martes, noviembre 27, 2012

Dedos que se convierten en ojos


En Cali, un grupo de invidentes busca visibilizar a la población con discapacidad física a través del origami. ¿Tiene un trozo de papel el poder para lograrlo?

Por Santiago Cruz Hoyos
Fotos Aymer álvarez
Reporteros de El País - CALI

John Jurado dice que le duele el ojo. Enseguida se señala el dedo índice de su mano izquierda. Es por los pliegues del papel, explica. Se debe doblar tantas veces para crear una figura perfecta que inevitablemente termina doliéndole. John Jurado dice que le duele el ojo, señala el índice y ríe. Es ciego. Origamista. Los dedos son su manera de mirar el mundo.

Está sentado en un comedor redondo. Sobre el comedor hay cisnes de papel, estrellas de papel, cajas de papel. Lleva puesta una camiseta roja con un nombre en letras negras: Oritacto. Es la misma camiseta que tienen los que están a su lado: Yamileth Guzmán, sicóloga, invidente; Magaly Erazo, estudiante, invidente; Primitivo Millán Calero, diseñador gráfico, invidente; Ángela María Arciniegas, artista plástica, profesora de origami; Melanie Emilse Calvache, pintora.

Melanie pinta con tierra. Lleva 18 años investigando los colores de la tierra. Sus cuadros, dice, pueden ser leídos por los ciegos a través del tacto. El sitio donde están reunidos es precisamente su taller. John Jurado comenta que en realidad es una fonda. Una de artistas. Se vuelve a reír.

Cada viernes se reúnen aquí, Carrera 22 4A – 21, en el sur de Cali. De 9:00 de la mañana hasta el mediodía. Primero Ángela da clases de origami. Después Melanie de pintura. Ninguna de las docentes cobra un centavo. John dice que se les cae la cara de la vergüenza por eso, pero de que todos modos llegan sagradamente: los invidentes de Oritacto.

Oritacto, empieza a hablar Primitivo Millán Calero, es algo así como un brazo de Funtacto, una fundación que él dirige y que se creó para defender los derechos de la población con discapacidades físicas en Cali.

La ciudad no está pensada para ellos, dice. Allá afuera la vida es muy agresiva. Caminar, por ejemplo, hasta la plaza donde está la efigie de Jovita, en la Calle Quinta (por lo general, del taller van hasta allá a recibir las clases, a hacer origami), es peligroso.

Hay alcantarillas sin tapas desde hace meses. Hay caminos con zanjas abiertas llenas de aguas estancadas desde hace meses. Para un ciego caminar por ahí es un asunto de alto riesgo. La ciudad en general es así, como las calles, hostil con los discapacitados físicos. El mundo en general se porta igual.

Entonces los ignoran cuando hay oportunidades de empleo. Hay ciegos trabajando, sí, pero son poquísimos. Funtacto es una forma de resistir. Hacen actividades en espacios públicos para recordarle a Cali que existen. Crearon Oritacto, además, para a través del origami incluirse, abrir puertas en esta ciudad cerrada para ellos.

La idea es crear una microempresa de empaques en origami. Su primer contrato consistió en hacer unos servilleteros con la Corporación Valle en Paz. Pero de eso hace mucho ya. Esperan que para este diciembre las empresas vuelvan a requerirlos. Pueden diseñar artefactos tan complejos como una lámpara de origami o detalles que pueden llegar al corazón de un cliente o una novia como un llavero en forma de flor, de barco, de mariposa.

Mientras tanto, agudizan la mirada. Los dedos, repite John, son sus ojos. Afinar el tacto a través del papel, doblar aquí y allá por horas, es desarrollar las posibilidades de interpretar, acercarse, reconocer el entorno. El papel puede ser igual de poderoso escrito como transformado en dragones, rosas Kawasaki, cisnes o formas extrañas, inéditas, jamás vistas.

Esas figuras, dice Yamileth, sicóloga, invidente, materializan el mundo interior de cada individuo. Es algo así como que lo que hagamos con el papel, eso somos.

Y el origami, agrega Yamileth, es arte, es lenguaje. Con el papel nos comunicamos, jugamos con el otro. También es gozo, confirmarse que así seamos ciegos en todo caso es posible seguir viviendo sin renunciar a los sueños. Los dedos se convierten en ojos.

Por eso, aclara John, en Oritacto tienen el nivel de cualquier origamista vidente. Al principio requerían guías en relieve en el papel para hacer las figuras. Las guías ya están guardas en un cajón, casi olvidadas.

Y en los certámenes en los que participan van “de tú a tú”, agrega John. Es como el fútbol. En una cancha pueden jugar africanos con asiáticos, y sin embargo se entienden. La pelota es lenguaje universal, el papel también.

