miércoles, mayo 16, 2012

El intérprete de 'Dios'



Entrevista
Publicado en Estados Unidos, España y en toda América Latina, ‘Messi’ es el perfil de ese jugador de fútbol que mejor se conoce como el ‘Hijo de Dios’. Hablamos con su autor, el periodista argentino Leonardo Faccio.




Por Santiago Cruz Hoyos
Texto publicado en la Revista GACETA - El País
Foto cortesía Cécile Carrez


Se ha comprobado. La Santísima Trinidad no proviene del cielo. La Santísima Trinidad vino de Argentina: ‘Dios padre’, Diego Armando Maradona; ‘Dios hijo’, Lionel Messi; ‘Dios Espíritu Santo’, aún por descubrir. Los cazatalentos del Fútbol Club Barcelona ya trabajan en ello.

Parece que solo los nacidos en tierras gauchas tienen la posibilidad de recibir el título de Todopoderosos. Ni siquiera un brasilero que, dicen, ha sido mejor que ellos -o por lo menos ha estado en el mismo nivel- ha sido llamado ‘Dios’. A Pelé le asignaron un distintivo terrenal, mundano. Lo llaman ‘el Rey’.


Tal vez eso se debe a que Edson Arantes do Nascimento no registra milagros comprobables. Maradona, por ejemplo, tiene la mano de ‘Dios’ y en Argentina es santo de su propia iglesia, la Iglesia Maradoniana. Messi, por su parte, está rescatando a los ateos del camino de la perdición para convertirlos a su fe, el fútbol de otro mundo.

El testimonio de tal milagro lo dio, en pleno partido del Barcelona, un hincha. En una pancarta escribió: “Messi, no creía en Dios hasta que te conocí”. En Facebook hay una página que se llama igual.

Para que entendamos a ese Creador que transforma incrédulos en seguidores de su dribling ha surgido, también de tierras argentinas, un traductor de su personalidad.


El intérprete de Lionel Messi se llama Leonardo Faccio. Nació en 1971 en Buenos Aires. Es cronista. Sus historias se han publicado en los periódicos El Mundo, El País, La Vanguardia, El Periódico de Catalunya, El Mercurio.


También en las revistas Altaïr, Elle, Rutas del Mundo, Internazionale, SoHo, Etiqueta Negra, Travesías y Gatopardo.


Una vez alquiló su cuerpo para un laboratorio que necesitaba probar los efectos de un calmante para el dolor, Tramadol. Tuvo que llegar temprano y en ayunas. Le pagaron 500 euros y salió de mal genio, con dolor de cabeza. La crónica de qué se siente rentarse y ser un conejo de pruebas hambriento la tituló ‘El humanitario negocio de alquilar tu cuerpo para el progreso de la ciencia’ y hace parte del segundo tomo de la antología de crónicas ‘Lo mejor del periodismo de América Latina’, de la Fundación Nuevo Periodismo.

Faccio vive en la ciudad de Messi, Barcelona. Faccio tardó nueve meses para entrevistarlo durante 15 minutos. Faccio lo observó un año después mientras filmaba un comercial de televisión; Faccio lo siguió en 2011 hasta Suiza, a la ceremonia de entrega del Balón de Oro, donde Lionel llegó vestido con un traje que lo hacía ver como mesero y Gerard Piqué bromeaba:


- Señor Leo, por favor sírvame una Coca-Cola, le dijo. Sonrieron.


Faccio habló con los abuelos de ‘Dios hijo’, con sus amigos, con sus hermanos, con sus profesores, con sus representantes, con sus entrenadores. Faccio escribió primero un perfil que se publicó en Etiqueta Negra y después un libro que acaba de llegar a Colombia, ‘Messi, el chico que siempre llegaba tarde, y hoy es el primero’. Ahí, en 192 páginas, nos cuenta cómo es ‘Dios’.

