Sumario...
Estanislao Bachrach es doctor en biología molecular. Y sin embargo
se dedica a un oficio extraño: entrena mentes. Trabajó con River
Plate en los días previos a la final del torneo de ascenso. River
ganó, volvió a primera y en Argentina lo llamaron gurú. ¿Qué
tiene para decirle al América en tiempos en los que también busca
la A?
Por Santiago Cruz
Hoyos
Reportero de El País
Reportero de El País
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Mira, el día
que River volvió a primera, fue uno de los más especiales de mi
vida. Primero
porque soy hincha de River, mis mejores amigos son de River. Para
trabajar con el equipo yo le pedí dos condiciones a Almeyda: que no
me pagara nada y que no se dijera que yo trabajaba ahí. Las dos las
cumplió. Lo que sucedió después fue que los jugadores, cuando
estaban en el hotel concentrados, comenzaron a twittear: hay un
‘pelado’ (calvo) biólogo, de Harvard, trabajando con nosotros.
Entonces la gente empezó a entender que era yo. No tenía ganas de
que se supiera. Hay mucho periodismo. No quería romper con la
tranquilidad de mi vida. Pero se supo. Y yo festejé el título
extremadamente feliz.
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¿Cómo
lo celebraste?
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Recuerdo
un jugador – no te puedo decir su nombre – volviendo al
vestuario después de salir campeón, mirándome a los ojos y
diciéndome algunas frases importantes sobre lo que había
significado mi trabajo. Después estuve en el vestuario, paradito,
mirando cómo ellos festejaban. Me comporté no como hincha, sino
como un profesional. Y lo segundo fue que Almeyda me invitó a la
cena de festejo que se realizó en un restaurante argentino, y en la
cena había 200 personas. Fui con mi esposa. Y delante de todos
Almeyda agarró el micrófono y me agradeció. Ese fue otro de los
momentos más lindos de mi vida. Yo admiraba mucho a Almeyda como
jugador de la Selección, de River, de fútbol. Tenemos una buena
relación. Hay que acordarse que el trabajo más importante lo hizo
él. Fue él el que me dio la oportunidad para que yo, una persona
desconocida en el ambiente del fútbol, que trabaja en algo que nadie
entiende, interviniera con sus jugadores cinco días antes del
partido final. La apertura mental de Matías es algo
extraordinario.
Cinco
días antes del partido en que River Plate definía el título del
Nacional B en Argentina frente Almirante Brown, exactamente el 26 de
junio de 2012, Matías Almeyda, su técnico, llamó a Estanislao
Bachrach, biólogo molecular.
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Vení, trabajá
con nosotros, le dijo.
Y él
fue. Y River ganó 2-0 con goles de David Trezeguet, regresó a
primera división.
¿Qué hace un biólogo
molecular en un equipo de fútbol? ¿Qué puede hacer en cinco días?
II
Estanislao Bachrach nació en
Buenos Aires en 1971. Cuando terminó la secundaria, como todos,
tenía que tomar una decisión: estudiar o trabajar. Decidió lo
segundo, un poco también empujado por el deseo de sus padres,
Gregorio Bachrach y Silvia Pipkin.
Ellos querían que se convirtiera en científico. Estanislao estudió
ininterrumpidamente 17 años en Argentina, Francia y Estados Unidos.
Se hizo doctor en biología molecular. Llegó a Harvard. Allá un día
lo felicitaron, le dijeron que su ciclo como estudiante terminaba,
que de ahora en adelante sería investigador y profesor.
Esta es tu oficina, le dijeron, este será tu salario, un gran salario, esta es la gente que va a trabajar contigo, tu vida está solucionada, ser profesor en Harvard es un cargo de por vida, vas a ser profesor toda la vida, vas a estar en la mejor universidad del mundo, en uno de los mejores lugares del mundo para vivir, Boston, Massachusetts, Estados Unidos, una ciudad cosmopolita, ubicada frente al océano, con mucha cultura y buenos cafés y restaurantes y casas lindas, grandes, con jardines para pasear al perro.
