Estreno
Óscar Ruiz Navia es el director de la película ‘El vuelco del cangrejo’, vista en el Festival de Cine de Toronto y que se acaba de ganar el Premio Especial del Jurado en al apartado de Ópera Prima del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba. ¿Quién es este caleño que a los 27 años ya miran con respeto en el gremio del Séptimo Arte local? Encuentro.
Por Santiago Cruz Hoyos
Periodista de GACETA
Óscar Ruiz Navia es el director de la película ‘El vuelco del cangrejo’, vista en el Festival de Cine de Toronto y que se acaba de ganar el Premio Especial del Jurado en al apartado de Ópera Prima del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba. ¿Quién es este caleño que a los 27 años ya miran con respeto en el gremio del Séptimo Arte local? Encuentro.
Por Santiago Cruz Hoyos
Periodista de GACETA
Suena la lluvia, gotas que caen con fuerza sobre la arena de una playa del Pacífico colombiano. Fondo negro. Aparece después la selva, casi virgen. El plano de la escena es largo, estático, animado por los sonidos del bosque. Y ahí entra al cuadro un hombre blanco, caminando. Se llama Daniel y tiene unos 30 años. Suda.
Enseguida se encuentra con un nativo, un anciano pescador. El anciano le cuenta que ya en la zona no hay nada que pescar, que cada vez hay que adentrarse más en el mar para traer la carne al paraje en donde vive: La Barra. Es un caserío de pescadores afro ubicado a una hora de Ladrilleros y Juanchaco, cerca a Buenaventura. Y allá es a donde va Daniel, huyendo de la ciudad, de la bulla urbana supone uno, o de una decepción amorosa, o de la violencia. Quién sabe.
Y en la historia tampoco se sabrá. Es que esa es la idea de la película. Que el espectador piense, ate cabos sueltos.
La historia es esta: Daniel llega a La Barra buscando una lancha para continuar su viaje. Pero el problema es que los pescadores están bien lejos y no hay quien lo transporte. Entonces se queda en La Barra por unos días, se hace amigo de Lucía, una niña que lo guía por aquí y por allá; se hospeda en el hostal de ‘Cerebro’, un pescador con pinta de Bob Marley y líder de La Barra, a cambio de trabajo diario. Daniel tiene la plata justa para el transporte en lancha. No alcanza para más.
Aparece Jazmín, la sobrina de ‘Cerebro’. Tremenda negra, de piernas largas, coqueta, sensual, tan provocativa como un pastel de chocolate. Pero el encanto a Daniel le dura una noche. Al siguiente día de estar con ella y no dejar nada del pastel, le deja de hablar.
Y en medio de ese mundo de pescadores sin peces, en el que en las noches el plan puede ser ver las estrellas o prender una fogata para cantarles a los dioses africanos, aparece un conflicto por la tierra.
Todo por culpa de ‘El paisa’, un colono que monta un hotel en la zona, con bafles que tienen casi el tamaño de una nevera y también nevera para vender cerveza. Y el tipo no deja dormir con ese reggaetón a todo volumen y cambia la vida del caserío. Al final le da por cercar la playa, que es de la comunidad. Y la comunidad se rebela.
‘El vuelco del cangrejo’. Así se llama esta película, dirigida por un caleño de 27 años que se llama Óscar Ruiz Navia. Una película original, muy colombiana en el sentido que narra, a través de esa pelea de vecinos en un caserío lejano, lo que a la larga ha desangrado al país a lo largo de su historia: la lucha por la tierra. Y todo con una historia sencilla, que pinta la cotidianidad de un mundo apartado y tranquilo y que hace recordar esa frase mítica de León Tolstoi: "Pinta tu aldea y serás universal".
‘El vuelco del cangrejo’ es una película que ya se vio en el Festival de Cine de Toronto, uno de los más importantes del continente. Antes de eso estuvo a una pizca de entrar a Cannes. No entró porque aún faltaban retoques, no estaba lista. Y ahora se acaba de ganar el Premio Especial del Jurado en al apartado de ópera Prima (primera película) del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba. El jurado anunció que el premio se lo otorgaban por "la capacidad de construir una fábula a través del viaje de su protagonista a un mundo aparentemente marginado de la realidad colombiana".
Ahora el reto más cercano de la película será en Colombia, en Cartagena, donde se va a lanzar a nivel nacional en el marco del Festival de Cine que inicia en febrero del próximo año. Y después arranca la vuelta al mundo, ‘El Vuelco’ será vista en los principales festivales de cine del planeta. Y todo por la terquedad de un caleño que no perdió de vista nunca el sitio a donde quería llegar con su película. ¿Y cuál es el rollo del hombre?
II
El joven caleño en realidad es bien joven. Más que de director de cine, tiene pinta de universitario. De arete en la oreja, incluso. De peinado descomplicado.
A Óscar Ruiz Navia lo encuentro en la casa de su madre, ubicada en el barrio Miraflores de Cali, donde está de paso. Vive en Bogotá.