Messi es mimado. Messi es tímido. Messi, capaz de entretener a millones de personas, se aburre cuando no está en una cancha. Messi sonríe si le regalan lociones. Messi vive cada derrota como si fuera el fin del mundo. Messi come chicle antes de salir al campo. Messi, cuando se enfada, se encierra en silencios tensos. Messi se enfada si dudan de sus capacidades. A Messi le gusta tomar la siesta todos los días. A Messi no le gusta leer. Messi, el jugador que a veces también aburre porque en la cancha todo le sale perfecto, cambia, se sigue transformando.


Leonardo, ¿cómo definir a Messi?

Messi tiene muchos matices. Explicarlos me demandó tres años de trabajo. Para ser breve puedo decir que Messi protagoniza una paradoja común entre prodigios: debe asumir responsabilidades de adulto sin perder la energía creativa que solo tienen los niños cuando juegan. Esta exigencia, si bien no define, condiciona su personalidad.



Necesita que lo mimen, ¿no? Como cuando Guardiola lo dejó por fuera de un juego y Messi no fue al entreno. Necesita que lo mimen pero tiene un carácter que expresa con silencio...

Sí. Messi se expresa más con silencios que con palabras. La escena que usted menciona lo describe: fue una mañana de 2009. El primer equipo del Barça estaba listo para entrenar y Messi no se había presentado. Pensaron que estaba enfermo. Después supieron la verdad: dos días antes Guardiola no lo había puesto en un partido contra el Sevilla y Messi se ofendió. Podrían haberlo sancionado. Guardiola, en cambio, no volvió a dejarlo sin jugar y echó del equipo a los delanteros que le disputaban su puesto: Ibrahimovic y Eto’o. Luego Messi fue el goleador de la Champions durante tres temporadas. Sus goles también son una forma de opinar con la boca cerrada.


No sé si ganar tanto sea una amenaza para él. Es decir: ya ganó Champions, Liga española, el Balón de Oro. Le falta ganar con la Selección Argentina. Pero si llegara a ganar con la Selección, ¿qué más podría ambicionar?

No creo que tenga un límite. Veo a Messi como a un chico con una misión de vida. El éxito o el fracaso en el campo puede reportarle tanta felicidad como tormento. Lo hemos visto: Messi vive un duelo en cada derrota. Sigue llorando cuando pierde. Al llegar a Barcelona centró sus energías en el fútbol y construyó su identidad en torno al balón. Su estado anímico depende del fútbol y las dificultades que pudieron truncar su carrera –su problema para crecer, los efectos del desarraigo, lejos de desanimarlo parece que lo fortalecieron. La adversidad es su hábitat y es cierto que con la Selección Argentina tiene una deuda pendiente. Pero también es verdad que el fútbol siempre presenta nuevos desafíos.


¿En qué momento se decidió a escribir sobre Messi?

Empecé a seguirlo a finales de 2008. Mi editor, el director de la revista Etiqueta Negra, Julio Villanueva Chang, me dijo: “de Messi se hablará mucho y sabemos muy poco”, y me propuso retarlo. Yo nunca fui aficionado al fútbol pero acepté el desafío porque veía muchas ilusiones depositadas en Messi. Su juego afecta el estado de ánimo de millones de personas, y ese poder inestable de los ídolos populares siempre me interesó. Luego se produjo una reacción en cadena. El perfil publicado en Etiqueta Negra llamó la atención del director de la editorial Debate, Miguel Aguilar, y al poco tiempo estaba trabajando en el libro.


Messi apenas le dio 15 minutos de entrevista. Messi, además, habla poco. Para un periodista es un personaje lejano, está protegido. Es difícil escribir, descifrarlo, estando tan blindado. ¿Pensó en renunciar al proyecto ante la dificultad de acceder al personaje?

