¿Cómo se convierte una debilidad en una fortaleza? María Alejandra Bocanument es una modelo de pasarela que no tiene piernas y esta es su historia.
Texto publicado en el Diario El País de Cali
Fotos: Cortesía Guío Dominguez.
Fotos: Cortesía Guío Dominguez.
La mujer está en el camarote del fondo. Quizá es la
primera vez que una mujer se sube ahí. En el cuarto, tan grande que
hasta se podría jugar un partido de microfútbol, varios soldados la
observan de pie. No quieren perderse ningún detalle a pesar del
calor.
Tony, un Golden retriever que anda por ahí, mete su
hocico en una vasija con agua. El fotógrafo, el director de arte,
los maquilladores y los asistentes, por su parte, intentan conjurar
el sofoco tomando jugo de zanahoria y utilizando cuadernos como
abanicos. La mujer, sin embargo, luce relajada y curiosamente no se
le ve sudorosa a pesar de que lleva puesto un casco de colección de
las Fuerzas Militares y flores artificiales de colores sobre su largo
cabello negro intenso. A su derecha, se ven dos piernas sobre una
almohada.
La mujer posa para la cámara, mira fijamente, sonríe,
click. Suena el flash, su luz blanca ilumina el recinto, el
alojamiento de los militares que se preparan en el Centro de
Entrenamiento y Aprendizaje de Caninos de la III Brigada de Cali.
- Estás divina. Eres es toda una Barbie- le dice el
diseñador de moda Guío Domínguez a la mujer que ahora, boca abajo,
posa como si fuera un soldado que se arrastra en un campo de batalla.
Sin duda está incómoda, pero logra transmitir lo
contrario. Como si estuviera en una cama de un hotel cinco estrellas
y con el aire acondicionado a tope. La mujer siempre ha sido así. Es
su carácter. Se hace extremadamente fuerte ante lo que puede
resultar ser una dificultad. Lo que la mayoría quisiera ocultar,
ella en cambio se planta valiente frente a la cámara y lo muestra.
Como un desafío al destino.
- Me encanta lo que estás haciendo, repite Guío con
una gran sonrisa.
Ahora, el soldado López le entrega una rosa a la mujer
y ella, con unos labios pintados de un morado espeso, párpados del
mismo color, lo mira con ojos tiernos. Una novia enamorada. Click.
Las fotos hacen parte de la campaña ‘Peace and
Flowers’ de Guío Domínguez con el apoyo de la Fundación Fides,
la Fundación Ser y la III Brigada. Es una protesta, a través de la
moda, contra las minas antipersona. Intentar concientizar a quienes
siembran bombas del daño que generan para que, en cambio, siembren
flores. Después de Afganistán, Colombia es el país con más
personas que han sido víctimas de estas minas.
Al soldado López, precisamente, le falta parte de su
pierna izquierda debido a que pisó uno de esos artefactos asesinos.
La mujer no tiene piernas, aunque no por culpa de las minas. Las que
se ven sobre la almohada son en realidad sus prótesis. Su nombre es
María Alejandra Bocanument y es modelo. Click.
II
María Alejandra nació sin tibias. Sucedió en el Seguro Social de Cali en un día que algunos temen: martes 13. Exactamente a las nueve de la mañana de agosto 13 de 1991.
Su madre, que se llama igual que ella, María Alejandra Prado, notó que algo andaba mal desde que la tuvo en sus brazos. Su hija se movía, pero no pataleaba como los otros recién nacidos. No estiraba las piernas.
Entonces recordó un episodio que le sucedió al inicio
del embarazo. Iba a atravesar un paso de cebra en la Avenida Simón
Bolívar. De repente, un carro la golpeó. El conductor no se detuvo.
Quizá se trataba de algún borracho. El golpe no parecía grave.
Incluso se pudo poner de pie, llegó a casa caminando, la vida siguió
como si nada hubiera ocurrido. Pero en su vientre, sospechó ese 13
de agosto, sí había ocurrido algo. Cree que el accidente pudo ser
la razón para que su hija naciera con una malformación. Ninguno de
sus hermanos padeció algo semejante. A los dos años, a María
Alejandra le amputaron sus piernas.
