto, en cambio un futbolista después de un par de décadas activo debe buscarse otro oficio. Un año sin trabajo, entonces, es la eternidad.

Además, pasar de ganarte un sueldo de millones a no tener nada es, explica Germán Caicedo, una tristeza que no tiene palabras para describirse con exactitud. Te afecta la autoestima, la relación de pareja, te afecta en la cabeza, la estabilidad mental. El fútbol, interviene Mina Polo, te puede dar muchas cosas, sí, pero en muy poco tiempo.

El equipo de futbolistas sin contrato parece, también, una advertencia para jugadores jóvenes que hoy ganan dinero por montones y suponen que aquello será eterno. Los domina el ego, se distraen en las fiestas, en las mujeres, se enceguecen en la fama, pierden la esencia, el fútbol, olvidan la pelota, despilfarran sin pensar en mañana.

La práctica termina. Los jugadores caminan hasta las duchas. Aquí, tampoco, hay quien acomode los tennis de nadie en perfecto orden. Cada uno se agacha, los toma, parte a descansar. En unos días enfrentarán al Deportivo Pereira y hay que estar a punto para el juego. Quizá allí se de una oportunidad.


Vida de un boxeador gay




Orlando ‘Fenómeno’ Cruz nació en Puerto Rico, es campeón latino de la OMB y el primer boxeador en la historia que declara públicamente ser homosexual. ¿Por qué?


Por Santiago Cruz Hoyos
Reportero de El País - Cali


En Búfalo, la segunda ciudad más grande del Estado de Nueva York, una ola de frío extremo hace que la gente se encierre en su casa. Los diarios aseguran que la temperatura puede llegar a los -6 grados centígrados durante el día y -10 en la noche. Quizá sean los días más helados de 2013.

El boxeador, en todo caso, va rumbo al gimnasio. Pasamontañas, guantes, chaqueta, sudadera. Sale pasadas las 10:00 de la mañana, cuando el sol aumenta un poco el calor, solo un poco. Entrenará durante tres horas, descansará, para en la tarde correr en una pista bajo techo. Las peleas, piensa, se ganan en el gimnasio, entrenando, no en el ring.

A pesar de ese frío que según los meteorólogos proviene del ártico, se prepara sagradamente para defender el título de campeón latino en las 126 libras de la Organización Mundial de Boxeo. El combate será el próximo 22 de marzo, frente a un mexicano: Aalan Martínez.



II

Primero, allá en Puerto Rico, la tierra natal, su deporte fue el fútbol. Después, el judo. Llegó a cinta verde. Pero sucedió que siendo niño, se la pasaba peleando en las escuelas. En los salones, en los patios, en los parques cercanos, donde se le atravesaran.

Sus padres idearon entonces un plan para transformar su ira. Como a ti te gusta golpear, pero que no te golpeen, le dijeron, te vamos a meter a clases de boxeo. Así, también, aprenderás a recibir los porrazos de la vida.

El niño aceptó, pero les lanzó una suerte de profecía. En el boxeo, seguro, tampoco voy a recibir golpes. Soy yo el que los voy a dar. Voy a llegar bien lejos, ya verán. Todos se reían de sus agallas, la certeza. Orlando ‘Fenómeno’ Cruz, el boxeador, tenía apenas 7 años.

III

Empezó, efectivamente, a lanzar puños. Representó a Puerto Rico en panamericanos, centroamericanos, mundiales, los Juegos Olímpicos de Sydney 2000.

Después de 189 peleas amateur, 179 ganadas, aparecieron promotores, manejadores, representantes, la fauna tras el talento, el éxito. Lo convencieron. Decidió ser profesional.

Justo en esa etapa descubrió su atracción por personas del mismo sexo. Tenía, recuerda, 18, 19 años. Antes de aquello, a los 14, a los 15, el boxeador tenía novias furtivas como cualquier adolescente.

Se sentía, al principio, culpable. Pensaba que si se llegaba a saber en su entorno cercano, le haría daño a mucha gente: los amigos, la familia, las exnovias. Por eso aquel secreto se lo guardó por años. Es, sospecha, el combate más largo de su vida. Sin embargo, ganó.

Orlando ‘Fenómeno’ Cruz, 31 años, es el primer boxeador de la historia en declarar públicamente que es homosexual.

El 4 de octubre de 2012 escribió en un comunicado: “Siempre he sido y seguiré siendo un orgulloso puertorriqueño. Siempre he sido y seguiré siendo un orgulloso hombre gay”.

IV

Solo Dominga, su madre, sabía. Ella es, para el boxeador, la razón de ganar. Cuando él le contó de su homosexualidad, lloraron juntos un rato. Después Dominga le levantó la cabeza, le hizo una promesa: él era su hijo, y fuera lo que fuera, lo iba a apoyar siempre. Por nada del mundo, recuérdalo bien muchacho, te voy a dejar solo.

Eso lo llenó de confianza, coraje. Orlando reunió al resto de la familia para darle la noticia. Al principio se reían. Pensaban que ‘Fenómeno’ Cruz estaba bromeando. Cuando lo vieron llorar, enmudecieron, lo apoyaron. Incluso hasta Orlando papá, que al principio no le cayó bien la noticia. Hoy son los mejores amigos. Papá Orlando lo llama y le pregunta si tiene pareja, si se está protegiendo, qué necesita.

Ese apoyo de la familia, dice el boxeador, es determinante en las personas homosexuales. Si te respaldan te motivan a cumplir las metas, te catapultan a lograr los sueños. Si te rechazan, te paralizan.

Orlando ‘Fenómeno’ Cruz registra 21 combates como profesional. 18 los ha ganado. Busca ser campeón mundial.

V

No fue por fama. No fue por raiting o notoriedad. Declarar públicamente la homosexualidad fue una manera de sentirse libre. Que el mundo supiera de una vez por todas quién era él. Así, por fin, saldría a la calle como era, sin complejos, a respirar aire puro, la libertad. Así subiría al ring sin ataduras.


Pensó, por supuesto, que todo iba a ser más difícil. Que lo iban a insultar en la calle, que se le iban a burlar. Y pensándolo bien, no.

Lo apoyan en Puerto Rico, lo apoyan en Estados Unidos, lo apoya su familia, los rivales lo respetan, Ricky Martín lo felicita en las redes sociales. No falta, claro, el homofóbico, la chanza, pero a estas alturas del camino aquello es una nimiedad. El boxeador gay, en realidad, es un hombre respetado dentro y fuera del cuadrilátero.



VI

¿Un gay en el boxeo? ¿Acaso eso no es contradictorio? ¿Acaso el homosexual no es una persona delicada, como indica el estereotipo, y no de andar por ahí dándose puños?


Orlando ‘Fenómeno’ Cruz nunca se ha hecho esos interrogantes. Un asunto es el boxeo, y otro muy distinto su sexualidad, dice serio. Nació para pelear, sí, pero también nació homosexual. ¿Por qué riñe lo uno con lo otro? ¿Por qué si llevo 24 años en el boxeo y siendo homosexual he vencido a tantos pegadores talentosos? Jorge Pazos, Alejandro Delgado, Leonilo Miranda, Wilfredo Acuna, Francisco Huerta...

El boxeador quizá no lo piense, quizá no le importe, pero su historia transforma una creencia: ser homosexual, al fin y al cabo, no significa dejar de ser hombre.