Nunca pensé en renunciar al proyecto. Sabía que Messi habla poco y como antídoto a la frustración partí con una idea más o menos clara: no quería que a Messi lo limitasen sus propias palabras. De modo que lo entrevisté una vez, observé con detalle sus gestos en varias oportunidades y luego construí un relato coral con su entorno cercano. Hablé con más de cien personas: amigos, familia, maestras, entrenadores. Messi seguía mis pasos desde su teléfono móvil. Incluso participaba con mensajes de texto. Los códigos del chat electrónico son un recurso ideal para los tímidos como él. Messi fue más expresivo vía SMS que en persona.


El libro está dividido en tres partes, tres años, tres encuentros distintos: 2009, 2010, 2011. ¿Cómo realizó la reportería? ¿Cómo tejió el libro?

Messi se demoró nueve meses en concederme una entrevista. De modo que la reportería fue lenta, pero también vertiginosa. Durante los tres años en que seguí su vida -2009, 2010 y 2011-, Messi batió todos los récords con el Barça y llegó a lo más alto, hasta ahora, de su carrera. Fui afortunado en ese sentido. El tiempo real tenía el dramatismo suficiente para mantener la tensión del relato y decidí respetarlo.

En cada parte del libro me centro en episodios representativos de su vida pública para luego contrastarlos con escenas de su mundo privado. En la entrevista que tuve con él cara a cara, por ejemplo, me introduzco en su lenta vida de rutinas, que contrasta con el chico impredecible que todos vemos en el campo.

Digamos que por su carácter humilde, a veces Messi nos hace creer que ciertos momentos extraordinarios de su existencia son parte de la normalidad, y yo me propuse darles, por contraste, un nuevo valor. Lo hago en la segunda parte del libro, donde cuento los entretelones de la grabación de una publicidad de botines. Esa escena evidencia el actual éxito comercial de Messi, y está contrastada con la incertidumbre que vivió durante sus primeros años en La Masía del Barça.

La entrega del Balón de Oro que lo consagra a nivel mundial, la narro -en la tercera parte- en secuencia paralela con sus días de infancia y preadolescencia en Rosario (donde nació). Los tiempos contrapuestos creo que cargan de significado a los hechos. Otro motivo para mantener esta estructura está relacionado a la forma: el fútbol es el más popular de los deportes y el libro debía ser para un público muy amplio, de modo que elegí un género con origen popular como referencia: la ópera. A cada parte-acto le corresponde un tiempo diferente: allegro, adagio y presto. Supongo que puede leerse como una ópera ‘non fiction’.


Messi es un personaje difícil de traducir. No va a dar lo que daría, por ejemplo, Maradona, Bilardo. Su vida, además, es ¿cómo decirlo?, tan normal. En la cancha, claro, es otra cosa. ¿Cómo contar una historia de largo aliento con un personaje plano como Messi?

Messi se mueve, crece y yo quería retratarlo en acción. Ese fue mi primer desafío. No tiene sentido fijar en bronce la vida de un chico de 24 años y en permanente cambio. Por eso escribí un perfil y no una biografía. Las biografías suelen subordinar los rasgos de carácter de las personas a la estática información biográfica. Yo hago el proceso inverso. Los patrones de conducta que explican a Messi tienen el mayor protagonismo: su afición por las rutinas, su lentitud lejos de la pelota, el apego a la familia y a la figura materna.


Messi asumió desde pequeño responsabilidades de adulto y supuse que el tema central del libro debía ser el trauma de crecer. ¿Cómo contarlo? Por suerte las personas que lo rodean me ayudan a hacerlo: su hermana adolescente, la maestra, el carnicero, el doble, el hermano del medio, amigos, compañeros de habitación. En el libro abundan personajes que podemos definir como secundarios y que son vitales para la historia. A diferencia de otras personas más expuestas a los medios, como el papá a quien también entrevisté, ellos miran con perplejidad la intimidad de Messi y dan relieve a la existencia plana que tú mencionas. Esas miradas son reveladoras.


Hablemos del proceso de escritura del libro. ¿Cómo se dio?