Oritacto, por ejemplo, fue uno de los grupos que participó en la versión 16 del Encuentro Internacional de Origamistas de Cali que se realizó este mes, en el edificio de Comfenalco.

Y para el diez de diciembre, Día Mundial de los Derechos Humanos, tienen una idea: construir en la calle, con transeúntes desprevenidos, mil gruyas. Una leyenda japonesa asegura que quién es capaz de hacer mil de esas aves en papel, logrará que sus deseos se hagan realidad. Y en Oritacto anhelan que esta ciudad sea más justa, más incluyente, con los discapacitados físicos.

Por lo pronto caminan hacia la plaza donde está Jovita. Van en línea recta, como en un tren. La locomotora guía es la profesora Arciniégas, que esquiva huecos, zanjas abiertas con aguas estancadas.

Los invidentes han salido de nuevo a visibilizarse en esta ciudad que ignora. Los caminantes se detienen, miran.



martes, noviembre 20, 2012

El que transforma con la risa






Se llama Guillermo Piedrahíta, es actor, es el mismísimo Vivo Bobo y ha regresado para que esta ciudad se ría de sí misma y de paso, se transforme.  Esta, su historia.


Por Santiago Cruz Hoyos - EL PAÍS
Fotos: Cortesía Cindy Muñoz


De frente, hablando con él, la imagen se distorsiona. El Vivo Bobo ni de fundas haría yoga, por ejemplo. El Vivo Bobo no se va a poner a practicar aikido por el cuento de mantenerse bien físicamente. Tampoco se va a pasar el tiempo libre leyendo la historia del teatro español, mucho menos va a escuchar de vez en cuando las cuatro estaciones de Vivaldi o las composiciones de Bach.

A Guillermo Piedrahíta, el actor, en cambio,  le gusta todo eso. Lo va contando y uno se pregunta si acaso no estará conversando con la persona equivocada. Porque uno, antes de encontrárselo, imagina que Guillermo no es Guillermo sino su personaje más famoso, el Vivo Bobo. Y el Vivo Bobo tampoco va a pedir jamás un té, más bien cerveza o gaseosa o hasta un aguardiente.  Guillermo toma  té en este momento.

Uno cree, además, que se va a encontrar con un hombre con camisa de flores de todos los colores, chabacano. Guillermo tiene un azul sobrio. Uno piensa que se va a encontrar con un personaje, digamos, popular. Se lo imagina mirando muchachas y lanzándoles piropos. Se lo imagina riéndose a carcajadas, estrellando las palmas de las manos, haciendo chistes  en voz alta,  diciendo una que otra grosería.

Y resulta que no.  Guillermo habla pausado, tranquilo,  de personajes y temas que el Vivo Bobo desconoce rotundamente: Chaplin, Bertolt Brecht, el maestro Enrique Buenaventura, el humor en el teatro como una forma de crítica y reflexión.

No es que Guillermo tenga la pose de un erudito, de un intelectual, no, lo que pasa es que cuenta su propia vida, el arte, el teatro, y esa  vida es tan ajena al Vivo Bobo con el que uno lo confunde, ese personaje que se pasa semáforos en rojo, acelera a fondo en luz amarilla,  tira una bolsa con el corazón de una piña  a la calle, tira la basura de su casa en los caños, no hace filas, sentencia que el cinturón de seguridad es una cosa  que solo usan los gringos.  Uno se vuelve a preguntar si está hablando con el que es.

Guillermo lo entiende. Es un gaje del oficio. Uno  que puede resultar molesto. Los personajes que le llegan al público son capaces de borrarles la identidad propia a sus autores. Así, por ejemplo, Andrés Parra no volverá a ser recordado como  Andrés sino como Pablo Escobar. Así, también,   Philip Seymour Hoffman será por siempre Capote. Igualmente Guillermo Piedrahíta será el Vivo Bobo que sale en televisión como espejo de nosotros mismos, de nuestros malos  hábitos cotidianos en las calles de Cali.

Detrás de eso, en su caso,  parece esconderse una verdad irrefutable:  un minuto en televisión es más poderoso que 40 años de teatro. El actor  es conocido en la ciudad  por el Vivo Bobo y no por su trayectoria artística.

Guillermo Piedrahíta nació en Cali el 24 de agosto de 1945. Tiene, entonces, 67 años y ni una sola cana. Su cabello  está tinturado de negro completamente y supongo que es por la reaparición del Vivo Bobo este mes, noviembre de 2012,  después de 15 años de haber salido en la pantalla.    

