viernes, julio 20, 2012

En Toribío temen nueva toma de la guerrilla





El rumor que corre en el pueblo es que el VI Frente de las Farc se tomaría el casco urbano en represalia por la captura de cuatro de sus miembros por parte de la Guardia Indígena. “La amenaza está latente”, confirmó el mayor de la Policía Simón Cornejo.


Por Santiago Cruz Hoyos
Fotos Ernesto Guzmán Jr
EL PAÍS

En la noche de este miércoles, la mayoría de los periodistas que cubren el conflicto en Toribío durmieron en jeans, camisa, medias, celular en el bolsillo, zapatos a la mano, maleta lista. También diseñaron un improvisado plan en caso de emergencia: si a la guerrilla le daba por lanzar cilindros bombas y tatucos contra el pueblo en la madrugada, se deberían encontrar en un mismo punto para protegerse: el sótano de una casa - hotel del municipio.

En Toribío corre el rumor de que el VI Frente de las Farc se tomará el pueblo. Se trataría de una represalia por la captura por parte de la Guardia Indígena de cuatro de sus miembros hace apenas dos días.

El párroco de Toribío, el sacerdote canadiense Alain Forcier, dice que a la Iglesia ha llegado la misma información. Entonces ha dormido poco. El misionero keniano Irungu Muangai Patrick agrega que muchas veces esos rumores son simples chismes, pero en el pueblo chismes como esos se hacen realidad. Después se levanta de su escritorio, muestra el marco de una ventana metálica agujerada por una bala hace meses, cuenta que por un vitral de la Iglesia entró una bala que fue detenida por un pino. Ni acá adentro en la parroquia, comenta el padre Forcier, estamos seguros.

La iglesia está a un par de cuadras del búnker de la policía, donde el mayor Simón Cornejo, protegido por una trinchera construida con sacos de arena, confirma que la amenaza del ataque de la guerrilla está latente, según información de inteligencia militar. Siempre en este pueblo es así, dijo, como acostumbrado a la zozobra.

En el casco urbano del pueblo insisten que están casnados de aquello. Se enfrenta el Ejército con la guerrilla en un conflicto que ninguno ganará jamás, ninguno perderá. Los que pierden son precisamente ellos, los habitantes del pueblo.

Mientras los actores armados se enfrentan, acá se cierran las tiendas, los almacenes, los restaurantes, se detiene la economía. Nadie sale a la calle, los estudiantes pierden clases. Caen las bombas además, se caen las casas, aparecen las víctimas. A Helena, por ejemplo, la enfermera jefe del hospital indígena, le  amputaron la pierna después de que un explosivo cayera hace una semana contra el centro de salud y ella resultara herida. Aquí los perdedores son los que andan sin armas y se dedican a asuntos tan opuestos a la guerra como eso de salvar vidas.

En la noche del miércoles se fue la luz en el pueblo. Algunos periodistas se asustaron. Los habitantes cuentan que en Toribío se va la luz, después vienen los cilindros volando. Por fortuna el apagón no duró más de diez minutos. Sigue la calma, aunque ya es mediodía del jueves y el fluído eléctrico se ha cortado de nuevo.





En Toribío, sus habitantes piden que el Ejército se quede






 Moradores del casco urbano rechazan que la guardia indígena haya desplazado con violencia a los soldados del Cerro Berlín. Exigen que solucionen el conflicto hablando. “Sin la Fuerza Pública este pueblo habría desaparecido”, dicen. Reporte sobre gente que se acostumbró a vivir en guerra.


Por Santiago Cruz Hoyos
Fotos Ernesto Guzmán Jr.
EL PAÍS


Toribío es un embudo. Esta, la plaza de mercado, es su diminuto centro. A los alrededores hay montañas gigantes verde oscuro. Al frente está el Cerro Berlín. Se está quemando. Es mediodía y se está quemando.

Allá arriba hay caos. Gases que ahogan, queman la cara, arden los ojos, ahogan la nariz y la garganta, gente que corre con desespero montaña abajo para esquivarlos: indígenas, periodistas, defensores de derechos humanos. En lo más alto, miembros del escuadrón antimotines de la policía gritan, amenazan: no suban más o los ‘gaseamos’. La Fuerza Pública se enfrenta con la Guardia Indígena. Buscan recuperar el control de ese territorio que los nativos dominaban hace apenas una noche. Un caballo se desespera, relincha, patea, asusta.

Acá abajo hay tensión pero la vida sigue. La heladería y cafetería Babelilla tiene sus puertas abiertas, lo mismo que el Estadero Punto Sabroso, el almacén Agrotoribío. Los restaurantes alistan pollo para el almuerzo. El pueblo está lleno de periodistas hambrientos que bajan de ese cerro ardiente después de tres horas de caminata.

