jueves, diciembre 10, 2009

Las lecciones de Feliciano


El periodista puertorriqueño Héctor Feliciano, autor del libro ‘El museo desaparecido’, en el que da cuenta de las obras de arte robadas en Francia por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, estuvo en Cali como maestro en un taller de reportería en periodismo cultural. GACETA habló con él sobre la historia de su libro, el deber ser del periodismo y claro, de lo que habla y escribe en todo el mundo: la cultura.


Por Santiago Cruz Hoyos
Periodista de GACETA

I: El oficio de escuchar
- ¿Y entonces cuál, en su opinión, sería el decálogo de un periodista cultural, el deber ser?

- No, yo no hablaría de decálogo, eso es mucho. Lo que sí tengo es una regla que debe seguir todo periodista: saber escuchar. Eso es importantísimo. El escuchar es no llegar con lo que vas a decir en la mente, sino que tienes que estar atento a lo que te están diciendo. Escuchar cuando un bailarín o un artista te dice, por ejemplo, cómo es su estética, para tú poder transmitirla con claridad a los lectores. Escuchar es ver los detalles, retratar a la otra persona en la mente, estar abierto al ambiente. Y escuchar es también modestia, que, ¡uh!, eso es maravilloso. En la modestia también está el saber escuchar, no creerse la última Coca - Cola en el desierto. Escuchar, escuchar, escuchar. Eso en sí es casi un oficio. Y si yo no hubiera escuchado a este señor sobre las obras de arte robadas en Francia por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y que estaban desaparecidas, no me hubiera metido en la investigación del libro.

Héctor Feliciano, puertorriqueño, periodista, maestro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y columnista de los periódicos El Clarín de Argentina, El País de España y la revista Etiqueta Negra del Perú se refiere al día en que una pregunta desprevenida le cambió la vida, una pregunta que hasta lo llevó a renunciar a su trabajo como reportero del Washington Post en Francia para dedicarse a escribir un libro. "¿Usted sabe que hay muchas obras de arte robadas por los nazis que están desaparecidas?", le comentaron.

La pregunta se la hizo un curador y galerista francés en medio de una charla informal. Héctor Feliciano hacía periodismo cultural para el Post. Y había ido donde el galerista para hacer una entrevista sobre un tema cualquiera. Cuando la grabadora ya estaba apagada y la conversación más cercana, el galerista, quien siempre pidió que se le reservara su nombre, le lanzó el dato del robo nazi.

-"Eso a mi me intrigó y entonces empezamos a hablar sobre el tema. Y yo no publiqué nada en el periódico porque tuve una especie de reflejo, de intuición. Me dije que era un tema tan fabuloso, que daba para un libro. Entonces fui a buscar dos cosas: las fuentes vivas y las fuentes muertas, como yo las llamo. Las fuentes vivas eran las personas que vivieron en la época o que sabían de la época o que habían sido coleccionistas o galeristas durante la guerra. Y las fuentes muertas, que son los documentos, tuve que buscarlas en los archivos nacionales franceses".

Y allí una archivista le dijo que todo estaba clasificado pero que no podría tener acceso a esos documentos jamás. Y eso a un periodista no se le puede decir. Es como si a un tiburón le echaran una gotita de sangre en el agua… igual.

-"¿Que no voy a tener acceso? ¡Que sí!, me dije".

Y lo tuvo. Fue gracias a una especie de topo, "un señor que trabajaba muy adentro del Ministerio de Cultura en Francia". Fue el topo el que le confirmó que lo del robo de las obras de arte por parte de los nazis era cierto. Y cada semana le enviaba documentos. Además, Feliciano encontró datos sobre el tema en Suiza, en Alemania, en Inglaterra, en España y en Estados Unidos, un material enorme.

-"El libro se me convirtió en un acceso de locura productiva. Estuve ocho años trabajando en el tema y dejé mi trabajo en el periódico sólo para dedicarme a él".

II: Construir bien el edificio

‘El museo desaparecido’, como tituló el libro, es una obra que narra cómo, entre 1939 y 1944 durante la ocupación nazi en Francia, los alemanes se robaron más de cien mil obras de arte. Gran parte de las pinturas pertenecían a las familias Rosenberg, Berheim-Jeune, Rothschild, David-Weill y Schloss.

Los cuadros eran, son, verdaderos tesoros del arte. Los nazis se apoderaron de pinturas de Rembrandt, de Picasso, de Monet, de Van Gogh, de Cézanne. Las obras tenían un solo fin: satisfacer la pasión de Adolf Hitler por el arte. Por cierto, una de sus grandes frustraciones en la vida fue no poder ser nunca artista. Hitler no tenía talento. Sin embargo, tenía entre sus objetivos construir un gran museo en Linz, Austria. Anhelaba tener en su poder la colección de arte más grande del mundo. Para su cometido contó con un hombre cercano y gran conocedor de pintura: su lugarteniente Hermann Goering.