Desde niño,  “como un germen”, dice Guillermo, el  teatro estuvo  arraigado en su vida. En la  casa familiar del barrio Santa Rosa montaba obras, hacía dibujos que presentaba en la sala como si fuera  cine. En el colegio, el San Luis Gonzaga, sin embargo, nunca hizo teatro. Fue después de graduarse del bachillerato e ingresar a la Escuela de Bellas Artes que dirigía Enrique Buenaventura cuando  el asunto ya era en serio y sus papás, don Julio Hernándo y doña María Margarita, se preocuparon: querían que fuera doctor. No necesariamente médico, sino un doctor en algo. Porque la vida del actor de teatro, le decían, es incierta. A veces se tiene dinero en el bolsillo y muchas no.  Él insistió y hoy piensa que es un hombre rico, afortunado: hace lo que le gusta, enseña lo que le gusta. En las mañanas dicta clases de teatro en Bellas Artes.

Y a Bellas Artes, siendo un muchacho,  entró sin saber muy bien por qué.  Tal vez el ambiente cultural  de la época lo empujó a tomar esa decisión. Estaba, por ejemplo, el Festival de Arte en pleno apogeo. Estaba, también, el Movimiento Nuevo Teatro y por otro lado Gonzalo Arango y sus secuaces poetas impulsando el Nadaísmo. El maestro Enrique Buenaventura ya empezaba a ser el maestro del teatro. También el  de Guillermo. No solo en el arte, sino en la vida. Guillermo dice que es su referente. De él aprendió, entre otras mil cosas,  el compromiso que se debe tener con el oficio, la pasión, la entrega diaria.

Con el maestro Enrique, Guillermo participó en la fundación del Teatro Experimental de Cali, TEC. Fue su gran escuela.  Allí estuvo casi 25 años. Después fue encargado de dirigir el Teatro El Taller  de Cali. Lo sigue haciendo.

Y en tanto tiempo ha hecho de todo en las tablas. Fue soldado en la obra Soldados, inspirada en un episodio de la novela La Casa Grande de Álvaro Cepeda Samudio; fue  gringo en la obra La Denuncia;  mendigo en La Orgía de Enrique Buenaventura; dictador en El dictador de Copenhague de Martha Márquez, uno de sus papeles más recientes y más difíciles: son dos horas de actuación permanente y tuvo que aprenderse de memoria dictados enteros, con puntos, comas, paréntesis.

Y claro, el Vivo Bobo. El personaje se creó en la  primera alcaldía de Rodrigo Guerrero que arrancó en 1992. El concepto de lo que debía ser el Vivo Bobo fue de Blanca Isabel Moreno, guionista, productora, documentalista, creadora del Archivo del Patrimonio Fotográfico y Filmico del Valle, y Fernando Berón, su esposo  y publicista.

Era la época de la influencia del narcotráfico. Los mafiosos y sicarios se volvieron insoportables en las calles, agresivos. Si se les pitaba respondían con un madrazo (o un balazo),  lanzaban una frase que se volvió repetida, famosa:  vos no sabés quién soy yo. Tampoco hacían fila porque eran los berracos, los poderosos.
El civismo se fue desdibujando. Muchos ciudadanos empezaron a imitar ese comportamiento.
El Vivo Bobo llegó para ridiculizarlos. El personaje representa al caleño que se acostumbró a la cultura del atajo, del no esfuerzo. Hay trancón, entonces me meto en contravía. El tarro de la basura está en la esquina, mejor la boto aquí  en el andén.

También es la representación del ciudadano que se preocupa solo por sí mismo y no por los demás. Saco la basura de mi casa, la tiro a un caño, me importa un pito las inundaciones. Vivo Bobo.

El personaje  se burla de todo aquello.  Y Guillermo, dice Fernando Berón, es un maestro de la comedia, que es una manera de distanciarnos de lo que nos pasa y de lo que somos  para reflexionar. Esa ha sido la clave para que  Cali entera se haya apropiado del personaje, desde Ciudad Jardín hasta Aguablanca. Esa es la razón para que el alcalde Rodrigo Guerrero, en esta, su segunda administración, haya decidido educar a la ciudad de nuevo con ese  personaje tan familiar para todos.  Como un hermano, como un tío.

Educar, digo, por un lado en las vías pero también en las casas.  Alguien tiraba  un papel en el andén o dejaba su carro sobre las cebras de los semáforos y lo avergonzaban con un grito:  ! Vivo bobo!
Alguien, en casa, dejaba dentro de la nevera un sorbo de jugo en una jarra  para no lavarla y también:! Vivo bobo!

 El personaje tuvo el  poder de transformar, en parte, en una época, una ciudad y todo mientras  nos reíamos de nosotros mismos.

Tal vez Guillermo no lo dimensione. Es el que transforma con la risa.




miércoles, noviembre 07, 2012

Sonido Bestial


Este 8 de noviembre el Festival de Cine de Cali abre su programación con un documental sobre dos ídolos de la ciudad: Richie Ray y Bobby Cruz. Atrás de aquello se esconde una historia de persistencia. Sus directores, Sandro Romero y Sylvia Vargas, tardaron once años en terminarlo y ahora, por fin, se pueden dar un gusto espléndido: escuchar las canciones de esos genios de la salsa sin pensar que están trabajando. Este, un diálogo con Sandro, profeta en su propia tierra.