Esta es tu oficina, le dijeron, este será tu salario, un gran salario, esta es la gente que va a trabajar contigo, tu vida está solucionada, ser profesor en Harvard es un cargo de por vida, vas a ser profesor toda la vida, vas a estar en la mejor universidad del mundo, en uno de los mejores lugares del mundo para vivir, Boston, Massachusetts, Estados Unidos, una ciudad cosmopolita, ubicada frente al océano, con mucha cultura y buenos cafés y restaurantes y casas lindas, grandes, con jardines para pasear al perro.
Y sin embargo, Estanislao
Bachrach, que le había dado clases a tipos como Mark Zuckerberg,
el creador de Facebook, no se sentía feliz. Se había dado
cuenta que hacía lo que hacía básicamente por satisfacer a sus
padres. Entró en crisis. Se deprimió. Fue cuando perdió el
cabello. Empezó a sufrir dolores de cabeza terribles. A veces
vomitaba en la calle. Bajó diez kilos. Parecía enfermo. Pero en
realidad no era que estuviera enfermo. El cuerpo tiene sus maneras de
hablar. Y le estaba diciendo que no tenía que estar más ahí, en el
mejor lugar del mundo para vivir.
Después de un año de
preguntas, de terapias, de sufrimiento, decidió dejarlo todo, volver
a su país. Justo en ese momento, desaparecieron sus dolores. El
cuerpo tiene sus maneras de hablar. ¿Estás loco? Cómo te vas a ir
de Harvard? le preguntaron sus colegas.
III
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Y
bueno, ¿qué hacer? No sabía muy bien qué hacer, pero tenía una
pregunta: ¿cómo buscar más la felicidad que el éxito? Llegué a
la Argentina en 2007 y lo primero que hice fue una maestría en
negocios. Estaba pensando en cambiar mi vida. Entonces dejé de ser
un científico de laboratorio – estudié muchos años enfermedades
humanas, trabajé en hospitales – y me convertí en lo que hago
hoy: utilizo la ciencia, en este caso la neurociencia, para ayudar a
las personas sanas, para mejorar el desempeño en el trabajo. En vez
de usarla para entender enfermedades, o curar enfermedades, o mejorar
la calidad de vida de los pacientes, es como utilizarla para la gente
que está bien y cómo potenciar esa gente, cómo mejorarla. Me di
cuenta que quería trabajar con personas comunes, los que van a
trabajar todos los días. Y de manera muy natural, lo que empecé a
hacer fue asociar el mundo de la biología y la neurociencia, con el
mundo de las empresas. Empecé a darme cuenta que con mis
conocimientos científicos sobre cómo funcionaba el cerebro, podía
impactar a las personas. Ayudarlas a ser más creativas, a manejar
mejor las presiones, a tener más confianza, animarse a otras cosas,
salir de la zona de confort, encontrar mas bienestar, cambiar. Mis
dos grandes temas hoy en el trabajo son el cambio y la creatividad
desde una mirada científica.
Los
dos grandes retos de las empresas de hoy son el cambio y la
creatividad. El mundo cambia todos los días, las empresas deben
seguir el mismo paso, de lo contrario mueren, desaparecen. Si sus
empleados tampoco avanzan a ese mismo paso, sino trotan y toman un
poco de ventaja, pueden morir también, perder el trabajo.
Los clientes de Estanislao Bachrach son empresas famosas. El Banco Galicia, por ejemplo, el más grande de Argentina. También ha hecho intervenciones en Mercedes Benz, Coca - Cola, Adidas, Unilever, el Banco Interamericano de Desarrollo, Carrefour, Espn, Directv, la Unión Europea.
