lunes, mayo 10, 2010

Misterios de la Belleza


Entrevista

Piedad Bonnett acaba de publicar 'El prestigio de la belleza', una novela que habla sobre lo difícil que es la infancia para una niña que se siente fea.


Por Santiago Cruz Hoyos

Revista GACETA - EL PAÍS



- ¿Se siente usted una mujer bella?


La escritora Piedad Bonnett suelta una carcajada tímida a través de la línea telefónica, trastabilla. La puedo imaginar con la cara roja. Y ella sabe que no tiene escapatoria. Tarde o temprano ese asunto de la belleza propia tendría que tratarse en la charla.La poeta y novelista nacida en Amalfi, Antioquia, se toma un par de segundos para pensar, calcular lo que va a decir. Enseguida arremete.


“Yo no me siento ni fea, ni bella. En la infancia, y ese es uno de los elementos autobiográficos que están en la novela, yo sí empecé a sentir que no era una niña bonita. Y con toda razón, porque en los primeros tres años era un ‘monstrico’. Y pasó que con el tiempo me quedé con esa idea. Cuando miro en retrospectiva y analizo mi adolescencia, me doy cuenta de que no era una niña fea, pero me sentía así”.


La más reciente novela de la escritora se llama ‘El prestigio de la belleza’ (Alfaguara). Es una historia que narra cómo es la vida de una niña que no se siente bonita y, para colmo, la gente que está a su alrededor le señala sutilmente su fealdad. Esa situación la lleva a anclar su vida en otros asuntos más profundos, como la literatura. La niña, como no es bonita, quiere convertirse en una mujer culta, ojalá escritora.


“Pero esa situación, la de creer que yo era fea, no la vivía como una tragedia. Lo vivía como algo que me incomodaba, una idea perturbadora. Creo que muchas mujeres podemos vivir con esa idea. Cuando aparecen mujeres muy bellas, y no se cumple con esos estándares de belleza que nos venden, se puede llegar a sentir una molestia. Pero para que la idea se convierta en una tragedia, se tiene que padecer de una fealdad absoluta”.


Muchas veces, la niña de la novela se sentía invisible. Eso pasaba cuando salía a la calle con su hermana o con alguna amiga muy bonita y éstas acaparaban las miradas de los hombres, los piropos. La niña estaba ahí, pero no. Pasaba inadvertida, formaba parte del paisaje. Esa invisibilidad también la llevaba a interesarse por otros mundos distintos a la belleza.


“Lo que quise mostrar en la novela es que en la vida hay muchos estratagemas para afirmarse. Ahí tendría que decir que hay otro elemento autobiográfico: yo me afirmé en la vida a través de la rebeldía y la literatura. He conocido muchos feos a los que el arte y la literatura les abren una puerta, un estratagema para afirmarse. Y con esta novela quería mostrar cómo se crea un YO en medio de incertidumbres, vicisitudes, miedos. La novela también es una forma de derrumbar el mito de que la infancia es una edad feliz. Yo me centré en la belleza porque es un hilo conductor interesante, pero lo que yo quería era dar una visión más amplia. Contar la infancia a través del miedo, del conocimiento de la enfermedad, la presencia de lo autoritario a través del padre y maestros, hablar de la relación con Dios que siempre es problemática”.


La novela es, a la larga, la historia fabulada de la vida infantil de la poeta. Es una combinación de memoria, que siempre es imprecisa, y fantasías que reflejan ese periodo tan duro de la vida como lo es la niñez. Y en ese camino la escritora le plantea un juego al lector, una especie de engaño: la protagonista de la novela es la misma autora.


Cuando se lanzó al mercado ‘El prestigio de la belleza’, sucedió un acontecimiento trágico, con conexión directa con la historia. Lina Marulanda, una de las mujeres más hermosas de Colombia, decidió suicidarse. Y eso a la poeta de Amalfi le impactó profundamente.


“Es que la belleza es un poder tremendo, avasallador. Y por eso les tengo cierta consideración a los muy bellos. Porque ellos viven al borde de un precipicio de incertidumbre. Yo creo que como la belleza física deslumbra, ellos nunca están muy seguros de otros asuntos poderosos que tienen dentro de sí. El impacto que causó la muerte de Lina en la gente se dio porque a nadie se le ocurre que un bello pueda tener penas, y que por esas penas pueda llegar a matarse”.


