martes, enero 27, 2009

Ángela Becerra, sin la pluma en la mano



De 9 de la mañana a 3 de la tarde escribe, se dedica a su oficio. ¿Pero quién es Ángela Becerra cuando no está con la pluma en la mano? ¿Qué hace a partir de las 3:01 minutos? Desde Barcelona, España, nos contó cómo es su vida fuera de las letras. Entrevista sobre rutinas, gustos e intimidades de la escritora caleña más leída en el mundo.


Por Santiago Cruz Hoyos
Revista GENTE - EL PAÍS



A las 9 de la mañana se sienta en su ‘Santuario’. El sitio, un rincón de su casa ubicada a las afueras de Barcelona, España, huele a sándalo quemado. En la pared, pintada de un rojo fuerte, están grabados varios poemas. Y para donde mire aparecen las fotos de sus seres queridos.
Allí, en ese rincón de su casa, Ángela Becerra escribe sagradamente hasta las tres de la tarde, "sin interrupciones". Los teléfonos quedan desconectados y lo único que se escucha es música de piano, bajíta. La acompaña una vela encendida.
La atmósfera es especial, "casi mística". Es el espacio de donde han surgido libros como ‘El Penúltimo Sueño’, ‘De los amores negados’, o ‘Lo que le falta al tiempo’, uno de los más vendidos en las librerías del país en 2006. Allí, en su ‘Santuario’, se ha consagrado como una de las escritoras caleñas más leídas en el mundo, (sus libros están traducidos hasta en Mandarín), y de allí también han llegado premios como el Latino Literary Award 2004, concedido por la comunidad latina de Estados Unidos, o el premio español Azorín 2005. Páginas que a unos cautiva y que otros, también critican. No pasan desapercibidas.


¿Pero quién es Ángela Becerra cuando no escribe? ¿Qué hace a partir de las 3:01 minutos? ¿Cómo son sus días? Para la Revista GENTE soltó la pluma por un momento y nos contó cómo es su vida fuera de la literatura.

¿Cómo empiezan y terminan los días de Ángela Becerra, cuáles son las rutinas?
Me levanto muy temprano y como mi casa está situada en medio de un bosque, cada mañana, antes del amanecer, me interno en él y camino durante una hora a paso rápido por sus senderos de piedra y musgo. Uno de mis grandes placeres es sentirlo despertar. Es una zona sembrada de pinos milenarios que desprenden un aroma maravilloso, en la que viven ardillas, conejos, jabalíes y pájaros de muchas clases. Me llevo mi iPod y en el trayecto suelo escuchar ópera. Después vuelvo a casa, hago media hora de kundalini yoga y finalizo con quince minutos de meditación. Desayuno con mi marido y mis hijas, es un momento muy importante para compartirnos como familia. Luego llevo a mi hija menor al colegio, regreso, me ducho y me encierro en mi ‘Santuario’. Después de las tres de la tarde leo, me veo con amigos, voy al cine, al teatro, salgo a cenar…Vivo.


¿Y los fines de semana? ¿Cómo fue el último?
Mis fines de semana son muy sencillos y familiares. Si no tengo ningún viaje pendiente, el sábado es el día que preparo comida colombiana para mi familia. Me fascina meterme en la cocina y hacerles lo que más les gusta y añoran. Vienen dos sobrinos también colombianos, están mis hijas, sus novios, mi marido… la mesa se agranda y todos cuentan cómo les fue en la semana; compartimos anécdotas, reímos. Parte del ritual es ir muy temprano al mercado a comprar todo muy fresco. Hay una parada en la que consigo productos colombianos. Cada vez hay más mercados latinos y los antojos se pueden saciar, no como hace veinte años cuando acababa de llegar; si querías un patacón tenías que hacerlo con banano biche y claro, aquello no tenía nada que ver. Ahora hago patacones con plátanos de verdad, hogao, aborrajados, arepas… hasta champús, y te cuento que me queda muy bueno.


