miércoles, mayo 16, 2012

El intérprete de 'Dios'



Entrevista
Publicado en Estados Unidos, España y en toda América Latina, ‘Messi’ es el perfil de ese jugador de fútbol que mejor se conoce como el ‘Hijo de Dios’. Hablamos con su autor, el periodista argentino Leonardo Faccio.




Por Santiago Cruz Hoyos
Texto publicado en la Revista GACETA - El País
Foto cortesía Cécile Carrez


Se ha comprobado. La Santísima Trinidad no proviene del cielo. La Santísima Trinidad vino de Argentina: ‘Dios padre’, Diego Armando Maradona; ‘Dios hijo’, Lionel Messi; ‘Dios Espíritu Santo’, aún por descubrir. Los cazatalentos del Fútbol Club Barcelona ya trabajan en ello.

Parece que solo los nacidos en tierras gauchas tienen la posibilidad de recibir el título de Todopoderosos. Ni siquiera un brasilero que, dicen, ha sido mejor que ellos -o por lo menos ha estado en el mismo nivel- ha sido llamado ‘Dios’. A Pelé le asignaron un distintivo terrenal, mundano. Lo llaman ‘el Rey’.


Tal vez eso se debe a que Edson Arantes do Nascimento no registra milagros comprobables. Maradona, por ejemplo, tiene la mano de ‘Dios’ y en Argentina es santo de su propia iglesia, la Iglesia Maradoniana. Messi, por su parte, está rescatando a los ateos del camino de la perdición para convertirlos a su fe, el fútbol de otro mundo.

El testimonio de tal milagro lo dio, en pleno partido del Barcelona, un hincha. En una pancarta escribió: “Messi, no creía en Dios hasta que te conocí”. En Facebook hay una página que se llama igual.

Para que entendamos a ese Creador que transforma incrédulos en seguidores de su dribling ha surgido, también de tierras argentinas, un traductor de su personalidad.


El intérprete de Lionel Messi se llama Leonardo Faccio. Nació en 1971 en Buenos Aires. Es cronista. Sus historias se han publicado en los periódicos El Mundo, El País, La Vanguardia, El Periódico de Catalunya, El Mercurio.


También en las revistas Altaïr, Elle, Rutas del Mundo, Internazionale, SoHo, Etiqueta Negra, Travesías y Gatopardo.


Una vez alquiló su cuerpo para un laboratorio que necesitaba probar los efectos de un calmante para el dolor, Tramadol. Tuvo que llegar temprano y en ayunas. Le pagaron 500 euros y salió de mal genio, con dolor de cabeza. La crónica de qué se siente rentarse y ser un conejo de pruebas hambriento la tituló ‘El humanitario negocio de alquilar tu cuerpo para el progreso de la ciencia’ y hace parte del segundo tomo de la antología de crónicas ‘Lo mejor del periodismo de América Latina’, de la Fundación Nuevo Periodismo.

Faccio vive en la ciudad de Messi, Barcelona. Faccio tardó nueve meses para entrevistarlo durante 15 minutos. Faccio lo observó un año después mientras filmaba un comercial de televisión; Faccio lo siguió en 2011 hasta Suiza, a la ceremonia de entrega del Balón de Oro, donde Lionel llegó vestido con un traje que lo hacía ver como mesero y Gerard Piqué bromeaba:


- Señor Leo, por favor sírvame una Coca-Cola, le dijo. Sonrieron.


Faccio habló con los abuelos de ‘Dios hijo’, con sus amigos, con sus hermanos, con sus profesores, con sus representantes, con sus entrenadores. Faccio escribió primero un perfil que se publicó en Etiqueta Negra y después un libro que acaba de llegar a Colombia, ‘Messi, el chico que siempre llegaba tarde, y hoy es el primero’. Ahí, en 192 páginas, nos cuenta cómo es ‘Dios’.