Santiago Cruz HoyosReportero de El País


Hablaron con Bobby Valentín, bajista, y con Manuel Hidalgo 'Mañengue', percusionista; hablaron con Johnny Pacheco, ese músico, productor y figura de la Fania All Stars y con Miki Vimari, vocalista; hablaron también con Rafael Viera, Pablito ‘El Indio’ Rosario y Rafael Quintero, coleccionistas de música; con Angie Ray, esposa de Richie Ray, y con Rose Cruz, esposa de Bobby Cruz; con Gangán y Gangón, hermanos gemelos de Bobby, con Pacífico Maldonado, padre de Richie. 

Con ellos y tantos más: Umberto Valverde, escritor y salsero; Tony Pepsi, amigo de juventud de Richie y Bobby; Luis García, director musical; Manolito y 'El pirata' Cotto, campana y timbales respectivamente; Polito Huertas, bajista; Richie Viera, mánager.


Y claro, con Richie Ray y Bobby Cruz, los protagonistas del documental. Los grabaron en conciertos, en ensayos, en sus casas, en sus iglesias. Sí, esos genios de la salsa, autores de canciones inmortales como ‘Sonido Bestial’, ‘Pancho Cristal’, ‘Bomba Camará’, ‘Agúzate que te están velando’, siguen siendo pastores evangélicos en Estados Unidos aunque no han dejado de cantar. Al cristianismo se convirtieron en 1974. Primero Richie. Después Bobby. Antes ya eran leyendas. Antes se habían conocido en el High School of Performing Arts de Nueva York, habían fundado la Orquesta de Richie Ray y Bobby Cruz. Los llamaron 'Los reyes de la salsa'.

Entonces, volvamos, tardaron once años para terminar el documental. Uno que se les convirtió a Sandro Romero (Cali, 1959) y Sylvia Vargas (Bogotá, 1964)- sus directores - en una cuestión de honor. Los obstáculos no fueron el material, las múltiples entrevistas, las imágenes, no. La demora más bien - nunca lo imaginaron- fueron los derechos musicales. También un problema común en el cine, la plata. Por poco tiran la toalla, la oportunidad de que viéramos en la pantalla la intimidad de esos históricos de la salsa estuvo a punto de esfumarse. Pero de eso ya hablará Sandro. De esa historia de persistencia.

El caso es que ya está listo. Y que Sonido Bestial, el documental en el que se narra la vida de Richie Ray y Bobby Cruz, será estrenado este 8 de noviembre en la apertura del Festival de Cine de Cali, justo la ciudad que ayudó a edificar su mito.

Ahí, en el lanzamiento, estarán presentes Sandro Romero, Sylvia Vargas, Etienne Boussac, coordinador de postproducción. También ellos, el foco de todo: Richie y Bobby. ¿Se atreverán a cantar? Quién sabe. Sandro habla.

“Para nosotros, estrenar en Cali es un acto más que simbólico. Creo que este ha sido el primer gran premio a ‘Sonido Bestial’: abrir el Festival de mi ciudad natal es un triunfo para la película. Porque, aunque he sido amigo de Luis Ospina, el director del Festival, conozco sus criterios y él no se basa en las complicidades gratuitas para programar un evento que está en la mira de tanta gente. Si la escogió es porque se siente satisfecho con los resultados y le parece que es la mejor manera de abrir un evento que, poco a poco, le tiene que ir perteneciendo a todos los caleños. Espero que el Dios de Richie Ray y Bobby Cruz nos bendiga a todos”.

Sandro, usted dijo que se hace un documental para contar la historia que se conoce de memoria pero también para averiguar un secreto. ¿Cuál fue el secreto que encontró con Sylvia Vargas en Sonido Bestial?

Encontré las imágenes perdidas de la banda sonora de nuestras vidas que, al menos en mi caso, no tenían rostro. O, por lo menos, no tenían rostros en movimiento. A Richie y a Bobby los conocíamos a través de las carátulas de sus discos, a través de la literatura y, sobre todo, a través de sus canciones. Pero el hecho de recuperar un material de archivo, el hecho de entrevistarlos y, sobre todo, el hecho de filmarlos mientras nos contaban sus secretos musicales, se convirtió en un tesoro generacional único y de cierta manera irrepetible.


¿Cuál es el día exacto en que decide hacer un documental de Richie Ray y Bobby Cruz? ¿Cuánto tiempo le dedicó, cuántos países visitó, cuántas veces no durmió, cómo se hizo el documental?

