A los 20 años, Marvin Ceballos estampó para siempre su nombre en la historia del fútbol: es el primer jugador de Guatemala en marcar un gol en un Mundial. Encuentro de 15 minutos.
Por Santiago Cruz Hoyos
El País - Cali
El muchacho está tan tranquilo, tan sereno. Pareciera que fuera viernes y tuviera la tarde libre. Pero no: es martes, son las 2:00 p.m., y apenas faltan tres horas para que inicie el partido. Su equipo, la Selección de Guatemala, enfrentará a Portugal por los octavos de final del Mundial Sub 20 de Colombia. El estadio, el Pascual Guerrero de Cali, estará lleno. El rival ha sido dos veces campeón del mundo en la categoría. No importa. El muchacho, además de tranquilo, está seguro de sí mismo.
En el lobby del hotel ya se empieza a ver gente que camina apurada. Los utileros cargan el bus con tulas de uniformes y balones. A las 3:00 p.m. la Selección Guatemala deberá estar en el estadio.
Marvin Ceballos, mientras tanto, tiene permiso para hablar 15 minutos. Es el único jugador de su país que ha marcado un gol para Guatemala en un Mundial. Se lo hizo a Croacia. Ganaron 1-0 en el último juego de la primera fase del torneo. Por eso están en este hotel. Por eso clasificaron a pesar de que en las dos primeras salidas del equipo los golearon, les metieron 11 goles. Guatemala, por cierto, nunca había jugado un Mundial.
El jugador que ya es inmortal quizá no tenga muy claro eso, que ya es inmortal. Pasa: cuando se consiguen los éxitos, el hombre no logra dimensionarlos en toda su magnitud. Gane o no gane títulos en el futuro, se convierta o no en una gran figura, Marvin Ceballos, a los 20 años, ya consiguió que sea recordado y mencionado por los siglos de los siglos, por lo menos en su país.
Ahora saluda sonriendo y estrecha la mano. Es menuda, delgadita, como su cuerpo: mide apenas 1.64 y en las estadísticas figura como el tercer jugador de menor estatura en el Mundial Sub 20. Seguro: si los defensas lo cargan en la cancha lo lanzan lejos, a metros. El problema es cargarlo. Es escurridizo, rápido. Pero ahora, mientras ya hay gente que trota por el lobby del hotel para tener todo listo para el partido, Marvin Ceballos conversa sin afanes.
Nací en la capital, en Ciudad de Guatemala, pero desde muy pequeño me crié en Amatitlán, un municipio de mi país. Tengo una hermana, la mayor, Melani, y mi hermano menor, Andrés. Mi mamá, Letty, y mi papá, que se llama como yo: Marvin. Él también fue futbolista. Jugó en Aurora, en Municipal, en Comunicaciones, en la Selección. También era volante.
Lo de ser futbolista se trae. Desde pequeño fue lo primero que quise en la vida y siempre mis papás me apoyaron. Desde ahí empezó todo. Empecé jugando a nivel profesional en Comunicaciones, que es mi equipo actual.
El fútbol en Guatemala es importantísimo. Es lo que más se vive. Lamentablemente, tal vez por tantas tristezas que les había dado el fútbol guatemalteco, mucha gente se había alejado, pero gracias a la clasificación de nosotros a los octavos del Mundial volvió a ser una pasión que todos quieren vivir de nuevo.
Y gracias a Dios el gol que nos dio la clasificación lo marqué yo. Por ese gol me llaman varias personas, periodistas, familiares. Pero siempre lo he dicho: fue trabajo de todos y fue una bendición de Dios que me haya tocado hacerlo.
Siempre lo visualicé, el gol, siempre prensé en ello. Pero antes de eso, lo primero era aportarle al equipo.
En el camerino, cuando terminó el partido, disfruté. Estábamos todos juntos celebrando. Pero hubo un momento en que me senté, solo, a pensar en todo lo que me había costado estar en ese camerino. Pensaba también en el esfuerzo de uno para conseguir algo, en todo el esfuerzo ratificado en ese gol.
Porque para ser futbolista se tienen que hacer sacrificios duros. Dejar a un lado la familia, amigos, muchas cosas que un joven de mi edad tendría que disfrutar. Pero siempre esos sacrificios los asumí con madurez, sabiendo que si el fútbol es lo que me gusta, tendría que hacerlo. Yo siento que todo ese esfuerzo se ve recompensado ahora.
Lo principal en mi vida es el fútbol y el estudio. Obviamente, por el Mundial, tuve que alejarme del estudio. Ya estaba en la universidad y tuve que dejar el semestre. Estudiaba ingeniería informática. Y lo principal también es compartir con la familia, y me gusta el cine. También saber de Dios. Soy católico.
Después del gol ante Croacia sigo siendo el mismo. La humildad es la base de todo. Pero obviamente te cataloga un poco más. Ese gol que hice y ver el nombre de todos mis compañeros marcados en la historia, es lo que más motiva. Y ver el apellido de uno, el nombre de uno, representando a bastantes familiares y millones de personas es una sensación que no te puedo explicar.
Un hermano tuvo la gentileza de llevar a Marvin a un juego. Fue un día en que yo jugué contra Municipal, el otro equipo grande de Guatemala. Marvin estaba muy chiquito. Tres, cuatro años, y es de los recuerdos bonitos que tengo como padre y futbolista.
Y desde niño él ha tenido una gran pasión por el fútbol. Mi nombre abre camino, pero Marvin, con su pasión, está haciendo su propia historia. Como ese gol contra Croacia.
Cuando llegó al país, al pueblo donde vivimos, lo recibieron con una algarabía tremenda. Ni siquiera nos dejaron dormir. Había gente en la calle, música. Y la municipalidad le está organizando un reconocimiento, una caravana, que aún no tiene fecha. Y a la casa no paran las llamadas, las entrevistas. La familia ha cambiado su ritmo de vida, pero compartimos esta alegría con todos. Guatemala estaba necesitando de triunfos.
Marvin Ceballos es el nuevo ídolo de un país. ¿Cómo no? Le enseñó qué es ganar a Guatemala.
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