La vida sigue. Cientos de moradores de Toribío no han subido al Berlín como sí lo han hecho indígenas de Caloto, de Miranda, de Tacueyó, de veredas cercanas. No apoyar a la Guardia Indígena esta vez evidencia el estado de ánimo de quienes viven en uno de los municipios más hostigados por la guerrilla de las Farc en toda la historia. En Toribío muchos no están de acuerdo con que la Guardia haya sacado a empujones a los soldados del cerro Berlín. Tampoco quieren que se vaya el Ejército.

Edinson Salazar, por ejemplo, conversa en el parque del pueblo y dice que aunque es indígena, no puede estar de acuerdo con la violencia de la Guardia. Responder de tal manera es tirarle gasolina al fuego, agravar el conflicto. Aquí, dice, necesitamos dialogar. Que se haga una consulta con la comunidad para que responda si quiere o no a la Fuerza Pública en el municipio y por qué. Pero aquí nos fuimos directo a pelear sin antes haber hablado y eso no se entiende.

William Vitonás atiende su negocio de artesanías y juguetes. William dice que a nadie se le puede olvidar que Toribío es Colombia, territorio nacional. El Ejército, entonces, debe permanecer. Es su obligación. A la Guardia se le fue la mano. Así no se trata a los soldados. Ellos son los que no han dejado que el pueblo se acabe. Si los soldados no estuvieran, Toribío no existiría. Que sigan.

Liliana Cecue vende botellas de agua en una miscelánea y piensa igual. Los habitantes de Toribío estamos de acuerdo con la Guardia Indígena en el sentido de no querer más hostigamientos por parte de la guerrilla, pero se sobrepasaron con el Ejército. Los soldados son humanos, no se les puede tratar así. Y es que ellos no tienen la culpa de nada de lo que pasa en el Cauca. Los soldados, como lo somos todos, son empleados. Obedecen órdenes y la órden de permanecer en el Cerro Berlín la dio el Presidente. ¿Qué hacen, entonces?

Además, sigue Liliana, Toribío sin militares sería territorio de la guerrilla. Acá ya se ha visto: cuando tumbaron la estación de policía, el pueblo se quedó sin la Fuerza Pública y las Farc cogió al municipio de andadero, pa arriba y pa abajo. Llegaban a lo hora que querían y a todo el que empezó a trabajar le cobraban impuestos. Ellos querían mandar a todo el mundo y esto tampoco debe ser así.

Braulio Edinson Mendoza vende tenis a la vuelta del bunker de la policía y en cambio él sí está de acuerdo con que se vaya el Ejército. Nadie se atreve a contradecirle su argumentación:

Las Farc, claro, son las responsables de las desgracias, de los hostigamientos en Toribío. Pero si no hubiera estación de policía, los guerrilleros no tendrían excusa de atacar con tatucos, bombas. Uno de esos cilindros bomba cayó aquí, en esta casa, en 2005. Si la estación no estuviera en el pueblo eso no hubiera pasado. ¿Cómo no querer lejos a soldados y policías? Me salvé de milagro. Además, mi viejo, todos los gobiernos han metido miles y miles de militares al Cauca. Fíjese que Uribe hablaba hasta de mano dura. ¿Y qué ha pasado? Aquí nos siguen atacando. Nadie les garantiza a los habitantes de esta población su seguridad. Esto se arregla con inversión social, mi viejo, pero el Estado nos ha dejado solos.


Ahora suenan ambulancias, pitos, una explosión que pareciera la de un tatuco estallado en una montaña. Toribío sigue en conflicto. Los periodistas se asustan, saltan de sus asientos, se tensan. La comunidad no. Una explosión aquí es tan común como el sonido de una licuadora. En diez años se cuentan 500 ataques de las Farc. En Toribío están resignados, se acostumbraron a vivir en guerra. Son las 6:00 de la tarde.

miércoles, julio 11, 2012

¿Cómo no cumplirle la promesa a Valentina?




Refuerzos, ajustes de lo administrativo, el plan de Eduardo Lara para terminar de cumplirle a su hija el sueño de ver al América en la A.



Por Santiago Cruz Hoyos - Fotos Bernardo Peña
Reporteros de El País



“Y ella aprieta, Valentina. Yo no soy de mirar periódicos ni escuchar programas deportivos. Yo me subo en mi carro y por eso los jugadores me molestan: siempre con rancheras, vallenatos viejos, boleros. Déjenme tranquilo, les digo. Así no me doy cuenta si los periodistas hablan mal de mí o no. Pero llego a mi casa y Valentina sí se mete a Internet, lee y tal. Aprieta. Me dice papi, América no jugó bien. Papi, este jugador no sé qué. Papi, en la cancha pasó esto. ¡Ahhh! ¿vos también?, le digo. Tranquila que te voy a dar el título. No, pero papi, es que me parece que tal jugador no se qué. Ella tiene carácter. Yo sé que todo eso me lo dice por el amor a su América. El haber ganado el primer semestre de la B es el mejor regalo que le he dado a mi hija. Al principio fue un cañazo que le tiré para tranquilizarla después de que América descendiera. Le dije que yo sería el técnico para intentar ascender. Después se hizo realidad, firmé con el equipo. Ahora tengo que cumplirle la promesa de volver a la A sí o sí. No le puedo fallar.