Héctor Feliciano descubrió en la investigación que muchas, miles de las obras robadas por los nazis, estaban en poder de museos, de galerías y en colecciones privadas e individuales. Gracias a la publicación del libro, muchas de esas obras fueron devueltas a sus dueños legítimos. Pero también aparecieron las presiones. Una familia de apellido Wildenstein, que era mencionado en el libro como colaborador de los nazis, lo demandó por un millón de dólares. El supuesto delito: difamación. El edificio, el libro de Feliciano, era atacado para derribarlo a como diera lugar.

-"Él me demandó en Francia. En primera instancia gané. Luego él apeló y también gané y finalmente pasamos a la Corte Suprema y también gané. Pero ese proceso me tomó cinco años y 200 mil dólares que nadie me pagó. Estas son cosas que son muy duras. Después que uno le ha dedicado ocho años a una investigación, que llegue alguien y te demande es difícil. Incluso, puedes ser culpable hasta por un simple tecnicismo. Y de pronto, todo el edificio se cae, se desmorona. Por eso siempre planteo que hay que estar preparados, que no es otra cosa que tener certeza de que todo lo que se escriba se pueda probar. Yo tenía los documentos".


Feliciano presentó el proyecto del libro a unas 15 editoriales norteamericanas. En todas le dijeron que no les interesaba el tema. Entonces, lo escribió en francés y al final lo publicó en ese país, Francia. Cuando estuvo en las librerías, y cuando aparecieron lectores, fue que miles de esas obras hurtadas por los nazis fueron devueltas a sus dueños.

-"A nivel profesional fue muy lindo, sobre todo para uno como periodista que cree en el poder de la palabra. Que un libro tenga esta influencia da muchísimo gusto. ¿Consagración? No. Consagración es la de Napoleón. Es una satisfacción profesional, nada más".

III: Ramificaciones de la cultura

Ahora cambiamos de frente en la conversación y en la historia. Héctor Feliciano, como periodista cultural que es y que seguirá siendo hasta que la muerta diga otra cosa, ha atravesado el continente hablando de la cultura y la importancia que tiene para las sociedades, para los medios.
Ha dicho, por ejemplo, que "existe en nuestros países la necesidad de crear funcionarios culturales de carrera". Lo dijo en un taller que dio en mayo del 2005 en Caracas, Venezuela, y sus palabras las relató el periodista Lorenzo Morales R.

En el mismo taller dijo: "La ausencia de una tradición de gestores culturales y de estructuras consolidadas hace de la cultura un tema vulnerable"; "La mejor manera de ayudar y empujar el ámbito cultural es criticando"; "Muchas veces los reporteros culturales se quedan siempre con las mismas fuentes y escriben sobre lo mismo. Diversificar el espectro da mayor credibilidad al periodista y en últimas al medio"…

Y de eso, de cultura y periodismo también habló en el taller que dio en Cali y en esta charla desprevenida. Retomamos.

-¿Usted cómo define el término ‘cultura’ en el contexto del periodismo?

- "La definición de cultura es amplia. Primero, durante años, y aún hoy se ve, la prensa relaciona a la cultura con temas suaves, estilo ‘Hogar’ o la sección de viajes. Y de cierto modo a mí me gustó probar con ‘El museo desaparecido’ que no, que la cultura tiene ramificaciones sociales, económicas y políticas importantísimas. Por eso lo que sí me molesta mucho es ver cómo la farándula va carcomiendo a la cultura. Yo creo que hay que distinguir ambos términos. Cultura y farándula no funcionan bajo los mismos parámetros. Lo que hace Shakira y lo que hace el Gabo, por ejemplo, no funcionan bajo los mismos criterios".

-¿En qué sentido lo dice?

-"Una analogía al respecto se puede encontrar en la historia del arte. No se puede medir el renacimiento o el renacentismo con los mismos criterios que se mide al arte moderno o contemporáneo. Y el problema de la farándula es que prácticamente siempre, sin falla, está dictada por necesidades comerciales. Es decir, si uno no ha visto u oído nada de Brad Pitt en los últimos seis meses y de pronto empieza a verse o a sonar, uno sabe que la película viene. O si no has oído de Jennifer López en radio y de pronto te empiezan a hablar de algo que hizo, que se le vio afeitándose las piernas, por ejemplo, tú dices: aquí viene película. Y eso para mí desvirtúa a la farándula. Se publican muchas veces noticias inventadas, escándalos armados. Y aunque no sean armados, son escándalos que no tienen importancia".

-Pero usted plantea que debe haber un equilibrio en los periódicos. ¿En ese equilibrio tendría también que aparecer la farándula?

-"¡Yo creo que el equilibrio debe estar más a favor de la cultura que de la farándula! Yo creo que el periodismo cultural es un tema interesantísimo, muy adentrado en la sociedad, y uno lo ve. La cultura es importante. La cultura interesa, sobre todo en una sociedad como la de Colombia, donde la cultura está en el centro de la vida de la gente".

