lunes, julio 25, 2011

Viaje al pueblo de las momias



San Bernardo Cundinamarca es famoso en Colombia por ser el único pueblo del país en donde los muertos se momifican de forma natural. Crónica de cadáveres que se resisten a convertirse en polvo.


Por Santiago Cruz Hoyos
REVISTA GACETA - EL PAÍS

El primero, de izquierda a derecha, es el cuerpo de una mujer. Está, como los otros cinco cuerpos, acostado dentro de una urna de vidrio. Un papel pegado sobre la urna indica que el nombre y las causas de su muerte se desconocen. Sólo se sabe que fue sepultada hace 29 años y sus restos exhumados hace 20. A pesar de todo ese tiempo que estuvo en una bóveda del cementerio del pueblo, exactamente 3.285 días, el cadáver no se convirtió en polvo.


El de esta mujer es un cuerpo entero, con la cabeza inclinada hacia su derecha como si quisiera mirar algo, tal vez a los visitantes que llegan a tomarle fotos. La piel aún la conserva, sólo que es un tejido seco, curtido, como cartón arrugado y de color difuso, entre blanco cal y café tierra. En los dedos siguen nítidos los pliegues y las arrugas que se forman desde la infancia y su boca, entreabierta, deja ver cuatro de sus dientes inferiores. Son blancos, firmes, todavía en condiciones de arremeter contra un trozo de carne dura.


Sobre el pecho están sus brazos, cruzados en posición de descanso. Y las uñas de las manos tienen un corte redondo, delicado, como si antes de morir la mujer hubiera estado en un salón de belleza. El detalle es curioso. Hay un mito que asegura que las uñas de algunos muertos crecen. Estas no.


“Así como la ve, así salió de la bóveda”, dice José Antonio Baquero para explicar que a nadie le dio por hacerle un manicure después de muerta. El anciano de 77 años trabaja desde hace 7 en el cementerio cuidando los cuerpos en exhibición.


En la siguiente urna, esta vez de vidrios opacos para evitar la entrada directa del sol, se observa el cadáver de otra dama. En vida se llamó Onofre Susana Acero de Pedraza. Dice su leyenda que nació en 1911 en Junín, un municipio de Cundinamarca, y que fue sepultada en 1987 a los 76 años en este cementerio y con el mismo vestido blanco y de botones azules que estrenó el día de la celebración de sus 50 años de matrimonio con Luis Pedraza.


Ahí acostada, doña Onofre aún tiene puesto ese vestido y unas medias cafés que le llegan casi hasta las rodillas. Sus ojos están muy abiertos, como si algo, a lo mejor la muerte, la hubiera sorprendido. Su brazo izquierdo reposa sobre su pecho como señalándose, como si estuviera preguntándose: ¿Yo? El brazo derecho no se ve. Es lo único que se descompuso desde que murió por cáncer en el estómago.


Enseguida de Onofre reposa otro cuerpo blindado para los gusanos. Se trata de Saturnina Torres de Bejarano. En vida fue una campesina que tuvo 12 hijos. Dicen que a Saturnina, que era muy pobre, le gustaba leer la Biblia y cultivar guatila y balú, dos de los alimentos tradicionales del pueblo. Dicen también que su cuerpo se ha mantenido completo y firme por comer tanto esos vegetales que nadie fumiga.


Más allá se ve la cuarta urna. Es la que le corresponde a Laureano Acosta, un finquero muy querido en la zona. Laureano, que aún conserva parte de su bigote y tiene el aspecto de un hombre que duerme y no de uno muerto, tuvo tres hermanos: Blas, Próspero y Filomena. Los tres, al ser exhumados, salieron como él: con el cuerpo entero, ileso a la degradación.


Pero, decisión de familia, a Blas decidieron cortarlo con un hacha y depositar sus restos en un osario. Sus allegados no quisieron que su cuerpo fuera exhibido en el cementerio como atracción de domingo para curiosos que llegan a reírse de los muertos.