¿Cuáles son tus hobbies, tus pasatiempos?
Mi pasión es vivir: VIVIR, con mayúsculas. Estar atenta a la vida; con mis sentidos bien despiertos. El tiempo corre. No nos podemos perder lo bueno, que normalmente suele ser lo más sencillo de la vida. Me fascina leer, descubrir en el fondo de los libros el alma del autor. Observar a la gente, sus gestos, lo no verbal suele decir mucho. Escuchar… Adoro el silencio lleno.


Y los sitios preferidos para salir en Barcelona...
Barcelona está llena de rincones mágicos que inspiran historias. A mi particularmente me atrae el Born, un barrio que ha sido rescatado del abandono y en el que hoy muchos artistas tienen sus estudios. Me encanta pasear por la calle Montcada donde además de encontrarte estupendas galerías de arte, tienes el Museo Picasso, el Palau Dalmases, un sitio barroco donde cada jueves puedes escuchar en medio de velas y candelabros las mejores arias cantadas a pie de mesa. En esa zona conviven gentes de todas las razas y edades. Hay un respeto tácito por vivir y dejar vivir, y encuentras una oferta gastronómica variada: comida cubana, asiática, de fusión… bares con música en vivo, además de los músicos callejeros que de repente pueden ser unos virtuosos. Es el barrio de Joan Dolgut , el protagonista de mi novela ‘El penúltimo sueño’. Por cierto, en los bajos de su casa está ‘Míramelindo’, un bar donde preparan los mejores mojitos del mundo.


¿Cómo es la relación con tus hijas, qué hacen juntos, qué comparten, qué rutinas manejan?
Mis hijas son lo más bello que me sucedido en la vida. Con ellas he aprendido a sentir la vida en toda su dimensión. Un hijo te enseña lo que es dar sin esperar nada a cambio. Ahora sé lo que significa la palabra amor: comprensión, perdón, sacrificio, complicidad. Con ellas tengo una relación maravillosa. Acostumbro a dedicarle a cada una por separado un tiempo exclusivo y no sabes lo fructífero que es. Luego como familia compartimos las vacaciones, que casi siempre son una aventura que nos refuerza como unidad.

El sitio preferido de tu casa, ese donde pasas más tiempo...
El rincón donde escribo. Yo lo llamo mi ‘Santuario’. En sus paredes he escrito trozos de poemas. Allí estoy rodeada de fotos de mis seres queridos y pequeños objetos que he ido recogiendo a lo largo de mi vida. Piedras, esculturitas, cachivaches, arena, velas. Llevo quemando tanto tiempo sándalo en él que su perfume ya ha impregnado todos los objetos. Tiene una atmósfera muy especial, casi mística que ya hace parte de mi momento de creación.


A propósito, ¿cómo es tu casa?
Mi casa se ha ido haciendo a medida que la hemos ido viviendo. Más que las paredes y la cantidad de habitaciones que tiene o el sitio donde está, para mí es más importante la energía que ella emana y esa viene dada por la armonía de quienes la habitan. Entonces deja de ser una casa y se convierte en un hogar. Podría decirte que está pintada de rojo, que tiene techos altos, paredes escritas en mis ratos de descanso, estanterías a rebosar de libros, una cocina verde, muchos recuerdos colocados en rincones. Queda en las afueras de Barcelona, en medio de una extensión verde y plana. Es muy luminosa, tiene grandes ventanales y varias chimeneas por donde cada mañana se cuela algún pajarito que siempre rescato.

