'Mi viaje al infierno', el más reciente libro de María Jimena Duzán, busca la respuesta al porqué narcoparamilitares y agentes del Estado mataron a su hermana Silvia y a tres líderes campesinos en 1990 en Cimitarra, Santander. “Yo fui quien llevó a Silvia a la boca del lobo y eso duele mucho”, revela.
Por Santigo Cruz Hoyos
Unidad de Crónicas y Reportajes El País
Revista GACETA
Primero, la muerte. En la noche del viernes 26 de febrero de 1990, en la mesa número 7 del Bar - Restaurante La Tata de Cimitarra, un municipio ubicado en Santander, a 200 kilómetros de Bucaramanga, asesinaron a bala a la periodista Silvia Duzán, hermana de la también periodista María Jimena Duzán, y a tres líderes campesinos: Josué Vargas, Saúl Castañeda y Miguel Ángel Barajas. Los mataron ahí, con tranquilidad, a la vista de todo el pueblo. La Tata, se lee, era el lugar más frecuentado por los habitantes del municipio y a la hora del crimen, 9:30 p.m., todas sus meses estaban ocupadas.
María Jimena Duzán recibió la noticia de la muerte de su hermana en Nueva York. Había viajado para dar una conferencia. De inmediato regresó al país con un dolor profundo y una pregunta en su cabeza: ¿Por qué ella y no yo?
Pasó el tiempo. Se exilió. Intentó olvidar el asesinato de su hermana. O por lo menos silenciarlo. Durante 20 años no preguntó qué pasó, no miró, no investigó. Sí, Duzán, la periodista que es conocida por sus denuncias, se autocensuró. Sentía miedo.
“Había olvidado su rostro (el de Silvia) y sus ademanes: su última palabra, su última sonrisa, su última carcajada. No conocía detalles sobre las circunstancias de su muerte ni me había entrevistado con ninguna persona que hubiera presenciado la matanza. Adrede había borrado de mi memoria los rostros de los dirigentes campesinos que murieron con ella y había sepultado sin contemplación su historia”, escribe.
Pero hubo un detonante que hizo que esa historia de olvido cambiara dos décadas después. En el televisor vio al paramilitar Ramón Isaza, presunto autor intelectual de la masacre en Cimitarra. Lo escuchó decir que no se acordaba de nada de lo que había pasado en ese municipio santandereano.
Esa frase despertó en María Jimena Duzán un sentimiento que en un periodista es poderoso: indignación. Y decidió investigar a fondo, apoyada por la abogada Omaira Gómez de la Comisión Colombiana de Juristas, lo que había pasado con su hermana. Investigar el crimen como una forma de combatir la desmemoria de la sociedad colombiana, primero. Investigar el crimen para no enredarse cuando intentaba responder una pregunta que a veces le hacían sus dos hijas: ¿por qué mataron a Silvia?
Los periodistas estamos acostumbrados a contar la historia de los otros. Pero cuando hay que contar la propia historia, narrar se hace más difícil. ¿En su caso cómo logró contar desde el ‘Yo’ la historia de Silvia, los campesinos, su familia y usted misma?
Casi no doy ese paso. Me costó mucho trabajo encontrar ese ‘Yo’ para poder escribir mi historia. Duré mucho tiempo buscándolo, casi los tres años que llevé investigando la información en torno al crimen y al proceso de lo que había pasado con mi hermana y los campesinos. Y finalmente con errores, enseñanzas, lecturas y cosas que me pasaron logré encontrar ese ‘Yo’ profundo para contar la historia. Fue como ir pasando capas y capas y capas y ya en el fondo lo encontré y se me quitó la vergüenza de usarlo. Pero fue horrible.
El libro es una denuncia. Varios de los que mataron a Silvia y a los líderes campesinos están muertos. Sin embargo, aún hay gente que tuvo que ver con la masacre y que está por ahí, viva, como los militares que usted menciona. ¿Sintió miedo durante la investigación? ¿Hubo amenazas?
El único miedo que yo tenía era conmigo misma, que es un miedo distinto. Porque con el otro miedo (amenazas de muerte, atentados) he convivido durante dos décadas. Por eso, al momento de escribir el libro el miedo que tenía era darme cuenta si yo tenía la capacidad y la verraquera para poder escribir mi propia historia, la propia historia de la familia y lo que le pasó a mi hermana y a los líderes campesinos. Ese es un miedo que yo no conocía porque tiene que ver con el miedo oficial, con el miedo que tiene la sociedad de decir, de denunciar.