La suerte de Próspero fue distinta. La periodista Rocío Garzón, nacida en el pueblo y la persona que más ha hurgado en lo que fueron las vidas de los cadáveres, asegura que Próspero se parecía a Hitler por su bigote y su cabello liso y negro. Y tal vez esa sea la razón para que su cuerpo esté ahora exhibido en un museo de Moscú. Ese por lo menos es el rumor que hay en el pueblo. Nadie, ni el mito, explica cómo diablos llegó allá.


Sobre el cuerpo de Filomena hay confusión. Unos dicen que como Blas, fue partida por sus familiares. Pero la periodista Rocío Garzón asegura que Filomena es el cuerpo que está exhibido enseguida del de Laureano. Sólo que a ese cuerpo alguien le puso un nombre distinto: Margarita de Prieto.


Su cabeza está cubierta con un turbante café y su rostro parece triste, como si antes de morir hubiera llorado. El cadáver, que conserva una flor roja en el pecho, está como los otros: conservados.


Y junto a ella, en la última urna, está un hombre de quien se desconoce su historia. Su cuerpo fue cubierto con una mortaja azul por pudor. A pesar de llevar años de muerto, sus genitales siguen ahí, enteros, y el hombre, indefenso, era blanco de los comentarios de los visitantes. Don José Antonio Baquero, el anciano que cuida los cuerpos, decidió cubrirlo para evitar rostros sonrojados de señoras en este pueblo que es tan católico, tan creyente.


Por esos cuerpos, que en realidad son momias exhibidas en el Mausoleo José Arquímedes Castro, es que han llegado al municipio documentalistas de National Geographic, periodistas de programas como ‘El Show de Cristina’, científicos, estudiantes de medicina, de antropología, turistas. Todos interesados en saber por qué algunos muertos de San Bernardo Cundinamarca se convierten en momias sin que intervenga la mano del hombre.



II

Es largo el camino para llegar a San Bernardo. El bus que se toma en la terminal de transportes de Bogotá recorre 97 kilómetros y pasa por poblaciones como Fusagusagá y Arbeláez. En un carro particular ese viaje se hace en 2 horas, pero en el bus son 4 y se hace en el último tramo por una carretera fangosa y en pésimo estado.


Esa vía estrecha en la que patinan las llantas de los carros es un símbolo del abandono estatal en el que ha estado el campo colombiano. San Bernardo es el principal productor de mora en el país y todos lo llaman “despensa agrícola de Cundinamarca”, pero el pomposo título no le ha servido para que el Gobierno invierta en el arreglo de sus vías de acceso.


Ubicado en la Provincia del Sumapaz, el pueblo reposa sobre tres pisos térmicos: páramo, frío y templado. Por eso, además de mora, (que no se consigue en la plaza de mercado del pueblo porque cada tonelada se despacha para Bogotá y poblaciones cercanas), se cultiva cebolla, granadilla, mandarina, papaya. También hay ganadería.


El pueblo fue al principio un caserío fundado por el sacerdote Francisco Antonio Mazo el 22 de julio de 1910 y fue creciendo por la llegada de colonos que se aventuraban en el Sumapaz. A mitad de este año el municipio estuvo de centenario. Hubo fiestas, desfiles, un libro de lujo que cuenta la historia completa de San Bernardo.


Lo de las fiestas pareciera ser el antídoto del pueblo contra la monotonía y los días que pasan tan despacio en el campo. Al año se programan decenas de eventos, desde corridas de toros, festivales de música campesina, hasta un Festival de Émulos, artistas que imitan a otros artistas.


San Bernardo es un pueblo tranquilo, sobre todo desde que se fue la guerrilla. La gente cuenta que en épocas del presidente Pastrana las Farc acosaron al pueblo a punta de bala, vacunas, secuestros (su actual alcalde, Libardo Morales, fue uno de los secuestrados). Pero parece que aquí la Política de Seguridad Democrática del anterior Gobierno sí ha sido efectiva y de la guerrilla no se volvió a tener noticias.