Cuando tenía 5, 6 años, empezó a ser consciente de
que no era como los demás niños. No podía correr, no podía
saltar, no se podía poner pantalones cortos. Entonces le preguntaba
a su mamá cuándo es que le iban a crecer, por fin, las piernas. Su
madre le explicaba, conteniendo las lágrimas, que eso no iba a
pasar. Pero María Alejandra siempre lo ha logrado. Hacerse
extremadamente fuerte ante lo que puede resultar ser una debilidad.
Lo que la mayoría quisiera ocultar, ella, valiente, lo muestra.
Se las ingeniaba para jugar con sus amigos. Se ponía
unas sandalias en las manos y se apoyaba en el suelo para
desplazarse. También saltaba. Jugaba a saltar el lazo impulsándose
con sus brazos. Incluso jugaba rayuela. Y en su cuadra del barrio
Ciudad Córdoba montaba patineta. Se sentaba en ella y se impulsaba
con las palmas protegidas con las sandalias. Los brazos eran sus
piernas.
- Al principio me deprimía. Algunos miraban,
murmuraban. Yo sabía que hablaban de mí. Pasó en la época del
colegio. Me daba rabia, pero nunca me encerré.
Es una mañana de martes y María Alejandra está en
casa de su madre. Ambas están sentadas en el comedor. Jorge, pareja
y mánager de María Alejandra, está a un lado, de pie, escuchando.
Atrás están las máquinas de coser de María Alejandra madre. Es
modista. Se escucha ‘El amor más bonito’, de Rocío Dúrcal.
“Con mis brazos llevaré tus pasos”, dice la letra y María
Alejandra madre recuerda otro episodio. Fue ella la que le exigió a
su hija no esconderse de la sociedad por no tener piernas. Alguna vez
quiso hacerlo.
Sucedió en un día de paseo. La familia se iba a un
río. Ella le dijo a su hija que llevara el vestido de baño. María
Alejandra dijo no. “No voy porque la gente me mira”. Su madre le
respondió: “Si usted no va, yo sí”. Y empezó a alistar el
vestido de baño, a empacar la toalla, las gafas de sol.
Mientras lo hacía hablaba en voz alta para que su hija
la escuchara. “Menos mal yo sí voy a disfrutar de este día”,
decía. “Menos mal yo voy a estar feliz en un río, no acá
encerrada. Y voy a comer delicioso y a mirar paisajes que no
conozco”. María Alejandra la miraba. Y cuando vio lista a su
madre, con la maleta en la mano, le dijo: “Quiero ir”.
En ese momento cambió algo en ella.
Definió lo que sería el resto de su vida. No se avergonzaría ante
nadie. No se sentiría menos. En los camerinos, donde las modelos de
piernas largas se cambian mientras se miran, se escanean de arriba
abajo, se miden con la intención de imponerse por su belleza, María
Alejandra no se amilana, se quita su ropa sin dudarlo.
Tampoco siente pena de llegar a una playa, quitarse sus
prótesis, dejar al aire libre sus muñones, broncearse. Incluso se
ríe de las bromas macabras que hace Jorge, su pareja y mánager, que
siempre sonríe y cada tres minutos hace un buen chiste, no importa
lo ácido.
Ahora mismo se está desternillando de risa recordando
el día en que María Alejandra se estaba bronceando y un niño se le
quedó mirando. No veía las piernas y el niño, asustado, se atrevió
a preguntar: ¿Qué le pasó a ella? Jorge respondió en el acto: ¡No
le hacía caso a la mamá! El niño salió despavorido. Jorge está
seguro que debe ser el hijo más obediente del mundo.
María Alejandra madre se reincorpora después de las
carcajadas y continúa recordando el pasado.
A su hija le exigió lo mismo que a sus hermanos. Había
días, por ejemplo, que no los podía llevar al colegio, entonces
cada uno debía irse por su cuenta. María Alejandra se ponía brava
pero cogía unas muletas y tomaba el bus, mientras su madre,
vigilándola desde la puerta de la casa, se preguntaba si estaba
haciendo lo correcto. Sin embargo, recordaba lo que le decía a su
hija: la consideración que te tengas, lo que piensas de ti misma, te
define como persona. Si piensas que sos pobrecita, serás pobrecita.
