martes, diciembre 18, 2007

Ella sólo quiere bailar



Juliana Sáenz es la bailarina más joven del Cuban Classical Ballet of Miami. Tiene 15 años y ya hizo parte de una de las obras cumbres del ballet clásico: Giselle. Estuvo en Cali pero ya regresó para ensayar sus próximas apariciones en febrero. La obra: El lago de los Cisnes, del autor ruso Tchaikovsky. Perfil.

El País - Cali

Las zapatillas de ballet las guardó en la maleta a escondidas de su madre. Porque la condición para este viaje después de 3 años de no venir a Cali era esa. Descansar. No ir a ensayos. No bailar. Juliana Sáenz aceptó. Pero sólo de dientes para fuera. Las zapatillas también viajaron. Y en Colombia, como no, bailó.
Está sentada en un sofá del Hotel Club Campestre de Cali. Espalda erguida, manos sobre las rodillas, gafas levantadas por encima de la frente. Con 15 años luce una elegancia que sorprende. También una madurez de mujer adulta.
Mientras cuenta lo de las zapatillas se ríe. Explica. "Es que el ballet es mi pasión. Vivo para el ballet, mis días en Estados Unidos después de estudiar son ensayos, audiciones, presentaciones".

Más tarde su padre, Jaime Sáenz, me diría casi susurrando, como intentando que no lo escucharan: "nunca he visto a nadie tan entregado a una pasión, tan comprometido con un oficio. Es que no descansa. No para".
La bailarina que tengo al frente es la más joven del Cuban Classical Ballet of Miami. Nació en San Juan, Puerto Rico, pero estuvo sólo 5 meses. De padres caleños, vivió en Cali hasta los 7 años. Después, por asuntos de trabajo de sus padres, se radicaron en Estados Unidos. Viven en La Florida.
La historia con el ballet empezó desde muy niña, pero no se sabe por qué. En la familia nadie tuvo ese gusto. Nunca vio una presentación de ballet, ni siquiera por televisión. Pero un buen día se le plantó a su madre, Luz Elena, y le dijo: yo quiero bailar.
Y bailó. Empezó a recibir clases de jazz. Pero en la casa ya empezaba a mostrar los movimientos del ballet. Torso erguido. Cuerpo alargado. Saltos elegantes. Era lo suyo. Y se encaminó.
Pies de diosa
Cada que termina los ensayos diarios de 5 horas los pies le quedan deshechos. Pies rojos, deteriorados por el trajín. Por eso cuando llega a casa lo primero que hace es consentirlos. Bañarlos con agua tibia. Darles un masaje.
Es una afortunada. Porque los pies de los bailarines son cosa tremenda. Sufren de ampollas, de callos, deformaciones. Juliana se saca la zapatilla y los luce. Son perfectos.
Con esos prodigiosos pies obtuvo un papel en la obra Giselle presentada con el Cuban Classical Ballet of Miami. Con 14 años haberse presentado en el Jackie Gleason Theatre en esa obra, considerada como la maestra absoluta del teatro de la danza del Romanticismo, es para inflar el pecho. Uno de sus grandes recuerdos.
En el Cuban Classical se ha codeado con grandes bailarines como Lorena Feijoo. Tiene una profesora de la talla de Magaly Suárez, la directora artística. Y los consejos de Pedro Pablo Peña, el director general.
Y en Estados Unidos ha estado en varias academias. En el International Dance Academy, de Fort Lauderdale, Florida, se entrenó junto a Deborah Buttner. En Bogotá estuvo durante dos meses con Mónica Pacheco, de Ballarte y mientras vivió en Cali siguió las enseñanzas de Shirley Santa.
En el School of American Ballet ha ganado dos veces el honor de participar los campamentos de verano. Entre 3.000 aspirantes, escogen 200. El logro también se dio en Boston Ballet.
El sueño
Luz Elena Cepeda, su madre, por momentos se preocupa. Ve a su hija dedicada casi todo el día al ballet. Además de los ensayos y audiciones, pone dvd’s en la casa, corre la sala, y baila. Después hace ejercicios para los pies, para estar en forma. No come dulces. Se hidrata. No va a fiestas con amigas, no se toma un día libre, no piensa en otra cosa.

"El domingo le tengo prohibido hacer cualquier actividad que tenga que ver con el ballet", me dice Luz Elena. También le prohibió lo mismo en este viaje de 10 días a Colombia para ver la familia. Por eso Juliana escondió las zapatillas (se gasta tres de ellas por mes).

Pero estando en Bogotá apareció la oportunidad de ensayar en una escuela de ballet. Luz Elena no sabia cómo se iba a presentar sino tenía zapatillas. Juliana, sonriendo, las sacó de su escondite. Y ensayó durante tres días. Es que no puede perder el ritmo. En febrero próximo se presenta en Miami, en la obra el Lago de los Cisnes, la primera de las tres obras que escribió el compositor ruso Tchaikovsky. Otro gran orgullo estar ahí.

El miércoles pasado tomó un avión de regreso a La Florida. Y con ella viaja ese sueño de ser solista del New York City ballet. De consagrarse. De meterse en la historia con el ballet. Por que ella sólo quiere bailar.

Benedicto


Drama del desarraigo, al ritmo de una marea




El informe sobre el desplazamiento en Colombia que presentó Acnur en Cali asegura que el flagelo se ha incrementado en el Valle. Entre 2001 y 2003 se expulsaron 14.000 personas por año. En 2004 y 2005 la cifra bajó a 5.300, pero en 2006 los desplazados llegaron a 11.309.