En una fiesta en mi casa, donde sonó toda mi colección de discos de Richie Ray, Sylvia Vargas – una vieja amiga que había estudiado producción de cine en Francia, en la FEMIS – me propuso que si ella hacía el contacto con Richie y Bobby hacíamos una película sobre los músicos. Le dije que sí sin creer mucho en el asunto. Pero un par de meses después ella me llamó desde Europa, me dijo que ya había hablado con ellos, que estaban de acuerdo y que deberíamos viajar a New York el 20 de julio de 2001, pues ese día iban a tocar en el Carnegie Hall y les parecía el momento para empezar. Allí comenzó todo.

Es decir, han sido once años desde que filmamos las primeras imágenes hasta que hicimos la primera copia en 35 milímetros. Estuvimos en New York, en Miami, en San Juan, en Bayamón y en Hormigueros (Puerto Rico), en París, en Cartagena, en Cali, en Medellín, en Bogotá, en Barranquilla. Y editamos la primera versión en Barcelona con un editor suizo (Marius Wehrli). La etapa de postproducción la hicimos con un caleño franco alemán llamado Etienne Boussac. Toda una aventura internacional. El proceso de realización del documental fue fascinante. La pesadilla estuvo en torno al proceso de negociación y a los asuntos legales. Excluyendo de aquí, por supuesto, a Richie y a Bobby, quienes siempre fueron estupendos colaboradores y siempre tuvieron momentos muy especiales con nosotros, a pesar de sus apretadas agendas. De todas formas, hacer una película es un asunto de muchísima paciencia (son más las películas que no se hacen que las que se hacen) y prefiero olvidarme de las cosas negativas, porque lo que importa son los resultados.

Pero tardaron años, Sandro. Años. Hubo muchas dificultades para cantar victoria. Hablemos de eso. Hablemos por ejemplo de los derechos musicales. De eso y de los otros obstáculos que se superaron para que podamos ver Sonido Bestial en el Festival de Cine de Cali. La plata, además...

El cine no se demora tanto. Pero hay películas que se tardan muchísimos años para que lleguen a feliz puerto. Muchos más que los que nos hemos tardado para hacer Sonido Bestial. En el caso nuestro, fuimos armando la película en la medida de nuestras posibilidades económicas y, cuando llegamos al asunto de los derechos musicales (editoriales y fonográficos) tuvimos muchos obstáculos, puesto que la gran mayoría de canciones que utilizamos pertenecían a la primera época de Richie y Bobby y muchos de esos temas no se sabía a ciencia cierta a quién le pertenecían. Fue una verdadera cacería. Fania cambió varias veces de dueños y tocaba siempre negociar desde el principio y hasta que todo no estuviera muy claro no podíamos decir que teníamos una película. Hubo que cambiar canciones a última hora por estas razones y rearmar lo que habíamos editado en Barcelona, porque llega un momento en el que uno no hace la película que quiere sino la que le dejan hacer. Finalmente, tuvimos la suerte de ganarnos un premio de postproducción con Proimágenes Colombia y, gracias a este estímulo, la película llegó a buen final.

Hablemos de los otros protagonistas de esta historia. ¿Es verdad que Richie Ray y Bobby Cruz inventaron el término ‘salsa’ para su música?

Esta es una historia que Bobby cuenta en el documental. Según su versión, el término nació en 1967, en una entrevista que les hicieron en Venezuela, en la que Richie dijo que la música que ellos hacían era un 'ketchup'. Aunque hay muchas versiones con respecto al origen del término, la historia de Bobby es fácilmente comprobable, si recordamos que, en aquel tiempo, el álbum `Los durísimos' tuvo como subtítulo la frase 'Salsa y control' como apoyo comercial (según Bobby, en Venezuela terminaron diciéndole 'salsa' a la música rápida y 'control' a los boleros). Poco a poco, el término se fue generalizando.

¿Y qué hizo que se convirtieran al cristianismo? Incluso son pastores...

Según sus respectivas versiones, tocaron fondo en 1974 y Dios “les habló”, primero a Richie y luego a Bobby. Todo lo cuentan en detalle en el documental. Aunque nuestro interés giró en torno a la construcción del mito, a lo que sucedió antes de 1974.

Sé que lo vamos a ver en Sonido Bestial, pero a manera de adelanto: ¿cómo viven hoy esos ídolos de la salsa?

Ambos viven en Miami, con sus respectivas esposas. Y, con el paso de los años, han sabido regresar a la salsa que los volvió grandes. Han sabido combinar su actividad religiosa con los conciertos. Tengamos en cuenta que ellos duraron más de 20 años retirados de los escenarios de la rumba. Y regresaron apoteósicamente. El mito seguía intacto. Todo el público salsero de América Latina los adora.

¿Cómo es la historia de 'las pintas' de Bobby? Dicen que se preocupa al extremo por su forma de vestir, por su pelo...