Ahora, durante la escritura del libro no se presentaron amenazas. Supongo que fue porque la investigación la hice muy silenciosamente y de la mano de la Comisión Colombiana de Juristas, que fueron los que me ayudaron cuando otros abogados me dieron la espalda. Pero la verdad no sé qué es lo que pase ahora con el libro publicado, no sé que pueda pasar.
La muerte de Silvia fue la confirmación de que en Colombia el narcoparamilitarismo era una mafia que asesinaba a quien se interpusiera a sus intereses, como es el caso de los periodistas. ¿Después de la muerte de Silvia usted se autocensuró, guardó investigaciones, prefirió no denunciar actos de corrupción por miedo a ese narcoparamilitarismo?
Yo sí creo que me autocensuré. Ahora sí sé que la muerte de mi hermana me impidió escribir sobre muchos temas porque uno queda con un trauma muy grande. Después de la muerte de Silvia estuve tres años fuera del país y fueron años en los que no pude escribir, ni leer sobre Colombia, y eso me impidió entender qué era lo que estaba pasando.
Muchas de las cosas que hoy veo claras frente al fenómeno del narco paramilitarismo, en ese momento no fui capaz de denunciarlas tan claramente como hoy lo veo. Ya después de 20 años sé cómo es el rostro de ese monstruo, le conozco su perfil, lo distingo a leguas.
Pero cuando murió mi hermana Silvia no lo entendía porque sólo era confusión y miedo lo que me embargaba.
Entonces, la reacción es de inmovilidad y eso te lleva como periodista a no mirar, no investigar, no preguntar.
Leyendo entre líneas uno supone que en usted hubo un sentimiento de culpa por la muerte de Silvia. En el libro narra cuando le sugirió a su hermana realizar un documental sobre la historia de los campesinos que habían fundado la Asociación de Trabajadores de Campesinos del Carare. Por ese documental, ella viajó a Cimitarra…
Eso sí se presentó. Cuando me dieron la noticia de que habían asesinado a mi hermana me pregunté: ¿por qué Silvia y no yo? Y digamos que no sé todavía la respuesta, pero gracias al libro logré entender por qué la mataron, cosa que no había entendido en 20 años porque no había querido, porque tenía miedo, porque las amenazas me impedían mirar bien las cosas y entender qué es lo que había pasado. Y en el fondo sí guardo ese sentimiento de que era yo y no ella. Puestos en perspectiva los hechos, entendí que Silvia llegó a Cimitarra, a la boca del lobo, y yo fui la que la llevé allá. Eso a mí me duele mucho. Pero después de 20 años entendí que las cosas fueron así, y el libro me ha ayudado a exorcizar ese tipo de sentimientos y explicar las circunstancias en que murió Silvia para que mis hijas las entiendan.
¿Cómo recibió la familia Duzán el libro?
Si lo leyó Julia, (su mamá) todavía no me lo ha contado. Estoy esperando. Con mis hijas el libro nos ha ido acercando a temas que antes no teníamos acceso, a un mundo distinto como hablarles de la familia, de las cosas que nos pasaron, y ellas poco a poco han ido entendiendo qué son los narcoparamilitares. Tengo una hija de 12 años y otra de 14, y poco a poco han entendido qué fue lo que pasó y el país que les tocó vivir.
Eso me ha parecido una experiencia nueva con mis hijas. La verdad el libro lo escribí también para evitar la explicación en la que me enredé la primera vez que me preguntaron por qué habían matado a Silvia. El libro le da a uno esa posibilidad de no hacer esa explicación, sino que la lean.
En Colombia, se plantea en el libro, el hecho de ser víctima hace que automáticamente esa persona pierda la dignidad. Si matan a alguien se dice siempre la misma frase: algo habrá hecho. ¿Será que somos una sociedad que legitima la muerte?
Yo creo que la sociedad colombiana vive en la desmemoria. Y la desmemoria, a su vez, produce la justificación de la violencia. Y la manera de justificar la violencia es degradar a las víctimas a cosas insignificantes para que su muerte no pese y no les pese a quienes las hacen.
Hablando de periodismo, ¿usted cree que hoy existen mejores condiciones para ejercer el oficio en Colombia comparado con la época en la que murió Silvia? O el asunto sigue igual..
Yo creo que los periodistas en Colombia siempre tienen una serie de amenazas que afectan la libertad de expresión. Unas veces esas amenazas están por fuera del sistema: las Farc, los paramilitares, el narcotráfico, esa alianza entre narcos y paramilitares, que tiene también que ver con muchos agentes del Estado y muchos políticos que están operando desde adentro.