Lo
contactan muchos y fácil. Bachrach da clases de innovación y cambio
en la maestría de negocios de la Universidad Torcuato Di Tella de
Buenos Aires, permanece en contacto con empresarios. Cada 15 días
habla del impacto de la ciencia en la vida cotidiana en uno de los
programas más escuchados de la radio Argentina, ‘Perros de la
calle’. Y su libro, Ágilmente (aprende cómo funciona tu cerebro
para potenciar tu creatividad y vivir mejor), es el más vendido en
su país.
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Me
busca mucha gente pero mi equipo y yo tenemos una forma de trabajar
muy particular: Pocos clientes pero muy comprometidos con ellos.
Somos como una especie de grupo boutique. Así nos llamamos. Nuestras
intervenciones son profundas en las compañías. No son cortitas. El cerebro es como un músculo que se puede trabajar
para mejorar, pero se necesita esfuerzo, tiempo y disciplina.
En River, sin embargo, apenas tuvo esos cinco días para trabajar, aunque luego
se quedó con el plantel dos meses más, ya ascendidos a primera división. Pero cuando le
dijeron que tenía apenas cinco días, Bachrach padeció eso que llaman estrés
profesional.
IV
El
mundo avanza rápidamente, las entrevistas a veces se hacen a través
de Skype. Estanislao
Bachrach habla a través de su computador. Algunas de las versiones
que se publicaron en Argentina sobre su trabajo en River no fueron
ciertas, o por lo menos, no exactas, dice. Como lo del murmullo del
Estadio Monumental. Según algunos periodistas, grabó el murmullo
del estadio de River en partidos previos al juego definitivo, y se
los puso en los entrenamientos a los jugadores para convertir la
presión de la tribuna no en algo negativo, paralizante, sino en algo
positivo.
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Yo sí hice un
trabajo con sonidos en el vestuario, pero no grabé el murmullo.
Mucho de lo que se publicó en los diarios fueron mentiras. Hay mucha
política en el ftbol.
En
los diarios, también, lo llamaron gurú. Bachrach se siente mal con
ello. A veces la palabra tiene la connotación de charlatán. Su
significado exacto en el hinduismo es maestro espiritual. Y él no es
ni lo uno ni lo otro, dice. Sigue siendo un científico. Uno que
viaja a Estados Unidos cuatro veces al año a preguntarle a sus
colegas de Harvard y otras universidades qué han encontrado nuevo
sobre el funcionamiento del cerebro. Lo que él pretende es conocer
ese órgano, entender cómo trabaja, y a partir de ese conocimiento,
transformarlo, ayudarles a otros a hacer lo mismo, ser más
creativos, pensar distinto, atreverse al cambio, saber qué hacer con
esos miedos que genera el cambio.
Lo
que hace, es lo que quiere decir Bachrach, es un trabajo profesional.
Fue lo que hizo en River. Aunque advierte que no puede contar mucho
de lo que hizo. Hace parte del secreto profesional. Contarlo sería
como revelar el secreto de la Coca - Cola. Y no. Se lo guarda.
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Hoy existen
técnicas de neurociencia para gestionar las emociones, tomar mejores
decisiones, potenciar la confianza acentuando lo positivo en lugar de
vivir bajo la crítica permanente. A través de la neurociencia se
puede lograr también un uso eficiente de la energía mental,
por ende de la energía física, alcanzar mayor concentración,
autoconocimiento para saber qué quiero y cómo me quiero sentir
frente a un evento deportivo u otro, aprender a respirar mejor para
oxigenar el cerebro, crecer en empatía para entender al compañero,
al técnico, al hincha y al rival, desarrollo de la intuición,
velocidad de reacción, mejorar la vista periférica. Lo
más importante es explicarle al jugador qué vas a hacer y para qué
sirve hacerlo. Cuando entendés la teoría de lo que se trata la
práctica, se aprovecha mucho más. En resumen, sería como
llevar tu cerebro a un gimnasio y a un spa para prepararlo para la
competencia. Ese fue mi trabajo en River. Pero no puedo
contarte las actividades en detalle.