Y ahí sentados empezamos a hablar de su historia en el cine. Y cuando habla de su hoja de vida, kilométrica para su edad, explica que tanto corto que ha hecho, tantos documentales, ahora una película propia, son producto de una pasión desbordada, de un entusiasmo que parece que en él no se acaba. Por eso, cree, es que siempre va un paso adelante.
Su palmarés indica que ha sido asistente de fotografía de los largometrajes ‘El rey’, de Antonio Dorado, y ‘Yo soy otro’, de Óscar Campo. También fue asistente de dirección de ‘Perro come perro’, de Carlos Moreno. Y ya como director se hizo cargo de los cortometrajes ‘Tres libras: música para enfermos’ (junto a Mauricio Vergara y Luis Henao); ‘Sunrise’ (junto a William Vega); ‘Licuefacción’ (junto a Néstor Ríos); ‘Al vacío 1,2,3’, y ‘En La Barra hay un cerebro’. Con esos cortos fue invitado a diferentes festivales nacionales e internacionales. Y junto a Sofía Oggioni, co-dirigió el docu-ficción – como él lo llama- ‘Los hijos de la bestia’, producido por Señal Colombia y Univalle. Este trabajo fue seleccionado para el XXVII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana – Muestra Informativa (Cuba, 2005) y para Alucine 7th Toronto Latino Media Film Festival (Canadá, 2006).
Pero la hoja de vida sigue. Ruiz cuenta que coordinó desde 2005 a 2007, junto a Óscar Campo, el Cine-club ‘Cine de autor’, en Lugar a Dudas, ese centro de promoción cultural que dirige el artista Óscar Muñoz. "Allí aprendí mucho", dice.
Y en 2006 fundó Contravía Films, una productora de cine independiente con la que empezó a producir, junto a sus socios, (Gerylee Polanco, William Vega y Marcela Gómez) cortos de otros jóvenes realizadores emergentes como ‘Escondite’, de Marcela Gómez y ‘A solas’, de Ingrid Pérez. Y su largometraje, ‘El vuelco del cangrejo’.
¿Cómo hizo todo eso, cómo recorrió ese camino en apenas 27 años? Ruiz Navia cree que en realidad el camino lo empezó a recorrer cuando era un estudiante de bachillerato del colegio Hispanoamericano.
"Antes de salir del colegio tuve una experiencia trascendental en mi vida. Me vinculé a una película de Jorge Navas, ‘Calicalabozo’. Navas y su equipo organizaron una especie casting en colegios de Cali e hicieron pruebas no sólo para actuar sino para que ayudaran en la producción de la película. Y armaron un grupo como de 50 chinos y a mí me escogieron. Yo salgo en la película, hago un extra de un peladito que va caminando con otros ‘gomelos’ que compran bareta. También ayudé en la producción, conseguí el toca discos de Andrés Caicedo que era de mi abuela, y la máquina de escribir, cosas así. Esa experiencia me marcó y a partir de ese momento dije: esto es lo que a mí me gusta".
Ruiz decidió estudiar cine y escogió La Nacional, de Bogotá. Pero en su primer intento no pasó en la universidad capitalina así que volteó su mirada a Univalle e ingresó para estudiar comunicación social.
"Decidí La Nacional por ignorancia, porque no conocía Bogotá y no dimensionaba bien lo que estaba pasando en Cali en materia de cine. Pero estudié acá un semestre y establecí un grupo de trabajo muy interesante. Incluso hicimos un cortometraje que se llamaba ‘Alegría que mata’, algo que no se veía en la universidad, que en primer semestre se filmara un corto de 24 minutos. Lo hicimos con un grupo con el que formamos Cinestesia Producciones, la primera productora que tuvimos".
Después de ese primer semestre en Univalle decidió irse para Montreal, Canadá, para estudiar francés e inglés. Y allá se compró su primera cámara fotográfica, una Pentax K 1000. Y se dedicó a tomar fotos y a ir al cine. Allá fue donde vio clásicos como ‘El Padrino’, de Francis Ford Coppola.
Cuando volvió al país fue cuando insistió en entrar a La Nacional. "Y me choqué. Llegué a un grupo que no tenía el mismo entusiasmo que yo tenía. Hasta que llegó el día en que me pregunté: ¿yo qué estoy haciendo acá? Y empecé a tener cada vez más vínculos con mis amigos de Univalle y hasta decidimos hacer un segundo cortometraje que se llamaba ‘Amnesia’".
Cuando volvió al país fue cuando insistió en entrar a La Nacional. "Y me choqué. Llegué a un grupo que no tenía el mismo entusiasmo que yo tenía. Hasta que llegó el día en que me pregunté: ¿yo qué estoy haciendo acá? Y empecé a tener cada vez más vínculos con mis amigos de Univalle y hasta decidimos hacer un segundo cortometraje que se llamaba ‘Amnesia’".
Hasta que pasó lo que sospechaba que iba a pasar, se cansó de La Nacional y se retiró. Fue para él un momento complicado, de rupturas, de crisis. Pero decidió empezar de cero e ingresar de nuevo a Univalle. "Y esa fue la mejor decisión que he tomado en mi vida".
III
III
Fue en Univalle donde edificó gran parte los proyectos que exhibe en su hoja de vida. "Cogí a la universidad como un laboratorio para hacer cosas y encontré de nuevo a mi grupo de trabajo", dice.