El País - Cali


A Rafael Santibañez le picaron su familia con motosierras. Fue en Florencia, Putumayo. A él también las Farc lo querían matar pero se descolgó por una montaña y escapó. Cree que fue por la plata que su patrón, Jaime Castillo, le debía al grupo guerrillero. Trabajaban con coca. Él, Rafael, era raspachín.

Después de muchas vueltas llegó a Cali, al albergue de doña Martha Ramírez, en el centro de la ciudad. Era un joven de 18 años que sólo quería una cosa en la vida: venganza.

También estaban ahí Carlos Alberto Rasknamijo, un ex guerrillero de 17 años nacido en Mocoa desertor de la guerrilla; Marlene Gutiérrez, una mujer desplazada por paramilitares desde San José del Palmar, Chocó; un ganadero que prefirió reservar su identidad y que dejó todo buscando la liberación de su hijo, Alfredo, secuestrado en una montaña del Cauca por las Farc. Al final, quedó sin nada.

En el libro de registro de doña Martha consta que ha atendido a 3.600 desplazados desde 1999, cuando decidió acondicionar su casa en el barrio Junín como un albergue. Vive con ellos. Con sus dramas. Sus testimonios resumen una misma historia: la de más de dos millones de desterrados por los enfrentamientos entre los grupos armados. Una historia en donde el desarraigo de la tierra y de la vida misma son el común denominador. Cambian los nombres, los lugares. Las consecuencias son las mismas.

Qué pasa hoy en el Valle?
El drama del desplazamiento sigue latente. Y en el Valle se sintió con fuerza entre el 2006 y el 2007. Según el Balance de la Política Pública para la Atención Integral al Desplazamiento Forzado, documento presentado en Cali por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Acnur, en el año anterior se registraron en el departamento 11.309 personas desplazadas. La cifra se disparó en un 88%, teniendo en cuenta que entre el 2004 y el 2005 el número de desterrados llegó a 5.300.

Este fuerte incremento tiene que ver directamente con los 7.780 ciudadanos que en 2006 expulsó Buenaventura. El municipio fue el que más población desplazó en Colombia el año anterior.

Y es que la violencia se ensañó en el Puerto. La disputa territorial entre Farc, grupos de autodefensa emergentes, narcotráfico, atentados terroristas, son cosa del día a día. Los desplazamientos son constantes.

Con respecto a Cali, el informe de Acnur sostiene que la ciudad es el tercer municipio en el país con mayor recepción de población desplazada (36.000 personas), seguido por Buenaventura con una cifra cercana y Tuluá, a donde llegaron 8.500 desplazados.

En el mismo sentido un informe de la Defensoría del Pueblo, Seccional Valle, sostiene que Cali es el principal lugar de recepción de población desplazada en el país con 5.229 personas registradas en lo transcurrido del 2007.

Una de las explicaciones para esta situación tiene que ver con la aguda crisis en materia de derechos humanos que vive Nariño, donde el accionar de grupos al margen de la ley han provocado desplazamientos masivos como el ocurrido en El Charco, a mediados del presente año, donde cerca de 6.000 personas huyeron del municipio, buscando en el Valle una posibilidad de reiniciar sus vidas.

Un círculo vicioso
Andrés Celis, oficial nacional de protección de Acnur, sostiene que hoy en Colombia el problema del desplazamiento es un círculo vicioso. O en otras palabras, va al ritmo de una marea: en unas zonas la problemática se intensifica. En otras disminuye. Pero no para.

"Comparando las cifras con respecto a 2002, hoy se tendría que decir que la situación es menos intensa. Sin embargo, hay que resaltar que el desplazamiento se sigue concentrando en algunas áreas del país. Hipotéticamente se plantea que las mejoras en materia de seguridad que arrojan ciertos departamentos, están soportadas en una intensificación de la violencia en otras áreas de donde en promedio, se han desplazado 200.000 personas por año entre el 2003 y el 2006".

Mientras un departamento mejora en materia de seguridad, otro empeora. El Estado no tiene la capacidad suficiente de dar una respuesta simultanea en materia de seguridad en todo el territorio. "Entonces no hay resultados definitivos, sino parciales, lo que hace que la problemática vuelva y surja", agrega Celis.


Hablando el tema en cifras, 191 municipios, de los 1098 que tiene Colombia, concentran el 73% del desplazamiento en el país. Entre ellos están Cali y Buenaventura con situaciones complicadas.

Guillermo Rodríguez, coordinador de Acción Social para el Valle, sostiene, al igual que Celis, que el desplazamiento en el departamento se ha incrementado en los últimos dos años, pero resalta que "si hacemos un balance con respecto a los años anteriores, se podría asegurar que la

problemática se ha reducido en un 60%".

El reto
A pesar de los visibles esfuerzos del Gobierno en el tema (se aumentaron los recursos en cerca de dos billones y medio de pesos, se puso en marcha el Plan Nacional para la Atención Integral a la Población Desplazada, y en general se nota un compromiso para hacer cumplir la Sentencia T-025 que cobija los derechos de los desplazados), el drama sigue ahí, vivo.

Sin embargo, como rezan las voces de la Defensoría del Pueblo en Cali, Acnur y Acción Social, los flujos constantes de población desplazada no permiten que surjan soluciones definitivas al flagelo. No hay recursos que aguanten, y la capacidad del Estado para responder por los derechos de estos ciudadanos se ve disminuida. El reto está en prevenir que sigan ocurriendo desplazamientos de colombianos.

En el albergue de doña Martha Ramírez, por ahora, se están preparando. Los desplazados llevarán el Pesebre móvil en este diciembre por toda la Comuna 9 de Cali. Quieren llevar un mensaje de paz en medio de sus recuerdos de guerra y su lucha por rehacer sus vidas, por volver a ser lo que fueron algún día. Todos tienen un mismo anhelo: tranquilidad para empezar de nuevo.