Por Germán Ayála Osorio
Comunicador Social y Politólogo
A propósito de la reunión de los países miembros de Unasur, para examinar asuntos de la seguridad regional en el contexto del acuerdo de cooperación militar firmado entre los Estados Unidos y Colombia, bien valdría la pena reflexionar cuánto de los problemas que hoy tienen crispadas las relaciones entre Colombia y el nuevo eje del mal gringo, Venezuela- Ecuador y Bolivia, obedecen a un manejo mediático irresponsable y poco inteligente de parte de la prensa de los países comprometidos en la disputa.
Bien valdría la pena examinar el talante de unos medios de comunicación que creen insistentemente, que generan opinión pública crítica, informando desde unos manidos criterios de noticiabilidad con los cuales poco aportan a la generación de confianza entre los países y los gobiernos, y por esa vía, dan un golpe contundente a la urgente necesidad de integrar las economías en un solo bloque, pero especialmente, terminan confundiendo a unas audiencias que deben conformarse con información contaminada, por ejemplo, de Telesur y de RCN, para nombrar a dos medios que informan desde orillas ideológicas comprometidas políticamente con los gobiernos de Venezuela y Colombia.
Los periodistas y las empresas mediáticas deberían de sentarse a pensar en revisar las lógicas de producción de información, cambiando radicalmente la lógica noticiosa, por una lógica analítica,
que obligue, por ejemplo, a que los periodistas no le hagan el juego a mandatarios megalómanos como Chávez, Correa y Uribe, cada vez que deciden vociferar o amenazar.
que obligue, por ejemplo, a que los periodistas no le hagan el juego a mandatarios megalómanos como Chávez, Correa y Uribe, cada vez que deciden vociferar o amenazar.
La responsabilidad de los medios no sólo es social, sino económica y política, y en esa medida, es urgente revisar esas lógicas perversas de producción de información. El asunto no es más y más noticias, más chivas, por el contrario, lo que las audiencias demandan es claridad, análisis, explicaciones en contexto, y no el mero registro de cuanta pelea callejera deciden dar estos tres mandatarios y otros, que usan a los periodistas, pues saben que andan pegados a un libreto que les dice que lo que ellos dicen es noticia porque la investidura de Presidentes es garantía de un mayor rating.
El ejercicio periodístico es un oficio que necesita de una reingeniería, de una revisión de los estatutos, de los criterios y de las lógicas de producción de información. No es posible que aún se insista en escribir noticias a partir de pronunciamientos irresponsables, ligeros y hasta fantasiosos de éstos tres populistas. Hay que pensar en escribir notas periodísticas apoyadas en el análisis, en la interpretación mesurada de los hechos.
Cuándo entenderán los periodistas que lo que hoy buscan las audiencias son explicaciones, análisis y no ligeros pronunciamientos de funcionarios o de fuentes oficiales que no sólo engañan a los propios periodistas, sino a quienes éstos creen que les siguen. Para las actuales circunstancias políticas de la región, bien vale la pena que los periodistas, editores y propietarios de medios masivos (incluyendo, por supuesto a los gobiernos) entiendan que en el juego de la guerra perdemos todos. Por un ejercicio inteligente de la prensa, no más noticias.
Antes de publicar y divulgar por el mundo las declaraciones de caudillos irresponsables como los que gobiernan a Colombia, Venezuela, Ecuador y Bolivia, entre otros, hay que sopesar los efectos que pueden generar dichos pronunciamientos. Servir de cajas de resonancias a gobiernos populistas puede ser un buen negocio en términos de rating, pero será una constatación más de la incapacidad de los periodistas de pensar los hechos más allá de la vieja fórmula o paradigma noticioso.
Le harían un gran favor los medios masivos a estas débiles democracias plebiscitarias o al Estado de opinión en el que vivimos en Colombia, en donde justamente, por la (in)acción mediática, estamos adportas de romper el marco constitucional y desechar las responsabilidades de un Estado social de derecho, por el afán de un líder construido mediáticamente, al que le urge vengar la muerte de su padre. Hay que repensar el periodismo antes de que el caudillo, convertido en un verdadero sátrapa, decida cómo y de qué asuntos se debe informar.
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