¿Hace cuanto no vienes a Cali? ¿Qué extrañas de la ciudad?
La última vez que estuve fue hace un año, acompañando a mi querida hermana que en ese momento me necesitaba. Fueron unos días muy bellos en los cuales todos los hermanos fuimos uno. La Cali que yo extraño es una ciudad idealizada por el amor que le tengo y por la lejanía. Creo que de ella queda muy poco. Lo que más echo de menos es el sonido silvestre de las mañanas de mi infancia. El canto de los pichojués mezclado con las voces de las negras gritando Aguacaaaate, chontaduro y el timbre de la bicicleta anunciando la mazamorra, es un sonido único. Añoro las tardes de pandebono y pan de yuca con kumis de Kasimiro, las empanaditas del Charco del Burro y la alegría de aquella época, cuando la Sexta era una pasarela de jóvenes exhibiendo alegría y buen gusto. La fiesta decembrina con su novena de choclos y villancicos en la circunvalar. Las iluminaciones en las casas.

¿Volverías?
Nunca me fui. A Cali la llevo siempre en mi corazón, está en mi sangre. Allí están mis recuerdos, mis afectos y mis raíces. No hay día en que no me sumerja en ella por un rato. Fíjate que llevo veinte años viviendo en Barcelona y no descarto la posibilidad de regresar; tal vez finalice mi vida donde la inicié, aunque en este momento estoy muy bien en España. Aquí he construido mi vida con mi marido y mis hijas, vivo en paz y me siento muy a gusto.

¿ Ángela cocina?

¡Claro que cocino! Además de que me fascina, es una terapia que me relaja muchísimo. Me encanta inventarme ensaladas y platos con lo que encuentro en la nevera y el armario. Nunca me rijo por recetas, sino por la cuchara, es decir, echando, revolviendo y probando. Tengo cerca una pescadería y su dueña, Luisa, ya conoce mis debilidades, así que cuando tiene algún pescado bonito me llama. Me gusta hacer comidas que sean ligeras. Pescados a la sal, quedan buenísimos. También tengo un clásico que repito desde mis catorce años: la lasaña. Es una receta propia que sólo haciéndola recuerdo a qué sabe.


¿Tu comida preferida?
Sancocho yaborrajados. Aparte, me encanta el Carpaccio de ternera, con láminas de queso parmiggiano, champiñones y rúcula en una salsa de trufa negra. Podría comerlo cada día.
¿Y esa canción que siempre está a la mano?
-Claro de Luna, de Beethoven. Me regala un estado de ánimo muy especial.

Aunque la idea es hablar de la Ángela fuera de la literatura, ¿qué libro estás leyendo en este momento?
Más que un libro en concreto, acostumbro a leer varios. Pero como en este momento estoy escribiendo mi próxima novela, es un período en el que sólo me dedico a la lectura de documentación que me ayude a la elaboración de la novela. Así que ahora estoy en época de gestación. Aunque para contestar a tu pregunta te diré los últimos que he leído: ‘El libro del desasosiego’, de Fernando Pessoa y ‘Nieve’, de Orhan Pamuk.

¿El paseo que más recuerdas?
Un viaje que hice a la India en el año 2000. Cambió mi vida, gracias a él hoy me dedico a la literatura. Allí recuperé la palabra escrita.

¿A qué personaje del mundo admira Ángela Becerra?
Más que a una persona en concreto, admiro al SER HUMANO, con mayúsculas: aquel que es capaz de mejorar su mundo respetando el de los demás.


¿Y los que no admiras?
Todos los ‘enanos’, ebrios de poder, que han destrozado millares de vidas: Hitler, Stalin, Mao, Milosevich, Franco… y desgraciadamente la lista continúa. Cada nueva generación crea sus monstruos.


Un hábito imprescindible
El silencio.


Lo mejor de la vida
La libertad.


Y un lema
Encontrar lo bueno, aquí y ahora.

La pluma, vuelve a su mano.





Sandro Romero Rey acaba de lanzar al mercado su más reciente libro titulado ‘Clock around the rock’. Es una obra en la que el autor, a través de crónicas, narra las experiencias de los conciertos que ha visto en el mundo de grupos y cantantes como los Rolling Stones, Rod Stewart, Michael Jackson, tantos. Entrevista con un artista que morirá amando el rock.