Había días, entonces, en los que María Alejandra
también debía cocinar, trapear, lavar la ropa, no importaba que el
lavadero estuviera en un tercer piso y no hubiera una rampa. María
Alejandra ponía el balde con sus blusas en cada grada, en cada
escalón, después se apoyaba con sus manos y subía su tronco. Así,
lentamente, hasta llegar a la cima. María Alejandra madre le toma
una mano a su hija y dice que está orgullosa.
III
Es lunes. Juan Pablo Salazar, publicista, fundador de la Fundación Arcángeles, entidad que les brinda atención a las personas con discapacidad en Colombia, está dando una conferencia sobre Derechos Humanos en la Universidad Santiago de Cali.
Va y viene por el auditorio en una silla de ruedas. En
2004 sufrió un accidente. Estaba en las Islas del Rosario, se lanzó
de un bote, no calculó la profundidad del agua y se golpeó. El
diagnóstico fue pérdida del movimiento desde el pecho hacia abajo.
Quedó parapléjico.
Desde entonces se ha dedicado a promover los derechos
humanos de los discapacitados. Un centro comercial que pertenece a su
familia les da trabajo a personas con discapacidad.
También promovió –junto con la Vicepresidencia de República,
Naciones Unidas y la agencia Proximity- la campaña ‘Remángate’
contra las minas antipersona. Cada 4 de abril, en el mundo, millones
de personas se remangan su pantalón para recordarnos que las
víctimas aún están ahí y todos los días son más.
Ahora su lucha es cambiar paradigmas, dice. Enseguida le
pregunta al público si se aterraron cuando al entrar a la
universidad, vieron mujeres. ¿Verdad que no? Hace 50 años, en
cambio, una mujer en una universidad era vista como un ser extraño.
¿Cuántas de sus abuelas estudiaron en una universidad?, pregunta.
Nadie responde.
María Alejandra está en primera
fila. Juan Pablo habla de ella. Dice que no está sola. Que tanto
‘Male’ como él y como cientos de personas con discapacidad en el
país son soldados de lo que ha llamado Movimiento Internacional de
Derechos de Personas con Discapacidad. Intentan desde su rol en la
sociedad, cambiar paradigmas. Que no sea una novedad que un
discapacitado pueda desfilar por una pasarela o simplemente poder
llegar sin líos a un salón de clases en un quinto piso. Que eso sea
tan natural como una mujer en una universidad.
Entonces, el hecho de que María Alejandra pose en una
campaña o sea la portada de una revista, es recordarle al mundo que
los discapacitados hacen parte de él, recordarle que sus derechos
deben ser cumplidos, no es solo un asunto de escaleras o ascensores.
Inclusión es sentirse parte de una sociedad.
A María Alejandra le negaron un trabajo en un
supermercado por no tener piernas. Como si para el oficio de ayudar a
empacar mercados fuera necesario correr. Aunque si es necesario, ella
corre. Cuando su padre la llevaba al Parque de las Palomas para
darles maíz, María Alejandra, montada en sus prótesis, salía a
toda velocidad tras ellas.
IV
María Alejandra no tiene idea de dónde surgió su vocación de modelo. Tal vez haya sido porque de niña jugaba a ser reina con sus amigos y desfilaba en la sala de su casa. O porque veía desfiles por televisión. En 2008, la BBC emitió el reality ‘Missing Top Model de Gran Bretaña’ y las modelos eran mujeres con discapacidad.
Pero para ese entonces ya sabía que quería ser modelo.
Siempre lo soñó. Sin embargo, tampoco tenía idea de cómo
lograrlo. Supuso que no la aceptarían en ninguna academia. Entonces
se dedicó a estudiar. Y cuando tenía 15 años, viajó a España,
donde vive su padre, José. Estuvo en Gijón y allá terminó el
bachillerato, estudió administración de empresas. La crisis
económica la obligó a volver. También algunos problemas
familiares. Y a su regreso, en un taller de ebanistería, conoció a
Jorge, se enamoró. En una charla cualquiera ella le contó que
quería ser modelo. ¿Y por qué no lo haces?, le preguntó él.
