En días en los que el Barcelona gana títulos y seguidores por montones, nace en Cali la peña oficial del Real Madrid. Breve relato sobre el sentimiento más leal y auténtico del ser humano: el amor a un equipo de fútbol.
Por Santiago Cruz Hoyos
Fotos Bernardo Peña
EL PAÍS - Cali
Fotos Bernardo Peña
EL PAÍS - Cali
La sede de la resistencia blanca está ubicada en la carrera 40 No 5ª 111 del barrio Tequendama de Cali. Allí, justo donde funciona una cava de vinos. La Cava de Paco, se llama. Paco, precisamente, es uno de los gestores de la resistencia blanca.
Ahora mismo anda por ahí, sonriente, repartiendo copas a señores que están sentados bajo una gran carpa de lona decorada con banderines de España. También hay una bandera roja de siete estrellas. Informan que pertenece a la Comunidad Autónoma de la capital española. Sin embargo, el gran símbolo de la resistencia blanca es ese que se ve ondeándose, imponente, a la entrada de la carpa: la bandera del Real Madrid.
Son casi las 4:00 de la tarde del miércoles 25 de enero de 2012. En la sede de la resistencia hay hombres que caminan, beben vino, conversan, todo frente a una proyección de un canal de la televisión española. Se preparan para ver un partido de fútbol en el que está en juego, además de la clasificación de su equipo y el orgullo de hincha, la opción de ganarse el derecho a mofarse durante semanas del perdedor: Barcelona-Real Madrid. Es el encuentro de vuelta por los cuartos de final de la Copa del Rey.
Pero en aquellos hombres que esperan con ansias el partido se percibe tensión, resignación y si acaso un muy leve positivismo. Pasa que la mayoría son hinchas del Madrid. Y en esta tarde presienten que el equipo de Iniesta, Xavi, Messi los podría derrotar de nuevo y por enésima vez como ha sucedido en los últimos años. Los hinchas del Madrid se alistan para alentar durante 90 minutos a un equipo que, sospechan, está a punto de padecer otra dolorosa derrota.
No importa: precisamente ese es el encanto del asunto. En días en los que el Barcelona gana títulos por montones y seguidores por millones, en días en los que se volvió una moda decir que se es seguidor del casi invencible Barça, nace esta resistencia blanca que no es más que la peña oficial del Real Madrid en Colombia.
La nueva barra oficial traduce una certeza: el sentimiento más leal y auténtico en la vida de un hombre de fútbol — ese amor que siente por su equipo— se fortalece en las derrotas, las desgracias. Si el equipo pierde, la fidelidad del hincha no está en riesgo. Si el equipo sufre una debacle como, digamos, el descenso de River Plate en Argentina o el de América en Colombia, el amor no muere, no, por el contrario, se aferra a la camiseta aún más, se ensancha. Si, como en el caso que nos ocupa, el rival histórico es el nuevo rey del mundo, entonces se crea una barra para seguir apoyando al Real Madrid con la fe de que la historia, algún día, tendrá que cambiar.
Los fundadores de la peña son Paco González, un colombo-español, propietario de la cava de vinos, y Alexis Preyre, un madrileño de 36 años, profesor de inglés, que llegó a Cali hace apenas un mes tras el amor de una mujer. Paco y Alexis se conocieron, conversaron sobre la pasión por el Madrid y se les ocurrió crear la peña. Aseguran que la intención es simple, casi modesta: reunirse cada que el equipo juegue, tomar vino, picar chorizo español, jamón serrano, quesos y, en todo eso, hacer amigos.
Hace apenas unas semanas que anunciaron la idea en la radio, en la prensa, y ya les han escrito unos 100 simpatizantes del Madrid en toda Colombia. En tiempos de reinados futbolísticos ajenos, parece, es mejor estar unidos para sobrellevar algunas frustraciones.
Como en esta ocasión. El partido ha finalizado y Barcelona y Real empataron a dos goles. Aunque el equipo blanco ha jugado bien, “brillante” escribirán los periodistas, los de Messi se han quedado con la clasificación a las semifinales de la Copa del Rey.
Los hombres que estaban en la carpa como Jairo Bolaños y Gerardo León López, ambos hinchas de Millonarios desde siempre y del Real Madrid desde la década del 50, ahora comentan el juego, satisfechos, casi felices, por la remontada del equipo. Y sucede algo curioso: aunque la mayoría de los presentes, cómo no, son del Real, anuncian que también hay por ahí un par de hinchas del Barcelona. No es que hagan parte de la peña, no propiamente, pero sí son muy amigos de sus integrantes, sí se pueden reunir para ver los partidos juntos, en total comunión.
Es que son, a la larga, hijos de un mismo dios: el buen fútbol. La amistad entre hinchas del Madrid y Barça en esta tarde recuerda una verdad que algunos de los muchachos que asisten a los estadios de Colombia con ganas de violencia han olvidado: el fútbol, con todo y la pasión que despierta, es simplemente un juego. Nada más.
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