La leyenda de las momias empezó hace 45 años y fue un suceso que causó susto en el pueblo. Todo inició en 1965, cuando Andrés Bejarano, el sepulturero del cementerio en ese entonces, abrió la tumba de Florentina Gutiérrez de Cruz para exhumarla. Cuando la sacó, el cuerpo, que llevaba 5 años sepultado, estaba momificado.


Desde ese día la historia del municipio se partió en dos y los casos de momias que encontraban en el cementerio los sábados, que es el día de las exhumaciones, se fueron repitiendo al punto que hoy se asegura que por cada familia en San Bernardo, hay una momia.


El fenómeno se convirtió en gancho infalible para el turismo. En los escasos folletos que promocionan al pueblo se escribe primero del Panteón de las Momias inaugurado en 1994 en donde se exhiben los cuerpos de Laureano, de Onofre, de Saturnina. Luego, sí, se invita a la piedra del sol, una roca con grabados indígenas que también se visita; o a la piedra del Pescado, en la que se aprecian figuras rupestres; o a las ruinas del antiguo cementerio en donde las raíces de los árboles salen por las criptas.


Las momias se convirtieron en impronta del municipio, acervo cultural, y en el principal motivo para que alguien en otro punto de Colombia o el mundo se interese en ir a San Bernardo.


Sin embargo, hay una paradoja: la mayoría de los habitantes del pueblo se resiste a tener un familiar momia exhibido en el Panteón y ordenan que los cuerpos se partan y sean depositados en osarios. El argumento se entiende: nadie quiere que un pariente muerto funcione como pasatiempo de fin de semana de algunos desconocidos que van a irrespetar con risas y comentarios. Nadie quiere tampoco ver a su familiar y remover dolores del pasado.


Esa resistencia explica por qué en el pueblo no hay vallas que digan ‘San Bernardo, tierra de momias’, ni tiendas que vendan suvenires del atractivo turístico, ni vendedores ambulantes promocionando literatura con la historia de las momias


Lo único que se puede adquirir es el libro de lujo de los 100 años del pueblo que publicó la Alcaldía y cuyos ejemplares están guardados en cajas que cubren lo alto de una pared de un cuarto oscuro. El libro poco lo promocionan.


A los residentes del pueblo no les interesa lo que la momificación natural logra: la última pose en que un hombre o una mujer será recordado en la eternidad.


III

Es por la cal. Los cadáveres en San Bernardo se momifican por ese material que se utiliza en la construcción. Al menos esa es una de las explicaciones que se dan en el pueblo para descifrar el fenómeno.


Y la teoría tiene sentido. En San Bernardo ha habido 3 cementerios, pero sólo en el que funciona actualmente, inaugurado en 1959 y en donde los cuerpos se sepultan sólo en bóvedas de concreto (está prohibido hacerlo en tierra) es de donde han salido las momias.


Jorge Yesid Díaz, 40 años, concejal del pueblo y sobrino de Alfredo Sabogal, un hombre que murió de cáncer y cuyo cuerpo al exhumarse quedó intacto, explica que la arena con la que fueron construidas algunas bóvedas del cementerio tenía una alta dosis de cal, “y ese material, se sabe, es un conservante. Esa podría ser la razón para que los cuerpos se momifiquen”.


Sin embargo hay un caso que parece descartar esta teoría: el padre José Arquímedes Castro, quien nació en Fusagasugá pero vivió durante años en San Bernardo y hasta gestionó la edificación de la actual iglesia del pueblo, murió y fue enterrado en su tierra natal. Sin embargo, cuando exhumaron su cuerpo, estaba momificado.


La historia del padre Castro apoya otra versión: la gente se momifica por la alimentación sana, en especial por el consumo de vegetales que no son fumigados como la guatila, el balú, la ahuyama y la calabaza. Esos vegetales hacían parte de la dieta del padre Castro...


El secretario de gobierno del pueblo, Efrey Mora, cree esa teoría. Y le agrega otro componente: el clima. San Bernardo es frío, y algunos estudios de la momificación natural indican que ésta se da con más facilidad en climas extremos como arenas secas o fríos glaciales. En San Bernardo el frío no llega a glacial, pero se siente. Son 18 grados.