Jorge tenía un amigo periodista. Lo llamó. Le contó
la historia de una joven de cabello negro y largo hasta la cintura,
piel canela, rostro de muñeca, que no tenía piernas pero quería
ser modelo.
La historia se publicó en un periódico local. Y
enseguida otro periodista apareció. Su idea era contar la historia
del sueño logrado: María Alejandra modelando. Entonces contactó a
Guío Domínguez, diseñador de modas, y le pidió que la incluyera
en una campaña. Guío aceptó, pero no con las condiciones del
periodista: “Tiene que ser para mañana”.
Domínguez se tomó su tiempo. Fue hasta la casa de
María Alejandra, la conoció. Después de sus más de 25 años de
experiencia en la moda –ha preparado reinas y modelos y ha vestido
artistas como Vicente Fernández o Don Ómar- desarrolló un ojo
infalible. Y cuando la vio se convenció que tenía todo para ser
modelo: gran expresión en los ojos, un gran registro fotográfico,
tranquilidad, serenidad, disfruta lo que hace.
- Yo a María Alejandra la veo en una Semana de la Moda
de Nueva York. Está para cosas grandes, dijo.
No le fue difícil tomar la decisión de
incluirla en la campaña Immigrant. En esa ocasión la idea no solo
era lanzar una nueva colección de ropa, sino impulsar una política
que favoreciera a más de once millones de indocumentados en Estados
Unidos. La campaña se vio en Puerto Rico, Argentina, Colombia,
Estados Unidos y María Alejandra se convirtió en noticia mundial.
En las fotos simulaba a una modelo en pleno invierno en Nueva York.
Las imágenes se hicieron en una bodega de Palmira, climatizada con
temperaturas bajo cero y recreando la nieve.
El día anterior a la sesión fotográfica, María
Alejandra no pudo dormir de la emoción. Lo mismo le sucedió el
jueves 23 de enero de 2014, cuando desfiló por primera vez en una
pasarela. Ocurrió en el Centro Comercial Gran Estación de Bogotá
–el mismo de la familia de Juan Pablo Salazar- y ante centenares de
personas que la aplaudieron durante minutos mientras ella lloraba sin
importarle que se echara a perder el maquillaje o las cámaras que
congelaban para siempre el momento exacto en que cumplía un sueño.
Click, click, click, click.
V
Son las 4:30 de la tarde. En la III Brigada, la jornada
de fotos de ‘Peace and Flowers’ apenas termina. El tiempo de los
modelos se pasa lento, muy lento, esperando. Esperan el maquillaje,
el vestuario, la locación. Tras las bellas sonrisas de portadas de
revistas se oculta un gran bostezo.
María Alejandra está sentada en un
barranco de arena roja. Alrededor suyo hay flores del mismo color,
otras blancas. Junto a ella están los soldados López y Tovar, ambos
víctimas de las minas. También están los modelos profesionales
Gabriela Giraldo y Fabricio Pérez. Es la penúltima locación del
día.
María Alejandra está vestida con una falda de campana
negra. Esta vez tiene sus labios pintados de rojo, que le otorga un
aire a Blanca Nieves. En el barranco sucede lo mismo que en el
alojamiento de los soldados. Está incómoda –hay zancudos
hambrientos atacando- pero ella le transmite a la cámara lo
contrario. Luce tranquila, relajada. Algunos militares que pasan
marchando la miran de reojo. La miran como se mira a una mujer
despampanante. O como la miran por Internet admiradores que, desde
Australia, le mandan cartas de amor. María Alejandra, la mujer que
convirtió su debilidad en su principal fortaleza, no solo es capaz
de conquistar un batallón, sino también al mundo entero. Click.
1 comentario:
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You can do it yourself by following these easy steps:
1) Grab a glass and fill it half glass
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