Siempre sufro cuando escribo. Uno padece en el intento de acortar distancias entre lo que pretende decir y lo que finalmente logra comunicar. La rutina y la perseverancia ayudan a achicar ese margen pero todo el esfuerzo nunca es suficiente. Por fortuna, en este proceso pude contar con un editor paciente y muchos escritores amigos que aceptaron leer mis borradores y aportaron valiosos consejos.


¿A quiénes leyó usted mientras escribía el libro? Intuyo que un referente fue Juan Villoro.

Lo es. Mientras escribía ‘Messi’ frecuenté ‘Dios es redondo’, de Juan Villoro. También leí ‘Comediantes y mártires’, de Juan José Sebreli y ‘Diccionario filosófico’, de Fernando Savater. A los ensayos sumé perfiles ejemplares: ‘El secreto de Joe Gould’, de Joseph Mitchell; ‘Retratos y encuentros’, de Gay Talese; ‘El rey del mundo’, de David Remnick y ‘El dictador, los demonios y otras crónicas’, de Jon Lee Anderson. Además, cada mañana, abría ‘Zona’, de Mathias Enard.

Las primeras lecturas del día nunca están relacionadas al tema de mi trabajo. En ellas busco melodía, armonía, atmósfera. Creo que leo más por necesidad de información y ritmo que por el puro placer de leer. Leo para poder escribir.

¿Qué ha pasado con el libro, qué reacciones ha tenido? ¿Lo leyó Messi?

El libro fue publicado en Estados Unidos, España y en toda América Latina. En algunos países se prepara una tercera edición y hay varias traducciones en proceso. Jamás imaginé semejante repercusión y sigo con asombro su avance. De parte de Messi aún no tuve una respuesta directa. Él me dijo que no le gusta leer. De modo que no sé si habrá leído el retrato que hice de su vida. Sí me enteré que la Fundación Leo Messi desautorizaba el libro. Yo escribí la historia sin censuras y entiendo que una reacción de rechazo es esperable. Sucede con frecuencia cuando el periodismo publicado es independiente.

Contemos otra historia. ¿Quién es Leonardo Faccio? ¿Cómo empezó usted a escribir crónicas?

Hubo un comienzo. Mi madre, que era maestra, siempre decía: “Las palabras pueden curar y también enfermar a la gente”. Tal vez influenciado por esa advertencia viví un tiempo convencido de que mi vocación era ser psicoanalista. De hecho estudié psicología durante un año. Pero mi destino dio un vuelco cuando leí ‘Operación masacre’. Ese libro -en el que Rodolfo Walsh narra los fusilamientos ordenados por el gobierno de facto del general Aramburu en Argentina- me conmovió. La voluntad moral de su autor fue iluminadora. Walsh había escuchado un comentario: “Hay un fusilado que vive”, y a partir de ese momento su conciencia no lo dejó en paz. Sintió que su deber era contar esa historia, aunque podía convertirse en un fusilado sólo por intentarlo. Yo tenía 19 años cuando leí ‘Operación masacre’. Desde entonces la dimensión literaria y moral del periodismo condicionó mi vida.


¿Por qué, entonces, es importante que los medios impresos le apuesten a contar historias? ¿Usted qué piensa?

Creo que Internet nos brinda una sobreabundancia de información y poco conocimiento. Ese puede ser un motivo: La lluvia de noticias del periodismo diario nos empapa con hechos excepcionales que no se explican por si mismos. Nos hace falta un reparo, un alero, desde donde observar con tranquilidad todos los matices.

El periodismo narrativo ofrece la posibilidad de tomar distancia para comprender. Una historia bien contada puede detener el tiempo y responder a la pregunta ¿Por qué sucede lo que sucede? Creo que eso es lo que todos queremos saber.


La última: Con ‘Messi’, el libro, ¿cree que ha llegado su madurez como contador de historias?