Eso está vigente hoy. Ese monstruo del narcoparamilitarismo, que de alguna manera está legalizado y es más aceptado socialmente, ejerce una presión de censura sobre los medios de comunicación. Hay una presión para no informar sobre los intereses que ellos ya tienen y para no informar sobre el tamaño de su corrupción y por eso están matando periodistas en este país.
Yo creo que ese es un tema que no se ha tocado mucho, pero que tiene que ver con el desarrollo de esta mafia paramilitar que se ha ido metiendo en la sociedad y en lo local, caso Valle del Cauca. Ustedes tienen incluso líderes políticos que representan esas élites de poder ya afianzadas. Entonces, el desafío más grande que tienen hoy los periodistas es descubrir esa mafia que ahora está bajo lo legal, que es muy distinto a lo que pasaba 20 años antes: el reto era descubrir lo que era ilegal.
Ahora, algo que nunca habíamos tenido es el hecho de que desde el Estado se estuviera instigando para coartar la libertad de expresión como lo que pasó con el gobierno Uribe en los últimos 8 años.
Entonces, a eso que teníamos que lidiar antes, enemigos por fuera del Estado aparentemente, está además el tema de que es el Estado también el que nos chuza y nos persigue. Eso me ha parecido bastante más complicado de manejar.
Volviendo al libro, usted en él anuncia que va a trabajar por las víctimas de este país. ¿Cómo lo va a hacer?
Pues yo creo que con mi trabajo periodístico. Tratar de mirar el conflicto desde el punto de vista del eslabón más débil de la cadena: las víctimas. Y yo sí quisiera cambiar esa forma de darle tanta publicidad a los victimarios, además tan irracional, y plantear historias y visiones del conflicto pero desde el punto de vista del más débil, que es la víctima indefensa.
En términos de tiempos, ¿cómo hizo para escribir el libro?
Eso fue lo más difícil. Yo creo que por eso es que las mujeres no somos de producción literaria sino ya cuando los hijos están grandes. Tengo mis hijas pequeñas, tengo que hacer mercado, hago lo mismo que hace un ama de casa, y eso que mi marido me ayuda mucho. Pero me toca hacer todo eso acompañado además del trabajo profesional. Entonces fueron jornadas tremendas, de noche, para escribir el libro. Llegaba cansada de trabajar y cuando se dormían las niñas empezaba a escribir hasta las 4 ó 5 de la mañana. Toca robarle el tiempo a las cosas que uno hace.
¿Es usted una mujer distinta después de ‘Mi viaje al infierno’?
No. Yo soy la misma persona, pero tal vez mejor persona. Me siento más tranquila con mis reflexiones. Las dudas siempre las voy a tener, pero me siento más tranquila con la vida para desafiar lo que a uno le toca, los cambios que uno tiene que asumir.
¿Perdonó a los victimarios de Silvia y los campesinos en medio de la escritura?
A mí no me interesa el perdón. Yo esa palabra no la utilizo mucho. No tengo una fe católica, apostólica y romana como la tenía la irlandesa que tanto me impactó en el libro (se refiere a una mujer que conoció y que podía mirar sin rabia al hombre que mató a su hermano).
Yo lo que sí espero es que los señores paramilitares como sea, con Ley de Justicia y Paz o sin Ley de Justicia y Paz, sean sinceros con el país, sean sinceros con las víctimas y cumplan con lo que ofrecieron. Yo creo que no lo han hecho. Yo no sé qué va a pasar con una sociedad como la nuestra que no tiene justicia.
El hecho de que un proceso de estos no haya surtido el éxito que debía haber surtido, produce un doble desengaño. Quien sabe eso que le puede producir a este país.
¿Quién fue Silvia Duzán?
Lectora empedernida; apasionada por la literatura, la escritura y el periodismo. Reportera. Esa era Silvia Duzán. Tanto ella como su hermana María Jimena se interesaron por el periodismo gracias a su padre, Lucio Duzán. Silvia, sin embargo, era una periodista de un corte distinto al de su hermana: la tenían sin cuidado las chivas. “Eso es lo tuyo” le decía a María Jimena “con cierto sarcasmo”. A Silvia le interesaba escribir sobre los pandilleros de Bogotá o los primeros sicarios de Medellín. Al momento de su muerte en 1990 estaba realizando un documental sobre la historia de los líderes que habían fundado la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare que buscaba que los campesinos no fueran incluidos en el conflicto ni por la guerrilla, ni por los paramilitares.