-Pero y a todas estas poeta, ¿qué es para usted la belleza?


“La belleza está llena de misterios y produce una sensación de deslumbramiento. Como el Taj Mahal, o el Monte Fuji. Pero la hermosura física es donde cuaja de manera más intensa la belleza, porque en esa belleza el misterio es más grande. Eso de que no sabemos por qué la gente es tan bella, cuando es bella. Cuando te digo eso, es porque también quiero desprenderme de esa belleza estandarizada que nos están vendiendo todos los días, que es una belleza manida, predecible, sin fuerza y sin misterio. Todos sabemos diferenciar entre un cuerpo perfecto de una modelo y una belleza que es infinitamente más honda. Hay ciertas bellezas imperfectas, pero extraordinarias”.


- ¿Y la fealdad?


“Lo que me gusta de ese juego es la belleza extrema y la fealdad extrema. La belleza extrema es angelical y como que nos aparta. Lo mismo la fealdad extrema, que nos espanta, nos repugna, nos asusta. La fealdad extrema quizá no me interese tanto. Es tan definitiva como todas las enfermedades mortales”.


‘El prestigio de la belleza’ apareció en la vida de la poeta sin pensarse, una historia que irrumpió sin permiso en su mente y no la dejó en paz hasta tenerla escrita. Inicialmente, Bonnett escribía una novela que comienza cuando a un muchacho que estaba desaparecido lo encuentran tirado en una calle. Pero cuando estaba con esas líneas, tal vez atorada, sin flecha en la historia, empezó a leer la autobiografía de la escritora británica ganadora del Nobel Doris Lessing y un libro de una escritora belga que se llama Amélie Nothomb.


“Y me empezaron a brincar recuerdos, imágenes de la infancia, que es un tema que siempre me ha seducido porque le concierne a todo el mundo, un periodo tan particular en donde se gestan las cosas más importantes de la vida. Mientras yo leía esas novelas se me impuso también el tono en el que yo podría narrar mi nueva historia, El Prestigio, que entró en mí como una pulsión tremenda, y un deseo tan apasionado de contarla desde un Yo infantil y juvenil, que no pude detener ese impulso”.


No pudo detenerlo porque la historia trata sobre los mundos que le interesan: los mundos íntimos, lo que se gesta en la conciencia. También los conflictos épicos.


“A mí me gusta vislumbrar lo histórico pasando por las vidas privadas. Me interesa el conflicto de los años 70, el hipismo, la militancia política de izquierda, por ejemplo. Todo eso me interesa en las historias, pero me gusta formularlo mirando a los protagonistas de esas épocas por dentro, las torturas que llevan por dentro”.


Bonnet quiso ser escritora desde niña. Su mamá le enseñó a leer a los tres años. Creció con una casa humilde, y una biblioteca igual, pero era un hogar en el que existía la conciencia de que la lectura era una cosa buena para la vida. La literatura se la encontró en ese hogar y en la casa de una anciana de su pueblo que alquilaba libros para niños.


Con el tiempo empezó a leer a Balzac, Dostoievski, Porfirio Barba Jacob. Y se enamoró de la música de las palabras.


“Tuve una pasión arrasadora por la literatura que me hizo pensar que era eso lo que yo quería hacer en la vida. Sin embargo, a la hora de entrar a la universidad, mi papá quería que estudiara derecho y mi mamá quería que fuera dentista. Sin embargo, eso jamás se pasó por mi cabeza. Yo estuve entre las bellas artes y la literatura, porque me gustaba mucho dibujar. Pero escogí bien, yo no tuve dudas, aunque me tuve que enfrentar a una gran oposición de mi padre”.


Esa niña que no se sentía bonita se convirtió en escritora contra viento y marea. Y aquella niña, como la de la novela, se miraba al espejo de soslayo para evitarse dolores de cabeza.


- Hoy, ¿cómo es su relación con el espejo?


“Yo me asenté en otros lugares y la belleza dejó de importarme. Un día, ya muy adulta, me miré al espejo y me reconocí sin desagrado. Aunque el espejo no me devuelve la imagen que yo soñaría, no me intranquiliza”.

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