No. Nunca dejamos de aprender. En este caso me enfrenté por primera vez a un arco narrativo para mí extenso, y creo que en el proceso de producción confirmé al menos dos sospechas. La primera es que una manera recomendable de comprender lo extraordinario –la trayectoria de Messi- es aproximándonos a su normalidad. Lo estimulante de la normalidad de Messi son las paradojas que presenta: el Messi del Barça y el de la Selección Argentina, el hiperactivo en la cancha y el demorón en su vida privada, el explosivo y el tímido.

Una de esas dualidades inspiró el subtítulo del libro –El chico que siempre llegaba tarde (y hoy es el primero)- y todas dieron paso a una segunda sospecha confirmada: desentrañar paradojas ayuda a descifrar lo aparentemente simple, en este caso la personalidad de Messi. Al menos esa fue la idea.

 


martes, mayo 08, 2012

El pueblo de la paz perpetua





Usiacurí, un municipio del Atlántico, completó en 2011 diez años sin que se haya registrado un solo homicidio. Crónica de una tierra de artesanos que hoy es símbolo de esperanza para un país agotado por la guerra.



Por Santiago Cruz Hoyos
Enviado Especial El País

Aquí en Usiacurí aún persiste una vieja costumbre. Cuando – a veces pasa – se va la energía eléctrica en la noche, los habitantes del pueblo abren de par en par las puertas de sus casas. Después ubican sus colchones en la sala, o cerca al comedor, y ahí duermen a pierna suelta, tranquilos. Esa es la única manera, explica don Óscar Peña, de combatir el calor. Como no se puede prender el abanico (ventilador) entonces hay que recibir el viento natural que entra fogoso para poder pegar el ojo.

Y no, no pasa nada, agrega don Óscar, presidente del Consejo Territorial de Planeación del municipio. En Usiacurí no roban a nadie así esté profundo y con la puerta de la casa abierta. Incluso - pone otro ejemplo - usted se puede quedar dormido en el Parque La Convivencia y no existe el menor riesgo de que lo atraquen. Si acaso le esconderán los zapatos. Pero será apenas una broma. Seguro.


Don Óscar, ahora que le preguntan por homicidios que hayan sucedido en Usiacurí, recuerda uno que se registró en los 70. Un campesino resultó muerto de un tiro. Pero, es su versión, parece que fue un crimen accidental. Resulta que el campesino estaba tomando licor con un hombre armado. El hombre sacó el revólver y se puso a jugar, empezó a darle vueltas al arma encima de la mesa. Hasta que el aparato se disparó.


Sin embargo, los muertos por homicidio en Usiacurí son casos esporádicos, una rareza. En toda la historia del pueblo los crímenes se podrían contar con los dedos de una sola mano. El municipio, por cierto, llegó a cumplir en 2011 una década sin que se presentara un solo asesinato. La estadística podría haber seguido, sino hubiera aparecido un desamor. Ya se contará esa historia.


Ahora a don Óscar le preguntan por qué esta tierra ha permanecido blindada ante la violencia. Por qué aquí el orden no se altera, la gente se muere de vieja, los hijos entierran a sus padres y no al revés, como pasa en el resto del país. ¿Cuál es el secreto de la paz de Usiacurí que Colombia debe conocer?


Parte de la respuesta, dice, está en la idiosincrasia de los habitantes, en la cultura, que los ha convertido en seres pacíficos. Pero debe haber algo más.



II

Usiacurí es un municipio del departamento del Atlántico. Está, en bus, a unos 45 minutos de Barranquilla. Para llegar se debe tomar un taxi hasta el centro de esa ciudad, arribar a un terminal pirata, buscar el viejo vehículo pintado de azul que tiene una placa en el vidrio panorámico con el nombre de Usiacurí. El pasaje cuesta $3.200 y el bus irá muy despacio mientras va recogiendo pasajeros que llevan bultos de pescado, cajas con pollos recién nacidos. En el radio suenan vallenatos y más de uno lo tararea, lo baila sentado. Los nacidos en esta región de Colombia sólo necesitan escuchar un acordeón para hacer de la existencia un carnaval, para justificar que este mundo vale la pena. Nada más.