Por Santiago Cruz Hoyos
Reportero de EL PAÍS

Antes de salir para el concierto de turno, alistaba una libreta y un lapicero. Y se iba. Entonces, ya en el concierto, apuntaba los detalles. Las canciones que se tocaron, el ambiente, la anécdota de color, los comentarios. Y disfrutaba el concierto, y se perdía en esos ritmos del rock y cantaba y saltaba hasta que ya con sus ídolos al frente y los escenarios repletos de fanáticos que estaban a punto del colapso, del delirio, de la locura.

A su casa o al hotel también de turno llegaba con la sangre caliente y fluyendo a mil por hora. Sacaba la libreta de apuntes, se sentaba a escribir, a narrar lo que acababa de ver, de escuchar, de sentir. Algunas veces salía un cuento. Otras veces una crónica, una opinión, una cuartilla sobre música… a la larga no importaba el género. Ése, el de escribir en caliente, era el ritual. Lo incumplió en algunas ocasiones. Pero era el ritual.

Y entonces hoy aparece Sandro Romero Rey con un libro que se llama ‘Clock around the rock’, crónicas de un fan fatal, y que es producto de esa pasión esquizofrénica suya por el rock y de esa costumbre de escribir sobre los conciertos a los que ha ido por el mundo.

"Durante años me he dedicado a perseguirlos (a los cantantes de rock) porque en Colombia ver una estrella del pop internacional es como encontrarse con un oso polar en el Amazonas. Aunque, no lo crean. Ha habido casos de osos polares en el Amazonas y han tocado salvajemente bien. Ya hablaremos de ellos", escribió en el prólogo.

Y uno de vuelta a las páginas y se entera que este caleño que es dramaturgo, escritor, docente, periodista y mil cosas más estuvo en el concierto de los Rolling Stones en el ‘Shea Stadium’ de Nueva York, en 1989; que al mismo grupo, que es el que más ama, también lo vio en el Giants Stadium de Nueva Jersey en 1994: a Rod Stewart lo vio en París en 1991 y en Londres en 1998; a Michael Jackson lo vio en el hipódromo de Vincennes, París, en 1992 y a Prince Roger Nelson lo vio en la misma ciudad, el mismo año, en el Coliseo Bercy; a Gustavo Cerati lo vio en Bogotá en el 2000 y a The Police lo vio en México en el 2007. Y la lista sigue, es larga.

El libro, publicado por la editorial Aguilar, se convierte entonces en un testigo fiel de la pasión de Sandro Romero Rey por los Stones, por Los Beattles, por Jim Morrison, por Michael Jackson, por Bob Dylan, por Roger Waters, por Guns n’ Roses, por Fito Páez, por Gustavo Cerati, por tantos.

Claro que al final hay una sorpresa: dos sendos textos sobre Richie Ray y Bobby Cruz. Es que también es salsero, ama esa música y incluyó esos textos en su libro porque sí, porque le pareció, porque además el próximo año lanza un documental sobre la vida de los cantantes que se llama Sonido Bestial, y porque… no importa, esos textos son un bello final para un libro de música. "Los he amado tanto, que sería una verdadera injusticia no incluirlos en esta catarata de declaraciones de amor".

Sandro, camisa verde intenso, con cara de aterrado porque en Cali había un trancón de padre y señor mío a las 7:00 de la mañana, llegó a EL PAÍS con su libro en la mano. Entrevista sobre literatura y buenas canciones.

¿Qué es ‘Clock around the rock’?
Es una compilación de 25 crónicas sobre el mundo del rock. Textos que están estructurados como una ceremonia, porque para mí el rock está lleno de ceremonias. Las historias, fundamentalmente, cuentan experiencias de los conciertos a los que he asistido durante toda mi vida. Un libro muy en primera persona, con mucho humor, eso espero, y a la larga es un intento de traducir con palabras mi pasión por la música. Claro que lograr eso de manera fiel es casi imposible, las palabras no alcanzan para traducir esta pasión mía.