A él siempre le ha interesado el mundo de la moda. De hecho, cuando los filmamos en el concierto del 40 aniversario, existía una 'Bobby Cruz Collection'. El día en que Bobby vio el corte final de la película, comentó que nunca se ve con un look similar. Siempre tiene algún cambio en el pelo, en el estilo de su ropa. Para él, su presencia y su elegancia es tan importante como su voz.


¿Cómo son ellos, Sandro? ¿Cómo definirlos?

Richie es un obrero de la música. Es lo único que le interesa realmente: estar sentado (o de pie) frente a un piano. Aunque es pastor de una iglesia, no habla demasiado del tema, a no ser que esté frente a un auditorio. Pero en privado es una persona jovial, un tanto reservado. Tengo la impresión de que siempre viven de afán. En cuanto a Bobby, tiene la personalidad del 'front man'. Aunque no es un cantante que se mueva ni baile, tiene autoridad, le gusta ser simpático y es extrovertido. A veces se entrega a prolongados silencios, pero siempre sale a flote. Es mucho más vehemente en el tema religioso. Aunque nunca es impositivo.



Hablemos un poco de su intimidad, de su cotidianidad. Describirlos en la vida diaria. Como gustos. Como rutinas.

Ellos tienen muy bien compartimentada su vida: ellos son 'Richie Ray & Bobby Cruz' cuando están juntos viviendo para la música. Cuando esto se termina, cada uno toma por su lado. Cada uno tiene sus respectivas iglesias, sus respectivas familias y sus respectivos universos muy bien separados. Sus casas son las típicas viviendas de dos latinos muy bien instalados en los Estados Unidos. Pero la música no está allí colgada por todas partes, salvo por el piano que reina en la casa de Richie. Quizás la mayor sorpresa uno se la lleva en las iglesias, porque uno no está acostumbrado a pensar en ellos en términos religiosos, sino que el fanático piensa en ellos en términos de rumba. Pero ambos son muy poco rumberos, salvo cuando se suben al escenario.

¿Y en realidad se sorprenden de su grandeza, de su reconocimiento en Colombia? Pero si son genios…

Ya no se sorprenden, porque ya saben lo que pasa en Colombia, especialmente en Cali, cuando pisan nuestros escenarios. Pero sí fue desconcertante para ellos el hecho de saber que, en 1968, en una ciudad tan lejana, pudieran adorarlos de la manera en que lo hicieron los jóvenes bailarines de la época. Y este sentimiento sigue intacto.

Para terminar Sandro, volvamos a usted. En realidad todo esto se trata de un asunto de pasión. El documental es producto de una pasión por Richie Ray, Bobby Cruz. Hablemos un poco de eso, la música. ¿Qué genera la salsa de Ray y Bobby en Sandro?

La música de Richie Ray y Bobby Cruz comenzó siendo para mí una pasión muy privada. Yo no oía sus discos en la calle. Los oía en mi casa. Aunque lo que más me gustaba era la música clásica y el rock, poco a poco me fui entusiasmando con sus discos gracias a los prodigiosos arreglos de sus canciones. Luego, cuando descubrí el cine-club de Cali y, sobre todo, cuando leí 'Bomba camará' de Umberto Valverde y '¡Que viva la música!' de Andrés Caicedo, me di cuenta de que se trataba de un asunto generacional.

De allí en adelante, las canciones de Richie Ray y Bobby Cruz han estado rabiosamente presentes en la banda sonora de mi entorno. En Cali, en Bogotá, en Europa. Teníamos una deuda con ellos y alguien debería pagarla, más allá de las fiestas o de la literatura. Ahora bien: siempre he sido un cinéfilo y he trabajado en muchas producciones del llamado 'Grupo de Cali', especialmente con Carlos Mayolo, Carlos Palau y Luis Ospina. Aunque se trataba de una película codirigida, hay en ella todo un espíritu de amor por el cine que nos es común y tácitos homenajes a grandes momentos del documental de música (de 'Gimme Shelter' de los hermanos Maysles a 'Nuestra cosa latina' de Leon Gast) que convierte a Sonido Bestial no en un concierto filmado sino en un trabajo cinematográfico cuyo tema es la vida de dos leyendas vivas de la salsa.

Usted escribió que es un “fan fatal” de Richie y Bobby. Uno que hace que los cantantes le estampen la firma como en 30 álbumes. ¿En realidad cuántos discos de ellos tiene? Y, si no estoy mal, usted fue víctima de un robo. ¿Cuántos se perdieron ahí? ¿Cuánto de usted se perdió ahí?