IV: La crítica

Héctor Feliciano considera que existen dos tipos de crítica. El primero, la crítica como oficio, el crítico cultural. El segundo: la facultad crítica, la mente crítica. Es un asunto que, llámese periodista o transeúnte desprevenido, se debe llevar en la vida. Y el periodismo tiene ahí una tarea por hacer.

-"Hay que desarrollar las facultades críticas. Hay que saber, por ejemplo, de dónde vienen las noticias, para que no se nos manipule. También hay que preguntar cada vez más y más, analizar lo que tienes al frente, incluso en el momento en el que estás haciendo reportería. Hay una cita de Carlos Fuentes que dice: "en Occidente no tenemos unas facultades críticas sobre lo visual, iguales a las que tenemos sobre lo escrito".


Es decir, vemos TV y cine y lo hacemos pasivamente. Vemos una pintura y lo hacemos pasivamente y muchas veces sin entender. Y eso me parece que son elementos que deben tener tanto los periodistas culturales como los lectores y la gente que participa en la cultura, que la ve como audiencia, como público".

Por eso, para generar opinión pública crítica, con todos los elementos sobre el tapete para generar un juicio determinado y lo más objetivo posible, el periodista, dice Feliciano, debe tratar de buscar la forma de ser independiente, autónomo. Es que el periodista debe invertir la corriente de lo que se dice, de lo que está a simple vista. Hay que buscar el detalle que grita, lo que está tapado, oculto.

-"Porque sin crítica independiente, sin comentario independiente, sin reportería independiente, el lector se da cuenta de que los dados están cargados...", dice.

El lector se da cuenta de que el periodista, si no es crítico, es un simple amanuense que reproduce comunicados de prensa y es dominado a su antojo por los intereses de los funcionarios, de los políticos, de los jefes, de todo el mundo. Dados cargados… temas y hechos ocultos que pisan callos y que a muchos no les conviene que sean revelados.

En cambio, cuando se es autónomo, crítico, se descubren los intereses creados que existen en la cultura. Es ahí cuando se entra a investigar esos temas que están olvidados y que en el fondo tienen gruesos y poderosos intereses. Para no ir más lejos, ‘El museo desaparecido’.

-"Yo creo que hay temas internacionales como el de Patrimonio Nacional, y creo que ese tema se olvida muchas veces y no se le da mucha importancia al asunto. Por ejemplo, hablo de arte precolombino o colonial, que no se le da mucha importancia en los medios. En el arte precolombino hay todo un negocio donde roban y sacan piezas para Estados Unidos y para Europa. Ese es un tema importantísimo, de carácter internacional que atañe a Colombia, a México, a Brasil, a Perú. Cuando hay intereses creados, te das cuenta lo importante que es la cultura. Y es importante romper y descubrir esos intereses creados", anota Feliciano.

Entonces insiste en que los periodistas culturales y los lectores deben ser fiscalizadores. Fiscalizadores de las instituciones, de los funcionarios, de los ministerios.

-"Yo pienso que los ministerios de cultura sirven mientras funcionen, sirven mientras sirvan. Aunque centralizan la cultura, por centralizarla, la dan a conocer la cultura en todo un país. También mantienen viva la cultura porque dan recursos, dinero. Lo que pasa es que nuestros ministerios de cultura están cansados. Llevan ya años y décadas trabajando. Y muchas veces la gente no percibe para qué sirven y por eso es que tienen que renovarse. Pero al Ministerio de Cultura de Colombia le está yendo bien. Le está dando una importancia enorme a la cultura afro en el país".

V: El equilibrio

Si Héctor Feliciano fuera director de una revista cultural, esa revista no saldría con periodicidad. Saldría un número un mes y cuando haya algo interesante qué decir, saldría el siguiente. Una crónica semanal, una denuncia semanal, un reportaje semanal, es una cosa de locos. ¿Cómo lograrlo?

"Yo creo, en ese caso hipotético de que fuera yo el director, que sería una revista equilibrada. No todo puede ser investigación, denuncia. Debe haber crónicas, entrevistas, perfiles, reseñas. Pero yo ya fui editor una vez en Europa (editor del World Media Network) y no, yo ya di lo que iba a dar. A mí me gusta más escribir, investigar, ser periodista de calle. Ahora estoy preparando un libro con el Gabo sobre textos y reflexiones de periodismo. Son textos del Gabo, comentarios de otros escritores sobre el Gabo. Sale en 2010".

Héctor Feliciano está encargado de las publicaciones de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y se dedica, pausado, a escribir libros, a publicar cuando tiene algo  que contar, que decir, que denunciar. Esa es otra de sus lecciones. Hay que aparecer, publicar, cuando verdaderamente se tenga algo interesante. Antes no. ¿Para qué perder el tiempo? Lecciones de Feliciano.

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