Hablemos de las crónicas...
Hay crónicas de distintas épocas, como la historia de la muerte de los dos Beatles, John Lennon y George Harrison, pasando al bloque más extenso del libro que es sobre los Rolling Stones, el grupo que más me gusta. En adelante hay textos sobre Jim Morrison, sobre Elton John, crónicas sobre los conciertos de Lou Reed, Michael Jackson, Eric Clapton, hasta temas más recientes como el concierto Bogotá de Björk y de Cat Power. Hay un solo cuento, que es sobre Fito Páez, que creo es el artista que más he visto en vivo y siempre he tenido amigas que quieren ser novias de él y que son fanáticas a morir. Es un cuento escrito en primera persona y la voz es la de una mujer que lo venera. También en el libro se encuentra una historia sobre la historia del rock en Colombia y el último capítulo es un homenaje a Richie Ray y Bobby Cruz que narra cómo logré realizar durante años un documental sobre la vida de estos grandes de la salsa, un documental que se llama Sonido Bestial y que estará listo el próximo año (el año anterior se ganó un premio por el documental en el Ministerio de Cultura). Es una crónica desde adentro, una crónica de una amistad con estos gigantes de la salsa.

¿Cuánto tiempo tardó en escribir este libro?
Fue escrito en distintas épocas, pero me senté a escribirlo ya como proyecto en el año 2003 en Barcelona, España, mientras grababa el documental. Quería hacer un libro de rock que se me convirtió en tres libros, entonces los dividí y de ahí surgió ‘Las ceremonias del deseo’, obra con la que me gané el premio nacional de cuento en el 2004 en Bogotá. El segundo libro es este, ‘Clock around the rock’, crónicas de un fan fatal y el tercero son textos más líricos, más poéticos, que los tengo guardados en un cajón.

¿Por qué el título?
Es un juego de palabras, el juego del tiempo alrededor de la música, la vida que pasa alrededor del rock. También es un homenaje a la canción ‘Rock Around the Clock’, el primer gran éxito del rock and roll en la historia, canción que surgió en 1952 y era cantada por Bill Halley y sus Cometas en 1954.

Y tanta pasión y tanto amor por el rock ¿cómo surgió?
Mi pasión por el rock siempre fue complementaria a mi pasión por el arte. Yo crecí entre artistas. Mi papá, Daniel Romero Lozada, era pintor y mi mamá, Lus Estela Rey, era bailarina de ballet y desde niño vivía en el mundo del arte. Recuerdo que no salía del barrio Centenario, el Colegio Berchmans y Bellas Artes, ese era mi mundo. Escuchaba siempre música clásica, estudié música un tiempo hasta que me encontré con el teatro y cuando lo estudiaba apareció el rock en mi vida por una casualidad. Mi papá me regaló el disco ‘Through the Past, Darkly’, un álbum de los Rolling Stones que salió al mercado en 1969 y que todavía conservo y escucho. Desde ahí me volví un aficionado solitario. Con el tiempo me encontré con otros aficionados igual de solitarios que yo como Luis Ospina y Andrés Caicedo y mis primos, Eugenio y Carlos Felipe Renjifo, a quienes en parte les dedico el libro. Ellos son grandes fanáticos de rock. Por ahí empezó una pasión que seguro morirá conmigo.

El libro cuesta 39 mil pesos, tiente 331 páginas, la portada es una foto de Sandro tomada por Fernell Franco cuando Romero cantaba rock con bandas bugueñas y caleñas en los años 80 y algunos que lo han leído dicen que el libro es una especie de manual delicioso sobre música, en fin. Que se abran las páginas de ‘Clock around the rock’. Que inicie la ceremonia, que suene la música.