Un gran monumento con forma de araña – la Musa de los Tejedores se llama– anuncia la llegada al municipio. Usiacurí es un pueblo de artesanos y tejedores que trabajan la palma de iraca. Con la palma hacen individuales para comedor, monederos, zapatos, bolsos, pulseras, aretes. El pueblo subsiste, en parte, gracias a las artesanías. Luz Márquez, gerente de la cooperativa que agremia a los artesanos, calcula que el 90% de los casi 10.000 habitantes de Usiacurí dominan ese oficio que se aprende en casa generación tras generación, aunque no todos lo ejercen. Algunos prefieren trabajar en el campo en cultivos o ganadería; otros viajan hasta Barranquilla para laborar. A propósito, el 75% de la población está subsidiada por el Sisbén.

La tradición de las artesanías es heredada de los indígenas. El cacique amo de estos contornos se llamó Curí. De ahí viene el nombre del pueblo. Bienvenido de la Hoz, historiador empírico del municipio –así se presenta-, cuenta además que los indígenas llegaron a esta tierra atraídos por los pozos de aguas medicinales que les servían también para cultivar en épocas de verano.


Los pozos aún existen y cada uno cura una enfermedad distinta, dice Bienvenido. Desde problemas de circulación hasta infertilidad.


En busca de esas aguas milagrosas que le sanaran sus problemas gástricos también llegó a Usiacurí un reconocido poeta colombiano: Julio Flórez. Se amañó tanto que se quedó a vivir en el pueblo. Su casa – en donde está su tumba - fue convertida en museo y es otro de los ganchos turísticos del municipio. Pero sin duda lo que más atrae de este paraje es la paz que ha mantenido.


El viejo bus acaba de frenar frente a la sede de la Alcaldía.



III

Es miércoles 14 de marzo de 2012. La temperatura en Usiacurí debe llegar a los 26 grados centígrados. Algunas mujeres que caminan por ahí se protegen del sol con sombrillas. El viento también ayuda a sofocar el calor. La brisa por momentos es tan fuerte que las mecedoras que están en los antejardines de algunas casas se mueven solas, como si hubiera fantasmas ahí sentados. El pueblo, a esta hora, las 10:00 de la mañana, está silencioso. Así permanecerá a lo largo del día. Jaime Márquez Bandera, funcionario de la Alcaldía, informa que excepto los fines de semana, cuando cantinas como ‘Me recordarás’ abren, Usiacurí es así, callado, casi mudo. Tal vez eso se debe a que en las casas se tejen las artesanías mañana y tarde. Y es un trabajo que exige concentración, silencio, paciencia. Estrella Angulo, artesana, contó que para terminar un juego de individuales de seis puestos puede tardar tres días.


En este momento Jaime Márquez camina por las calles de Usiacurí. Mientras avanza va saludando a cuanto transeúnte se le aparece. De todos se sabe el nombre, el apellido, su lugar exacto de residencia. Jaime tiene 38 años y como muchos de los habitantes del municipio, jamás se le ha ocurrido irse a vivir a otro lado. Más tarde, en el almuerzo, dirá entonces que esa debe ser la clave para entender el por qué de la paz de Usiacurí. Este es un pueblo de gente que se conoce desde hace décadas, es una tierra de amigos.


El padre Gerardo Niebles está de acuerdo con esa teoría. Sentado en la sala de la casa cural explica que Usiacurí es un municipio de personas solidarias que cuidan la vida del otro como si fuera la propia. Sin embargo, el sacerdote agrega un dato más que también podría explicar la tranquilidad perpetua de Usiacurí: las artesanías. Como los niños, las mujeres, los hombres, los ancianos permanecen ocupados tejiendo, diseñando, con la mente concentrada todo el día, eso ha servido para que nadie vaya por ahí ofuscado con ganas de buscarse problemas.