Por eso al que le tenga que arrancar la cabeza en América, se la arranco. Un día en un camerino, bravo, le dije a un jugador que si le tenía que dar trompadas, se las daba. Pero era siempre pensando en mi hija, en la institución, en la hinchada. Un día se los dije a los jugadores, incluso a los grandotes como la 'Balsa' Carabalí: si tenemos que darnos trompadas, nos damos. Ellos se ríen. Pero es que tengo que cumplirle a mi hija, que mire cómo es la vida: ella es hincha de América porque en la familia todos son del Cali, primos, tíos. Entonces, como tiene carácter, echó para el otro lado. Ahora los tiene a todos en el estadio cantando los goles del América.

En el triunfo de la final ante el Unión Magdalena le dije: esto es para ti, aquí lo tienes. Me falta el otro escaloncito. Se lo quiero dar. Por ella es que me he aguantado muchas cosas. A veces he pensado en dar un paso al costado, pero llego a la casa y la miro a los ojos y entonces tengo que seguir”.

Es jueves 5 de julio del 2012. Eduardo Lara, técnico del América de Cali, está sentado en la sala de televisión de su casa, al sur de la ciudad. Viste de jeans, camisa azul. Está recién afeitado. En su rostro no hay cansancio que delate que ha celebrado hasta la madrugada el título del primer semestre del Torneo Postobón. Más tarde dirá que después de la fiesta en el camerino del estadio Pascual Guerrero fue hasta el hotel de concentración, recogió su carro, se dirigió a su casa. En la avenida Roosevelt los hinchas lo pararon para tomarse fotos. Después siguió, se acostó a dormir. Aunque los jugadores y algunos directivos lo invitaron, no es un hombre de discotecas. No toma trago, no fuma, no baila. Eduardo Lara prefiere pescar.

Esta mañana ha hecho una confesión. Lo pensó un momento, pero después sonrió pícaro y dijo: “cuando era niño, fui hincha del equipo que no tenía nada. El que andaba en un bus pequeñito, el que entrenaba donde lo dejaran. Se es hincha del débil”. Eduardo Lara niño alentó al América, La Mechita.

En este momento, sin embargo, habla con el lenguaje de su oficio, el de técnico de fútbol que debe tener la cabeza fría, aún cuando se vence. El título logrado este martes ya es pasado, dice. Quedarse pensado en eso es detenerse en la milonga. El ‘profe’, como le dicen cada que lo llaman a su celular, ya planea lo que será el próximo semestre con América. Insiste en que no puede fallar. Insiste en no defraudar a Valentina.

¿Cuál es el proyecto con América para el segundo torneo?

Ahora hay que mirar qué jugadores se pueden traer. Me estoy reuniendo con el comité ejecutivo para eso. Y mirar. Ellos quieren hacer un replanteamiento en la parte económica con algunos jugadores que son costosos y no han podido dar lo que se estaba esperando. Por ese lado podría haber novedades. Es un tema para hablar con el comité, analizarlo para que de todos modos quedemos bien armados. Por ahora no doy nombres de los jugadores que podrían salir. No se ha hablado con ellos y no está bien ventilar nombres.

¿En qué posiciones piensa reforzar el equipo?

Nos hace falta un central, mirar la posibilidad de algún delantero porque con 'Cholo' Trujillo no sabemos lo que pueda pasar, tiene tres ofertas de equipos de la A. Estamos mirando también la posibilidad de tener otro volante central.

¿Va a volver Jaime Córdoba?

No. Yo tengo las cosas claras. A Jaime lo quiero, lo aprecio, por eso estuvo en el camerino en el partido contra Unión Magdalena, pero para este semestre quiero esperar a que él se recupere de la mejor manera. Creo que a Jaime le haría bien ir a otro equipo, ojalá de la A, donde él pueda tener esa tranquilidad para recuperarse y después, cuando América ya esté en la primera categoría, pueda regresar. Pero conmigo, no va a estar.

¿Qué ajustes se deben hacer para que América sea más fuerte a nivel institucional? En los últimos meses hubo líos: informaciones confidenciales que se filtraban a los medios, por ejemplo.