José Antonio Baquero, el encargado del Panteón, está de acuerdo con la teoría del clima. Pero agrega otro dato: en el cementerio está pasando un fenómeno misterioso. Algunas bóvedas se congelan, “y mediante esa congelación no penetra gusano”. Él recuerda haber visto cuerpos sepultados hace años y que al ser exhumados parecían como si tuvieran apenas días de haber fallecido.


Esa teoría se relaciona con la del actual sepulturero del cementerio, Alfredo Rojas. En los 7 años que lleva trabajando allí, Rojas calcula que ha sacado 50 momias. Pero hay un detalle. El costado izquierdo es de donde han salido la mayoría.


En esa zona del cementerio, cuando llueve, dice Rojas, se filtra el agua en las bóvedas. Y gran parte de las momias que él ha exhumado las ha encontrado en criptas con charcos de agua, húmedas…


Y a todas estas hipótesis se suma una religiosa. El párroco del pueblo, Carlos Alirio Niño, asegura que la mano de Dios explica el por qué de la momificación. El Padre se fundamenta en un hecho: no todos los cuerpos que se entierran en San Bernardo se vuelven momias. Los momificados, dice el Padre y lo atestiguan los habitantes del pueblo, fue gente que en vida se entregó a Dios, siguió los mandamientos, amó a su familia y al prójimo. Los momificados para el Padre, entonces, son una especie de elegidos.


A la larga en el pueblo nadie descarta ni a la guatila, ni a Dios, ni al frío ni a la cal para explicar el fenómeno. Todos respetan las diferentes creencias hasta que alguno de los científicos que han venido a estudiar el tema den un veredicto definitivo. Aunque tal vez para el pueblo, para la historia de las momias, será mejor que se conserve el misterio.



IV

José Rodulfo Triana, director de cultura y turismo de San Bernardo, tiene como objetivo convertir al municipio y sus momias en Patrimonio Cultural e Inmaterial del país y una de las principales alternativas turísticas del Sumapaz.


Pero para lograrlo aún falta camino por recorrer. El cementerio, el principal atractivo turístico, está deteriorado, con paredes húmedas a las que se les cae la pintura, lotes con basura y lápidas en las que el nombre del difunto está escrito con lapicero.


En el pueblo, además, aunque el Sena está impartiendo la carrera de guía turística, no hay empresas enfocadas en el turismo. Es más: no hay empresas de ninguna índole.


Pero tal vez lo que más hace falta para lograr el objetivo de José Rodulfo es que los gobernantes y habitantes dimensionen el gran potencial que tiene el pueblo y sus momias. A lo mejor el principal pedal para el desarrollo de San Bernardo sean esos cuerpos momificados y no las moras.


Como pasa en Guanajato, México, guardando las proporciones. Esa ciudad es famosa por sus momias. Como en San Bernardo, en Guanajueto empezaron a salir cuerpos intactos de un cementerio, el Santa Paula. La primera momia fue encontrada en 1865. Ahora hay un museo de lujo, el Museo de Momias Guanajuato, en donde se exhiben 111 cuerpos. Y es tanta la publicidad que el gobierno le hace a la historia, que hay festivos en donde llegan en masa hasta 4.000 turistas.


Esos cuerpos, esas momias, como pasa en San Bernardo, tienen el poder de hacer pensar sobre la vida y sobre la muerte. Sabemos que la vida pende de un hilo, que es efímera, que la muerte no discrimina a ricos o a pobres, que llega sin aviso. Pero los cuerpos que parecen mirar a los ojos hacen que ese conocimiento sea visible, real, un conocimiento poderoso capaz de confrontar la existencia.


En San Bernardo, sin embargo, en los últimos años unas 120 momias se han partido con hachas y se han refundido en un osario.


Parece una condena: la principal opción de desarrollo turístico del pueblo exige exhibir la muerte, las desgracias familiares. Y pocos, se entiende, están dispuestos a eso.