Messi es mimado. Messi es tímido. Messi, capaz de entretener a millones de personas, se aburre cuando no está en una cancha. Messi sonríe si le regalan lociones. Messi vive cada derrota como si fuera el fin del mundo. Messi come chicle antes de salir al campo. Messi, cuando se enfada, se encierra en silencios tensos. Messi se enfada si dudan de sus capacidades. A Messi le gusta tomar la siesta todos los días. A Messi no le gusta leer. Messi, el jugador que a veces también aburre porque en la cancha todo le sale perfecto, cambia, se sigue transformando.


Leonardo, ¿cómo definir a Messi?

Messi tiene muchos matices. Explicarlos me demandó tres años de trabajo. Para ser breve puedo decir que Messi protagoniza una paradoja común entre prodigios: debe asumir responsabilidades de adulto sin perder la energía creativa que solo tienen los niños cuando juegan. Esta exigencia, si bien no define, condiciona su personalidad.



Necesita que lo mimen, ¿no? Como cuando Guardiola lo dejó por fuera de un juego y Messi no fue al entreno. Necesita que lo mimen pero tiene un carácter que expresa con silencio...

Sí. Messi se expresa más con silencios que con palabras. La escena que usted menciona lo describe: fue una mañana de 2009. El primer equipo del Barça estaba listo para entrenar y Messi no se había presentado. Pensaron que estaba enfermo. Después supieron la verdad: dos días antes Guardiola no lo había puesto en un partido contra el Sevilla y Messi se ofendió. Podrían haberlo sancionado. Guardiola, en cambio, no volvió a dejarlo sin jugar y echó del equipo a los delanteros que le disputaban su puesto: Ibrahimovic y Eto’o. Luego Messi fue el goleador de la Champions durante tres temporadas. Sus goles también son una forma de opinar con la boca cerrada.


No sé si ganar tanto sea una amenaza para él. Es decir: ya ganó Champions, Liga española, el Balón de Oro. Le falta ganar con la Selección Argentina. Pero si llegara a ganar con la Selección, ¿qué más podría ambicionar?

No creo que tenga un límite. Veo a Messi como a un chico con una misión de vida. El éxito o el fracaso en el campo puede reportarle tanta felicidad como tormento. Lo hemos visto: Messi vive un duelo en cada derrota. Sigue llorando cuando pierde. Al llegar a Barcelona centró sus energías en el fútbol y construyó su identidad en torno al balón. Su estado anímico depende del fútbol y las dificultades que pudieron truncar su carrera –su problema para crecer, los efectos del desarraigo, lejos de desanimarlo parece que lo fortalecieron. La adversidad es su hábitat y es cierto que con la Selección Argentina tiene una deuda pendiente. Pero también es verdad que el fútbol siempre presenta nuevos desafíos.


¿En qué momento se decidió a escribir sobre Messi?

Empecé a seguirlo a finales de 2008. Mi editor, el director de la revista Etiqueta Negra, Julio Villanueva Chang, me dijo: “de Messi se hablará mucho y sabemos muy poco”, y me propuso retarlo. Yo nunca fui aficionado al fútbol pero acepté el desafío porque veía muchas ilusiones depositadas en Messi. Su juego afecta el estado de ánimo de millones de personas, y ese poder inestable de los ídolos populares siempre me interesó. Luego se produjo una reacción en cadena. El perfil publicado en Etiqueta Negra llamó la atención del director de la editorial Debate, Miguel Aguilar, y al poco tiempo estaba trabajando en el libro.


Messi apenas le dio 15 minutos de entrevista. Messi, además, habla poco. Para un periodista es un personaje lejano, está protegido. Es difícil escribir, descifrarlo, estando tan blindado. ¿Pensó en renunciar al proyecto ante la dificultad de acceder al personaje?

Nunca pensé en renunciar al proyecto. Sabía que Messi habla poco y como antídoto a la frustración partí con una idea más o menos clara: no quería que a Messi lo limitasen sus propias palabras. De modo que lo entrevisté una vez, observé con detalle sus gestos en varias oportunidades y luego construí un relato coral con su entorno cercano. Hablé con más de cien personas: amigos, familia, maestras, entrenadores. Messi seguía mis pasos desde su teléfono móvil. Incluso participaba con mensajes de texto. Los códigos del chat electrónico son un recurso ideal para los tímidos como él. Messi fue más expresivo vía SMS que en persona.