Cada
equipo de fútbol, cada empresa, dice Bachrach, es como un paciente.
Para intervenirlo tenés que conocerlo. En River, ejemplo, estudió
desde quién hablaba dentro de la cancha y el vestuario hasta dónde
se sentaban los jugadores más jóvenes a la hora de comer, si se
juntaban con los jugadores de experiencia o no, qué tanta
oportunidad tenían en el equipo, cómo se veía el uno frente al
otro, incluso hasta a qué horas se entrenaba. Lo mismo hizo con el
cuerpo técnico y ayudantes.
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Hay un montón
de cosas que pueden impactar y ser mejoradas para que los jugadores
se sientan más confiados, salgan más tranquilos y seguros a la
cancha. Mi trabajo es entrenar la cabeza. Como el preparador físico
entrena el cuerpo, el técnico la táctica, mi trabajo es entrenar la
parte mental.
Y
el de River, en esos cinco días que estuvo, era un momento de
mucho estrés, mucha tensión, mucho miedo en algunos jugadores. Era
el partido más importante en la historia del club, el día final
para salir de ese infierno llamado descenso y lo que se encontró
Bachrach es lo que muchas veces la gente olvida, lo que muchos
olvidamos: 30 jóvenes. Los jugadores son jóvenes de 20, 21 años,
que deben soportar una presión extrema: de sus resultados en la
cancha depende el estado de ánimo de una ciudad, de una región, de
un país incluso. Cada domingo los futbolistas de los equipos grandes
salen a caminar por la cuerda floja.
Bachrach,
con los jugadores de River, entonces, trabajó temas como el
manejo de la tensión y estrés. Fue un trabajo tanto individual como
grupal. No es la misma la presión del delantero que la del lateral.
La del diez, con la del volante de marca. La del suplente con la del
titular.
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Hay
distintos umbrales.
También
trabajó la confianza. Porque sucedía que el periodismo y la gente
trataba bastante mal a los jugadores. River había estado primero y
segundo durante todo el año y sin embargo el equipo se sentía como
si hubiera sido último. La presión y el periodismo pueden
influenciar mucho en cómo te sentís, dice Bachrach.
Y aquello no cambiará jamás. El periodismo seguirá criticando, la gente seguirá enojada con sus equipos, sobre todos cuando son llamados grandes y descienden. Los seguirán puteando. Sucede en Argentina, sucede en Cali, Colombia, con América. ¿Qué hacer entonces?
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Es
difícil explicarlo a la distancia, sin conocer el equipo. Pero
primero no se puede generalizar. Hay que estar ahí, escuchar al
plantel, estar con ellos un par de días, escuchar al técnico,
entender cuáles son las fisuras internas, qué es lo que está
pasando, y ahí hacer una especie de coctel de posibles soluciones.
Pero creo que lo más importante es esto: el equipo – jugadores,
técnicos, dirigentes, no pueden esperar a que la gente de afuera
cambie. La gente va a seguir criticando, va a seguir enojada por todo
lo que ha pasado, les seguirán poniendo presión. El trabajo
no hay que hacerlo con el público del equipo ni con los
comentaristas deportivos, hay que hacerlo con los jugadores. Es
decir: ¿cómo hacer para que toda esa presión influya lo menos
posible a la hora de salir a jugar? Ese, básicamente, es mi trabajo.
A
Estanislao Bachrach le gusta el deporte, el fútbol. Sospecha que el
aspecto mental aún no está tratado de manera muy profesional. La
neurociencia tiene mucho por aportar a los deportistas, dice, no como
una competencia con otras disciplinas como la psicología, no, sino
como un complemento. Bachrach también ha trabajado con tenistas
profesionales.
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¿Volverías a
un equipo de fútbol?
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En Argentina es
un ambiente muy difícil. Pero sí, me interesaría mucho. Me
interesan sobre todo los equipos grandes, importantes. No quiero
parecer arrogante, pero me interesan esos desafíos. Equipos como el
América de Cali.
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