Y con ese grupo de trabajo que tanto defiende fue que empezó la idea de hacer una película, ‘El vuelco del cangrejo’. "Yo empecé el proceso de ‘El Vuelco’ en la universidad, sin haberme graduado. Y la idea era hacer una película con mis amigos y libre, sin pensar si iba a ser comercial o no. Me gradué con el guión de la película, y el proyecto del filme fue mi tesis, tesis calificada como meritoria. Y también la tesis ganó el concurso Otto de Greiff, que es el concurso de mejores tesis del país, un premio muy importante".
En principio, la idea inicial de Ruiz Navia era hacer una película de un viaje, un filme que se catalogara como cine de carretera. Y era, en ese principio, una historia de un hombre que sale de la ciudad y se encuentra con la guerra de Colombia. "Era una idea muy estereotipada de un ‘man’ que va por la carretera y lo secuestran, todo 'hollywoodense', una idea mamona", reconoce.
Fue entonces cuando apareció su docente y director de tesis, el cineasta Óscar Campo. "Y me dice que cómo voy a hablar de la guerra en Colombia a través de una historia que no he vivido. A vos no te han secuestrado, no has estado en el monte, esto te va a quedar una vaina ‘ficti’. Vos tenés que hablar es de vos. ¿Qué viajes has hecho que vos sentís que conocés?", me preguntó.
E inmediatamente en la mente de Navia apareció un nombre: La Barra. Desde 2002 había ido como turista, a acampar. Y conocía a ‘Cerebro’ y también conocía la historia que narra en la película, la del ‘Paisa’ que llega con los bafles a cambiar la vida del caserío.
Fue entonces cuando apareció su docente y director de tesis, el cineasta Óscar Campo. "Y me dice que cómo voy a hablar de la guerra en Colombia a través de una historia que no he vivido. A vos no te han secuestrado, no has estado en el monte, esto te va a quedar una vaina ‘ficti’. Vos tenés que hablar es de vos. ¿Qué viajes has hecho que vos sentís que conocés?", me preguntó.
E inmediatamente en la mente de Navia apareció un nombre: La Barra. Desde 2002 había ido como turista, a acampar. Y conocía a ‘Cerebro’ y también conocía la historia que narra en la película, la del ‘Paisa’ que llega con los bafles a cambiar la vida del caserío.
"Luego me di cuenta que esa anécdota era una metáfora de la situación de Colombia, donde hay dos vecinos que están peleando y hay uno que tiene poder y se queda con la tierra. Y tenía la intención de hacer una película que hablara sobre eso de alguna forma a partir de algo pequeño. Y empecé a ver otro cine. Cine de autor. Y entendí que si uno habla del pequeño detalle, puede ser más profundo".
Y la vida se le convirtió en la película, que la defendió a capa y espada. La defendió de los productores que querían participar pero cambiando las reglas. Arranca así un monólogo apasionado y sin interrupciones. "Yo creo que los productores colombianos están fuera de foco, tienen una visión del cine demasiado fuera de foco de lo que está pasando en el contexto mundial del cine independiente. Muchos productores creen que el cine tiene que ser como Hollywood y aspiran que sea así, te dicen que lo que hay que hacer en Colombia es industria y aquí lo que hay que hacer es una cinematografía, que es diferente. Y en esa industria no cabe una película personal, como ‘El vuelco’. Es una mentalidad completamente americanizada del cine, y en esa visión no caben películas distintas al esquema de Hollywood. Pero si vos ves otros países como México, Perú, Ecuador, Chile, hay una parte de cine industrial pero hay una corriente de cine independiente que es muy fuerte. Y hay una necesidad de rebelarse ante eso porque entonces el cine se convertiría en un apéndice de lo que pasa en la tv. El cine tiene que acercarse más hacia lo artístico.".
Entonces, aunque la película interesaba, los productores se imaginaban con el mismo tema otra historia a lo que Ruiz tenía en la cabeza. "Y me querían cambiar el guión y el equipo de trabajo. Y me negué".
Pero hay veces que la vida premia la persistencia, como en el de esta película. "Recibimos apoyo de un fondo de Estados Unidos que se llama The Global Films; apoyo de un coproductor francés que se llama Arizona Films; Andrés Pineda, de M Films, también fue coproductor. Y Diana Bustamante me ayudó a terminar la película, la parte de post producción".
Después de las batallas, el rodaje se realizó por fin. Tardó seis semanas y contó con un equipo de 13 personas que al final hicieron posible que uno de los sueños de Ruiz Navia con esta película se cumpliera. "Yo quería que la voz de las personas de La Barra se escuchara en el mundo". Y se han escuchado.
Ahora, en dos meses, se escucharán en Colombia. Y hay que oírlos. Y verlos. ‘El vuelco del cangrejo’ es una película que hay que ver por original, por distinta, porque demuestra que hay otras formas de contar historias en el cine colombiano sin necesidad de siempre hablar de guerra, de narcotráfico, de violencia. "Pinta tu aldea y serás universal". Tolstoi de nuevo aparece.
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