El alcalde William Bresneider Alvear agrega además que en Usiacurí hay una cultura ciudadana sólida. Mire no más las calles, dice. Están limpias, sin un solo papel por ahí tirado. Es cierto. Usiacurí es un municipio aseado. Entonces, sigue el Alcalde, esa cultura ciudadana también ha servido para que el pueblo se proteja.

Se explica: cada que llegan personas extrañas, cada que los habitantes observan un hecho sospechoso que pueda atentar contra su tranquilidad, lo denuncian. Llaman a la casa del Alcalde o llaman a Érika Cruz, la comandante de la estación de policía que está a cargo de doce agentes. Entre comunidad y autoridades, curioso en este país, hay una relación estrecha, íntima, de amistad. Érika Cruz cuenta que incluso a veces que sale a patrullar las calles la gente la invita a seguir a su casa, le ofrecen tinto, venga y vemos el noticiero. Eso, piensa, ayuda a mantener la calma de Usuacurí.

Los policías de este pueblo deben ser los más felices de Colombia. No tienen que lidiar con las Farc o paramilitares, ni siquiera con pandillas. En cambio atienden casos de gallinas robadas, un par de trompadas que se dieron dos borrachitos o esporádicos casos de violencia intrafamiliar. Los delincuentes que persiguen son los jíbaros que han llegado a Usiacurí a expender droga entre los muchachos. El problema ya está detectado y el Alcalde dice que tiene toda su atención puesta en el asunto. Sabe que jóvenes drogadictos pueden romper la armonía del pueblo.


Los agentes de policía atienden ese tipo de casos o como el de este momento: un patrullero habla por radio, se afana, interrumpe a la comandante Érika para informarle de un hombre que acaban de detener. Llevaba elementos de limpieza avaluados en $120.000 sin factura...



Pero claro, en Usiacurí no todo es rosa. El pueblo no tiene alcantarillado, las vías terciarias están descuidadas y aunque se quiere promover el turismo aún no hay un sólo hotel. Tampoco bancos. Esto último, a lo mejor, es un motivo para que los delincuentes no asomen las narices por estos lados.



Hay un déficit de vivienda y para rematar, la pasada ola invernal provocó deslizamientos que arrasaron casas.


Ese déficit de vivienda, sin embargo, cree Elena Marchena, jefe de enfermería del centro médico del pueblo, también podría explicar la paz de Usiacurí. Mire usted: en el pueblo existen familias que habitan una sola casa. También son decenas los hijos que han construido sus viviendas enseguida de la casa paterna. Es decir, explica Elena, que en Usiacurí el núcleo familiar se ha mantenido sólido, unido, y eso ha permitido que los jóvenes crezcan con valores arraigados como el respeto al otro, a la vida del otro. La paz de Usiacurí se gesta de puertas para adentro.


El último crimen, sin embargo, sucedió hace un año. Fue, dice la gente, por celos, por desamor. Alcibiades Blanco, un hombre de 27 años, llevó a su pareja, Mary Cruz, hasta el cerro conocido popularmente como ‘El santo Cachón’ porque los novios acostumbran a subir allá a declararse amor eterno en medio de besos apasionados. Allí Alcibiades ahorcó a Mary y después él mismo se quitó la vida con los cordones de unos zapatos. Nadie sabe cuándo sucedió el asesinato, porque los cuerpos fueron encontrados meses después por un campesino que fue a cortar leña. El récord de diez años sin homicidios en Usiacurí se cortó desde entonces. Elena Marchena insiste, sin embargo, en que homicidios en Usiacurí son cosa extraña y añade que en Urgencias se incrementaron los casos de accidentados en moto, pero que nadie llegó hasta allá por heridas de arma de fuego o corto punzantes.


En Usiacurí, pueblo ejemplo para Colombia, sentencia la enfermera, la gente se muere de vieja, no por balas, no por puñaladas.