El libro está dividido en tres partes, tres años, tres encuentros distintos: 2009, 2010, 2011. ¿Cómo realizó la reportería? ¿Cómo tejió el libro?

Messi se demoró nueve meses en concederme una entrevista. De modo que la reportería fue lenta, pero también vertiginosa. Durante los tres años en que seguí su vida -2009, 2010 y 2011-, Messi batió todos los récords con el Barça y llegó a lo más alto, hasta ahora, de su carrera. Fui afortunado en ese sentido. El tiempo real tenía el dramatismo suficiente para mantener la tensión del relato y decidí respetarlo.

En cada parte del libro me centro en episodios representativos de su vida pública para luego contrastarlos con escenas de su mundo privado. En la entrevista que tuve con él cara a cara, por ejemplo, me introduzco en su lenta vida de rutinas, que contrasta con el chico impredecible que todos vemos en el campo.

Digamos que por su carácter humilde, a veces Messi nos hace creer que ciertos momentos extraordinarios de su existencia son parte de la normalidad, y yo me propuse darles, por contraste, un nuevo valor. Lo hago en la segunda parte del libro, donde cuento los entretelones de la grabación de una publicidad de botines. Esa escena evidencia el actual éxito comercial de Messi, y está contrastada con la incertidumbre que vivió durante sus primeros años en La Masía del Barça.

La entrega del Balón de Oro que lo consagra a nivel mundial, la narro -en la tercera parte- en secuencia paralela con sus días de infancia y preadolescencia en Rosario (donde nació). Los tiempos contrapuestos creo que cargan de significado a los hechos. Otro motivo para mantener esta estructura está relacionado a la forma: el fútbol es el más popular de los deportes y el libro debía ser para un público muy amplio, de modo que elegí un género con origen popular como referencia: la ópera. A cada parte-acto le corresponde un tiempo diferente: allegro, adagio y presto. Supongo que puede leerse como una ópera ‘non fiction’.


Messi es un personaje difícil de traducir. No va a dar lo que daría, por ejemplo, Maradona, Bilardo. Su vida, además, es ¿cómo decirlo?, tan normal. En la cancha, claro, es otra cosa. ¿Cómo contar una historia de largo aliento con un personaje plano como Messi?

Messi se mueve, crece y yo quería retratarlo en acción. Ese fue mi primer desafío. No tiene sentido fijar en bronce la vida de un chico de 24 años y en permanente cambio. Por eso escribí un perfil y no una biografía. Las biografías suelen subordinar los rasgos de carácter de las personas a la estática información biográfica. Yo hago el proceso inverso. Los patrones de conducta que explican a Messi tienen el mayor protagonismo: su afición por las rutinas, su lentitud lejos de la pelota, el apego a la familia y a la figura materna.


Messi asumió desde pequeño responsabilidades de adulto y supuse que el tema central del libro debía ser el trauma de crecer. ¿Cómo contarlo? Por suerte las personas que lo rodean me ayudan a hacerlo: su hermana adolescente, la maestra, el carnicero, el doble, el hermano del medio, amigos, compañeros de habitación. En el libro abundan personajes que podemos definir como secundarios y que son vitales para la historia. A diferencia de otras personas más expuestas a los medios, como el papá a quien también entrevisté, ellos miran con perplejidad la intimidad de Messi y dan relieve a la existencia plana que tú mencionas. Esas miradas son reveladoras.


Hablemos del proceso de escritura del libro. ¿Cómo se dio?

Siempre sufro cuando escribo. Uno padece en el intento de acortar distancias entre lo que pretende decir y lo que finalmente logra comunicar. La rutina y la perseverancia ayudan a achicar ese margen pero todo el esfuerzo nunca es suficiente. Por fortuna, en este proceso pude contar con un editor paciente y muchos escritores amigos que aceptaron leer mis borradores y aportaron valiosos consejos.


¿A quiénes leyó usted mientras escribía el libro? Intuyo que un referente fue Juan Villoro.