Hasta el momento, Richie y Bobby han sacado más de ciento diez álbumes. Filmamos todo el concierto que hicieron cuando lanzaron el disco número cien en Bayamón (Puerto Rico). De todos esos discos, creo que tengo unos setenta. Por fortuna, cuando se robaron mi colección de música, sólo se llevaron los CD. Los acetatos allí quedaron. Y los grandes tesoros de su música los tengo en acetatos. Por lo visto y por fortuna, los ladrones no tenían alma de coleccionistas.

La última: a todas estas, ¿cómo es vivir después de que ese asunto de honor personal, el documental, está listo? ¿Cómo es vivir sin aquel 'piano' encima?

Las películas no se terminan cuando están en las latas. Allí comienza una nueva etapa. Ahora tenemos que enfrentarnos a un público y ver qué recepción va a tener todo este asunto. Tanto Sylvia Vargas como yo, que vivimos ahora en mundos muy diferentes, seguiremos en esta nueva etapa de Sonido Bestial. Pero eso formará parte de otro viaje. Por lo pronto, lo que más nos interesa es saber qué va a pasar en el Festival Internacional de Cine de Cali. En mi caso personal, puedo decirte que ya puedo volver a oír la música de Richie y Bobby sin pensar, al mismo tiempo, en que estoy trabajando.



jueves, noviembre 01, 2012

Aquel día en que la muerte bajó del cielo






El 24 de octubre de 2012 se cumplieron diez años de una tragedia: un rayo mató a Herman ‘Carepa’ Gaviria y Giovanni Córdoba, en el Deportivo Cali. Memoria.



Por Santiago Cruz Hoyos
Reportero de El País
Fotos: Rodrigo Cicery



Era jueves. 24 de octubre de 2002 exactamente. Freddy Hurtado, lateral del Deportivo Cali, trotaba alrededor de la cancha de entrenamiento del equipo. Estaba lesionado. Quizá, en todo caso, en esa práctica podría hacer algo de fútbol. Quizá podría ser titular el domingo.

El cielo era gris, nublado. De pronto empezaron a caer las primeras gotas de lluvia. Eran gotas gordas, pesadas, pero apenas eran gotas. Freddy recibió una orden de Hernando Arias, el preparador físico: hacer los ejercicios bajo techo, en el gimnasio. Estaba en tenis. Resbalarse por el pasto húmedo podría agravar la dolencia.

Obedeció. Mientras tanto, en la cancha, el equipo titular se enfrentaba al suplente. Las gotas seguían cayendo. El cielo se iluminaba debido a algunas descargas eléctricas. “Culebrillas”, escribió el periodista deportivo Francisco Henao. El balón, sin embargo, siguió rodando, nadie se preocupó. De repente se desató el aguacero. Estalló el trueno.

Freddy, ahora, está al teléfono. Freddy, ahora, juega para el Envigado Fútbol Club. Como regla, jamás permanece en una cancha cuando escucha un rayo, así el técnico de turno se pare en la cabeza y le exija lo contrario. Desde aquel jueves, explica, siente por la naturaleza un respeto reverencial.

El trueno, sí. Lo primero que hizo fue agacharse, cubrirse, como si el sonido fuera más bien el de una bomba, una que lo dejó aterrado. ¿Cómo explicarlo mejor? Así, como ese rayo de espanto, cree, debe sonar el fin del mundo. Lo primero que pensó fue justamente eso, que todo se había acabado.

Se repuso del susto y se asomó de inmediato por una ventana. Los 22 jugadores y el cuerpo técnico, liderado por Óscar Héctor Quintabani, estaban tirados en el suelo, aturdidos. Poco a poco se fueron levantando y corrían para resguardarse. Dos no se movían: Herman ‘Carepa’ Gaviria y Giovanni Córdoba. Ambos murieron. Córdoba jugaba con el número 22. Freddy Hurtado juega desde entonces con el número 22. Es un homenaje dominical y sagrado para quien fue su mejor amigo.


II



Algunos, cuando se les comenta el asunto, se sorprenden: ¿ya, tan pronto, pasaron diez años de la muerte de ‘Carepa’ y Giovanni? Resulta que existen algunas tragedias que pese al paso del tiempo no se van de la memoria.

El 24 de octubre de 2002 Cali era un caos. El aguacero, por un lado. El tráfico atascado por el aguacero. La noticia de la muerte de ‘Carepa’. La noticia de Giovanni Córdoba a punto de morir, apenas lo mantenían en este mundo las máquinas, apenas aguantó hasta el domingo. Giovanni Hernández, otra figura del equipo, también estaba en el hospital debido a un shock nervioso. ‘Chumi’, delantero, se recuperaba.

Mientras tanto, en las redacciones de periódicos y noticieros se discutía: ¿vale la pena publicar la imagen de los cuerpos aporreados por el rayo? ¿Acaso no basta —pensando en las familias— contar la noticia sin primeros planos que mostraran uniformes y pieles chamuscadas, que mostraran humo saliendo de las narices?