Lo que pasa es que en una institución las cosas se tienen que manejar diferente. Como en toda empresa, siempre hay una cabeza y la cabeza acá es el presidente Carlos H. Andrade. Entonces, cuando hablan demasiadas personas, pasa eso y es ahí donde han aparecido las molestias. Acá lastimosamente se hacía un comité ejecutivo y no se había salido y ya todo el mundo sabía lo que se había dicho. Claro, por los medios, directivos que tienen amigos en los medios, pero eso causa molestias, a mí no me gusta.

Por eso tuve un altercado con algún directivo (Édgar Navia), pero lo he hablado con él y le he dicho que si me va a hablar y vamos a ir de frente mirándonos a los ojos, conmigo puede contar. Pero de lo contario, no. Por eso, estar en América no ha sido fácil. Si ganando ha sido así, imagínese lo que hubiera sido perdiendo. Yo tengo que estar firme en lo que quiero, porque de lo contario trabajar de esa manera es muy incómodo. Para eso es preferible dar un paso al costado. Pero indudablemente hoy estoy muy contento.

¿Con Édgar Navia el problema fue ese, revelar informaciones confidenciales?

No voy a polemizar en eso. Ya hablé con él, ya nos sentamos después de una reunión, espero que las cosas tomen el camino y el rumbo que tienen que tener.

¿Cómo se manejó el rumor que circuló antes de la final en el que se decía que a los empleados del equipo, a los jugadores, se les iba a rebajar el sueldo?

Eso no fue fácil. Se hizo una reunión. Yo no soy de guardarme las cosas. La situación se la manifesté a los jugadores. Yo ya sabía que ellos conocían ese rumor, ya me lo habían dicho, entonces había malestar y tratar de qué sé yo —taparlo por encima—, no quise eso. Por eso hubo una reunión acalorada, pero ahí fue cuando se habló con el doctor Navia, se aclararon las cosas. Los jugadores sí se dieron cuenta del correo en el que se decía que América tenía que reducir casi en un 50% sus gastos y eso causó malestar. Se tuvo que hablar mucho con los jugadores.

Usted ha hablado de sacrificios para ganar el primer semestre. ¿A qué se refiere?

Ha sido muy duro. Mucha gente piensa que ha sido fácil o que porque es América todo es más sencillo. No. América tiene una hinchada maravillosa, una institución grandísima, de pergaminos, pero, ¿cómo te explico?: sobre la mesa no lo respeta absolutamente nadie.

Es más, ahora que lo ven en la B, todo el mundo quiere caerle. Pero este grupo de jugadores, gracias a su tenacidad, a esa garra, a ese empuje, ha logrado salir adelante. Las cosas malas que hayan pasado ya quedaron atrás, el triunfo del martes también quedó atrás, muy lindo y todo, pero si me quedo en eso, me quedo pensando en la milonga y ahí me voy a detener. Acá lo más importante es que América quiere y va a seguir luchando para llegar a la A, empujando todos. Si no empujamos todos parejo va a ser muy difícil, porque ahora vamos a tener mucha más gente en contra.


De otro lado, ¿que aprendió América de la B en este primer semestre?

Lo más importante es que entendimos cómo se juega el torneo. Lo entendieron los jugadores, tal vez la gente no. Mire en Argentina. River Plate, que se ha caracterizado por un fútbol exquisito y usted se ponía observarlos y nada que ver. No le permitían jugar. Las canchas, todo lo que uno encuentra en estos torneos hace que no se juegue como se quiere. Y acá no es la excepción. El equipo entendió que la B se juega distinto. En la cancha a nadie le van a dar tiempo de parar, de pensar, como te lo pueden permitir en la A.


Existe un temor: varios jugadores que tiene América hoy son prestados. ¿Cuál es el plan para el próximo año en caso que el equipo ascienda y no se desmantele?

El plan es el que estamos trabajando con Ramiro Viáfara en divisiones menores, que se habían prácticamente acabado. Nosotros tenemos una experiencia muy grande ese sentido, todos los que hacemos parte del cuerpo técnico hemos trabajado en divisiones menores. Pero hay que esperar, eso no es de 8, 15 días. Ya tenemos armados los grupos, les está yendo bien. De ahí van saliendo jugadores. Lógicamente, si se llega a la A, América tendrá que invertir.

¿Se va a quedar si asciende a la A?

Ya hablé con el presidente. Él quiere que yo siga el próximo año, pero tengo mis cosas claras. En diciembre entrego el equipo, me retiro del América.


Eduardo Lara habla de representantes, ofertas del exterior, se escucha muy seguro de sus planes de salir del país en 2013.

Un par de minutos después Valentina llega a la sala de televisión. Abraza a su padre, posan para las fotos. Después, cuando Eduardo Lara atiende una visita, ella, entre dientes, como para que no la escuchen, dice que quiere que su papá se quede en el equipo el próximo año. Quizá lograrlo es su nueva misión.