Lo es. Mientras escribía ‘Messi’ frecuenté ‘Dios es redondo’, de Juan Villoro. También leí ‘Comediantes y mártires’, de Juan José Sebreli y ‘Diccionario filosófico’, de Fernando Savater. A los ensayos sumé perfiles ejemplares: ‘El secreto de Joe Gould’, de Joseph Mitchell; ‘Retratos y encuentros’, de Gay Talese; ‘El rey del mundo’, de David Remnick y ‘El dictador, los demonios y otras crónicas’, de Jon Lee Anderson. Además, cada mañana, abría ‘Zona’, de Mathias Enard.

Las primeras lecturas del día nunca están relacionadas al tema de mi trabajo. En ellas busco melodía, armonía, atmósfera. Creo que leo más por necesidad de información y ritmo que por el puro placer de leer. Leo para poder escribir.

¿Qué ha pasado con el libro, qué reacciones ha tenido? ¿Lo leyó Messi?

El libro fue publicado en Estados Unidos, España y en toda América Latina. En algunos países se prepara una tercera edición y hay varias traducciones en proceso. Jamás imaginé semejante repercusión y sigo con asombro su avance. De parte de Messi aún no tuve una respuesta directa. Él me dijo que no le gusta leer. De modo que no sé si habrá leído el retrato que hice de su vida. Sí me enteré que la Fundación Leo Messi desautorizaba el libro. Yo escribí la historia sin censuras y entiendo que una reacción de rechazo es esperable. Sucede con frecuencia cuando el periodismo publicado es independiente.

Contemos otra historia. ¿Quién es Leonardo Faccio? ¿Cómo empezó usted a escribir crónicas?

Hubo un comienzo. Mi madre, que era maestra, siempre decía: “Las palabras pueden curar y también enfermar a la gente”. Tal vez influenciado por esa advertencia viví un tiempo convencido de que mi vocación era ser psicoanalista. De hecho estudié psicología durante un año. Pero mi destino dio un vuelco cuando leí ‘Operación masacre’. Ese libro -en el que Rodolfo Walsh narra los fusilamientos ordenados por el gobierno de facto del general Aramburu en Argentina- me conmovió. La voluntad moral de su autor fue iluminadora. Walsh había escuchado un comentario: “Hay un fusilado que vive”, y a partir de ese momento su conciencia no lo dejó en paz. Sintió que su deber era contar esa historia, aunque podía convertirse en un fusilado sólo por intentarlo. Yo tenía 19 años cuando leí ‘Operación masacre’. Desde entonces la dimensión literaria y moral del periodismo condicionó mi vida.


¿Por qué, entonces, es importante que los medios impresos le apuesten a contar historias? ¿Usted qué piensa?

Creo que Internet nos brinda una sobreabundancia de información y poco conocimiento. Ese puede ser un motivo: La lluvia de noticias del periodismo diario nos empapa con hechos excepcionales que no se explican por si mismos. Nos hace falta un reparo, un alero, desde donde observar con tranquilidad todos los matices.

El periodismo narrativo ofrece la posibilidad de tomar distancia para comprender. Una historia bien contada puede detener el tiempo y responder a la pregunta ¿Por qué sucede lo que sucede? Creo que eso es lo que todos queremos saber.


La última: Con ‘Messi’, el libro, ¿cree que ha llegado su madurez como contador de historias?

No. Nunca dejamos de aprender. En este caso me enfrenté por primera vez a un arco narrativo para mí extenso, y creo que en el proceso de producción confirmé al menos dos sospechas. La primera es que una manera recomendable de comprender lo extraordinario –la trayectoria de Messi- es aproximándonos a su normalidad. Lo estimulante de la normalidad de Messi son las paradojas que presenta: el Messi del Barça y el de la Selección Argentina, el hiperactivo en la cancha y el demorón en su vida privada, el explosivo y el tímido.

Una de esas dualidades inspiró el subtítulo del libro –El chico que siempre llegaba tarde (y hoy es el primero)- y todas dieron paso a una segunda sospecha confirmada: desentrañar paradojas ayuda a descifrar lo aparentemente simple, en este caso la personalidad de Messi. Al menos esa fue la idea.

 


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