También había hinchas que lloraban y con ellos gente que ni siquiera seguía al fútbol igualmente sorprendida por esas muertes insospechables. ¿A quién se le ocurre que va a morir por un maldito rayo mientras corre en un campo de fútbol?

La ciudad, entonces, estaba tan aturdida como las víctimas del trueno. La noticia emitida una y otra vez nos hacía recordar lo débiles que somos, lo efímeros que somos. Además, que un ídolo desaparezca de tal manera, tan de repente, de un solo golpe, asusta aún más, la sensación de desprotección crece. El rayo recordó lo que dicen los viejos: para morir simplemente basta con estar vivo, respirar un poco.



III


En honor a Herman ‘Carepa’ Gaviria, dice su hermano Farley, fundó una escuela de fútbol en Apartadó, Antioquia, que lleva su nombre. Es una manera de homenajearlo, conservarlo en la memoria del país, sobre todo en las nuevas generaciones de futbolistas.

En honor a Giovanni Córdoba, dice su hermano Jefferson, familia y amigos juegan un partido cada 31 de diciembre. Un partido en honor a Giovanni y a Hernán Córdoba, otro de los hermanos, futbolista, que murió el 20 de septiembre de 2009 también de forma trágica. Ese día jugó con el Atlético Huila, marcó un gol, fue figura, en la noche iba manejando su auto desde la ciudad de Neiva hasta el municipio de Rivera, cuando se estrelló con un bus y el carro se incendió. En el accidente falleció otro jugador: Mario Beltrán.

En vida, recuerda Jefferson, ambos hermanos organizaban ese juego de fin de año. Un equipo, ‘Los casados’, lo lideraba Giovanni. El otro, ‘Los solteros’, lo lideraba Hernán. Mantener la tradición es, también, mantener la memoria. En las camisetas de los equipos, es la idea para diciembre próximo, estarán estampadas las fotos de los futbolistas.

En todo caso, para este décimo aniversario de muerte, las familias Córdoba y Gaviria no han planeado nada especial. No es que se olvide la fecha, no, por supuesto, pero no hacer nada es una manera de ignorar la tragedia, seguir de largo a pesar de todo. Además, es preferible recordar cómo eran en vida sus seres queridos que recordar el fatídico rayo. ‘Carepa’ era salsero, dice Farley; Giovanni, fan de Michael Jackson, dice Jefferson y sonríe.


IV


En la historia aún hay un capítulo que no termina. La viuda de Herman Gaviria, Noemí Guerra, demandó al Deportivo Cali por la muerte de su esposo.

Según la demanda, la institución fue negligente. La cancha, en las instalaciones de Pance, donde entrenaban los jugadores, no tenía pararrayos el día en el que sucedieron los hechos. Además, se continuó con la práctica deportiva a pesar de la lluvia.

De lado y lado los argumentos son contundentes: ‘Carepa’ murió en su lugar de trabajo; que alguien muera por el poder de la naturaleza se sale de todo control.


El Deportivo Cali fue absuelto de pagar la indemnización, once mil millones de pesos. El abogado de la viuda, Aurelio Jiménez Callejas, instauró, sin embargo, un recurso de casación ante la Corte Suprema de Justicia. El fallo definitivo, calculó, se conocerá en diciembre.

Se trata, el abogado, de un hombre valiente. Habló del caso muy tranquilo, muy lúcido, cuando apenas faltaban dos horas para que lo operaran del corazón.


V

- ‘Geo’ era un hombre callado. Hablaba lo necesario, pero cuando lo hacía, era para hacer reír a todo el mundo.

Freddy Hurtado, su mejor amigo, sigue en el teléfono. Un año entero, dice, soñó con Giovanni después de su muerte, un año.

Y la tragedia fue una lección para el fútbol. En los entrenamientos de los equipos colombianos, en los partidos, se suspenden las prácticas cuando el cielo se ilumina con las descargas eléctricas. Freddy dice que al profesor Quintabani lo marcó para siempre ese jueves. La basta ver nubes oscuras, amagos de lluvia, para que termine los entrenamientos.

En la sede de entrenamiento del Deportivo Cali, por cierto, está prohibido entrenar en días de truenos. Cuando eso pasa, cuando se avistan las descargas eléctricas, suena una alarma. Esa alarma es advertencia, pero también memoria de las glorias desaparecidas.

El profesor Fernando ‘Pecoso’ Castro hace lo mismo. Incluso, en un partido oficial, cuando dirigía al América, salió furioso del banco, manoteando, sacando a sus jugadores del campo hacia el camerino, mientras increpaba al árbitro. Era domingo, había una tormenta en Cali y, sin embargo, el juez seguía adelante con el juego. Ante la reacción de ‘Pecoso’, el árbitro, ese ‘dios todopoderoso’ de la cancha, bajó la cabeza.